lunes, 11 de julio de 2016

Ricardo Alemán - Los siete enanos

Les asiste toda la razón a quienes cuestionan la carencia de oficio político en un político que será presidente del más votado partido político mexicano.

Nos referimos, como saben, a quien será nuevo presidente del PRI, el tecnócrata Enrique Ochoa Reza, que no ha competido por el más básico cargo de elección popular y no ha sido siquiera jefe de manzana.

Por eso, también tienen razón aquellos que dicen que en los partidos políticos mexicanos –en manos de verdaderos dueños de empresas familiares y/o corporativas–, cualquiera puede ser presidente de cualquiera de los más importantes partidos políticos.









Sí, Ochoa Reza puede presumir un brillante paso por el sector público y una sólida preparación tecnocrática. Sin embargo, de política, del PRI y de los intríngulis del viejo partido, conoce lo mismo que los farsantes del PVEM saben de ecología; nada. Es decir, que Ochoa Reza sabe poco de política y menos del PRI.

Sin embargo –y a pesar de que muchos en el PRI ahora ven invisibles dotes políticas y partidistas en el exdirector de la CFE–, otros aseguran que la real estratagema de Los Pinos es esa: mandar el mensaje de que el viejo PRI se aleja de los viejos vicios y esquemas de la vieja guardia política.

Dicho de otro modo, que el PRI pretende mandar el mensaje de que el 2018 será una fuerza política identificada con los jóvenes, con las ideas y prácticas de los millennials y que luego del descalabro electoral de su más acabado producto político –el jefe Beltrones–, es tiempo de un cambio de 180 grados.

Nadie sabe cuál será el resultado y nadie sabe si el cambio radical será una estrategia ganadora. Lo que sí se sabe es que no se trata de una novedad y que el PRI no es el único partido que apuesta por jóvenes y, en el extremo, por verdaderos inventos engañabobos.

Y el mejor ejemplo reciente de una aventura juvenil es el PAN, partido que también impuso a Ricardo Anaya sin que el hoy jefe de los azules tuviera más dotes que el favor de su mentor, Gustavo Madero. Y si dudan, basta recordar que hace pocos años –muy pocos–, Ricardo Anaya era un servicial secretario particular del jefe del PAN, era el encargado de servir el café a los invitados. Hoy, sin embargo, muchos descocados lo perfilan como presidenciable.

En el PRD siguen idéntica ruta: dan tumbos desde una elección legitimada por el INE, de su dirigencia, a la imposición de un académico al que no pudieron controlar y, en el extremo, han llegado a postular a un “cartucho quemado” como Pablo Gómez, a una joven sin más méritos que su pertenencia grupal a los llamados “chuchos” –Beatriz Mojica–, y a una dirigente sindical de cuestionable historial y dudosa militancia, como Alejandra Barrales.

Hasta aquí queda claro que tanto el PRI, como el PAN y el PRD nada entienden de la práctica democrática interna. En los hechos son corporaciones políticas que imponen “por dedo” a sus gerentes. Pero otros partidos, como Morena y el Partido Verde –por citar sólo dos casos– se comportan peor: son verdaderas empresas familiares.

¿Cuándo, algún militante, simpatizante o crítico de Morena ha visto un proceso democrático intramuros de ese partido? Nunca. En Morena el dueño es AMLO, que impone y quita gerentes del partido. Durante años esa gerencia estuvo a cargo de Martí Batres. Hoy, AMLO es el partido y sus empleados los gerentes. ¿Y qué decir del Partido Verde? ¿Desde hace cuantos años el dueño y jefe del Partido Verde es “el niño verde”?

Si pocos creen hoy en los partidos, son menos los ciudadanos que creen en la simulación de sus dirigentes. Y es que si el sistema de partidos está lejos de la candorosa “Blanca Nieves”, lo cierto es que sí existen Los Siete Enanos.

Al tiempo.



Leído en http://www.zocalo.com.mx/seccion/opinion-articulo/los-siete-enanos-1468222484



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