¿A qué tipo de pacto se puede llegar con un criminal que tortura, que secuestra, que corta cabezas, que disuelve los cadáveres de sus víctimas en ácido y que extorsiona a gente que, cada mes, intenta trabajosamente cuadrar las cuentas de su pequeño negocio, entre otras atrocidades?
El ex presidente Fox dice que los enemigos pactan y llegan a acuerdos para terminar las guerras que los enfrentan. Pues sí, pero estamos hablando de arreglos entre iguales, entre naciones soberanas que, a pesar de todo, respetan ciertas reglas mínimas en los combates (no asesinar deliberadamente a civiles, por ejemplo) y que, justamente, si sus dirigentes deciden no sujetarse a las normas acordadas, pueden ser acusados de crímenes de guerra y perseguidos por la justicia internacional, ni más ni menos. Slobodan Milosevic, Muamar el Gadafi, Saddam Hussein y Bachar Al Assad pertenecen a esta subespecie. Son canallas de la peor ralea y aunque muchos gobiernos del mundo, hipócritamente, han llegado a cerrar los ojos o a mirar hacia el otro lado cuando estos sujetos cometían sus espantosos excesos, la justicia termina por imponerse y ellos acaban por estar donde merecen, o sea, en la cárcel.
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