Con una prosa limpia, José Enrique nos cuenta algo tan sorprendente como verdadero y hasta cierto punto desconocido: los derechos humanos de los ciudadanos, culpables o no, que se les ha quitado el derecho al voto.
No es un cuento.
Son más de las doce de la noche, de cualquier día de la semana, en las orillas del Distrito Federal; como si se tratara de las excreciones de esta ciudad, los reclusorios oriente, sur, norte y Santa Marta, están soltando internos. Ya es de madrugada, y empiezan a salir en grupos. Están libres, los que pagaron su deuda con la sociedad o los que compraron su libertad. Los que sobrevivieron, los que no se dieron el “corbatazo”, y les alcanzo el tiempo para cumplir la pena.
Cotidianamente ingresan personas a los reclusorios, pero también salen de ellos; en una versión macabra de la vida, unos salen y otros entran. Algunos fueron declarados inocentes y otros terminaron de “pagar” su condena. Pudieron ser unos cuantos días, o muchos años. Pudo ser por cualquier cosa, la pasión, el odio o el dinero. La libertad solamente se valora, cuando se ha perdido; y se ama, cuando se ha recuperado, “quiero ser tan bueno, como un hombre que acaba de salir de la cárcel” decía Sabines.
Afuera del “reclu”, esta la familia esperando su salida; la esposa, los hijos, la madre y hasta la amante. Han pasado muchos años, y los siguen esperando, hay otros que ya no tienen nada, la madre murió, la esposa se fue y los hijos ni se acuerdan. Afuera todo cambio y ellos también cambiaron; unos salen arrepentidos y otros salen a “pegarle”, nadie quiere volver. Algunos los llevaran a casa, otros ni casa tienen, unos regresaran a los mismo,(el trabajo, el ocio, el negocio etc.) otros perdieron todo, no tienen nada, ni a nadie.
Más allá de la penología y la rehabilitación, está el respeto a la condición humana; mientras las cárceles sean la horrible mansión de la desesperación y el hambre. Mientras no se respete la ley y los derechos de los “internos”, seremos iguales, unos y otros. Las excarcelaciones de internos, -durante la madrugada-, son la última vejación al interno y sus familias; antes de salir tienen que dejar todo, es el último estirón de la extorsión. El juez resuelve por la mañana, pero el “baile” es en la noche. Afuera un taxi pirata, les cobrara de 500 a mil pesos la dejada; pero nadie ha dicho nada durante años; ninguna de las comisiones de Derechos Humanos, local o nacional, la Secretaria de Transporte, de Seguridad Pública, o el propio Jefe de Gobierno; se trata de gente, cuyos derechos políticos fueron suspendidos, es decir, no tienen voto, menos voz. Que alguien se imagine a las dos de la mañana, sin dinero, con su familia o solo, saliendo del Reclusorio Norte, después de años de cárcel.
JOSÉ ENRIQUE
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