Nos mezclamos, nos batimos, copulamos, nos traducimos, seremos multiculturales y mestizos. Esta es la utopía central que reluce en el núcleo de la globalización del mundo.
Parece, pues, que llegará un día en que, a fuerza de cruces y bricolajes, por efecto de viajes e intercambios musicales, laborales y hormonales, se conformará una especie prácticamente homogénea y en paz. Iguales entre sí como consecuencia de haber crecido en un guiso común, con un sabor parecido, un talante similar y una moral intercambiable
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