Alexjandro nos recomienda esta columna que circula por internet en http://www.sinembargo.mx y que reflexiona sobre la apatía de la sociedad en cuestiones sociales.
FALTAN MÁS LÍDERES SOCIALES
¿Será cierto lo que reza el dicho popular: “el que no tranza, no avanza”? ¿Será
que más que un dicho es un estilo de vida en México? Para expertos sobre el
tema, como Sergio Aguayo y Yoshio Ávila, la poca participación ciudadana es una
de las razones por las que los políticos han podido hacer y deshacer a sus
anchas. Sin embargo, esto no puede ser un destino manifiesto. Ambos, junto con
luchadores sociales de la talla de Javier Sicilia, coinciden en que, cada vez
más, aparecen líderes sociales que contribuyen al cambio. Pero falta, pues en
México uno de cada cinco mexicanos participan a través de la sociedad
organizada, mientras que en los países escandinavos 70% de la ciudadanía
participa en esos grupos. La apatía y el pavor por la violencia impiden a la
sociedad para que no haya empoderamiento ciudadano, pero sin duda la cultura
ciudadana ha mejorado. “Un ciudadano se construye a partir de su inclusión en la
sociedad”, afirma Aguayo... y eso no lo podemos pasar por alto
Por: Alfonso Castañeda Fecha: noviembre 21, 2011 - 00:11 | Un comentario
Rosa tiene una tienda modesta al sur del estado de Puebla. “No tenía dinero para
surtirla”, confiesa. Pero en las elecciones de 2010 llegó su vecina y le susurró
algo en el oído. Parecía un golpe de suerte. Segundos después, cuenta, llamó a
sus dos hijas y las apuró: “Corran, en casa de Lilí regalan despensas. Apúrense
porque se acaban y ya no tenemos mercancía”. Su vecina era funcionaria en la
Presidencia Municipal y “compraba los votos para su candidato”.
Rosa confiesa este episodio, y reconoce: “Lo he hecho cuando se puede. Sé que es
feo, pero es el dinero del pueblo. De que lo roben ellos, a que lo utilicemos
nosotros… mejor nosotros”. Cuenta que en su comunidad se reparten despensas,
incluso dinero por barrer y adornar los salones y plazas durante los mítines de
campaña, comprometen su voto a cambio de un beneficio personal. La historia de
Rosa es una de miles, quizá de millones en el país.
Para el analista Sergio Aguayo tiene que ver con “la debilidad de los partidos
políticos y el descontento social. La gente se siente desilusionada porque en
México los partidos políticos y los funcionarios públicos no representan sus
intereses. Hay un vacío”. Sin embargo, Rosa vota según sus necesidades
personales: “Mi hija necesita una plaza en el magisterio y hay amigos que están
en campaña, si voto por ellos me pueden ayudar. De todos modos, los políticos
son iguales”, dice. Esto, al sur de Puebla. Aunque en Oaxaca se venden plazas en
más de 120 mil pesos.
El Sistema de Aguas de la Ciudad de México precisó que se retiran más de 40
toneladas diarias de basura en la capital del país, allí donde recibe el agua de
los principales colectores y canales. La Comisión Federal de Electricidad
advierte que millones de hogares y comerciantes “se cuelgan” del alumbrado
público, por lo que México pierde más de 20 mil millones de pesos al año debido
al robo de electricidad. La Policía Federal informó que más de un millón 600 mil
infracciones de 2006 a 2010 se contabilizaron en las carreteras federales de la
nación. Y de éstas, sólo un 50% se pagan.
La lista de negligencias ciudadanas es larga. Millones de acciones negativas que
le acarrean más problemas al país. Aunque la queja siempre señala a la clase
política del país, ¿cuál es el papel de los ciudadanos? ¿La sociedad mexicana
tiene el gobierno que se merece? ¿Será cierto lo que reza el dicho popular: “el
que no tranza, no avanza”?
El poeta del silencio
Hay un antes y un después en la vida de Javier Sicilia. Antes, su nombre no era
tan conocido como ahora. Tenía sus lectores, tanto en ensayos como en poesía.
Vivía en Cuernavaca con su familia, y desde ahí redactaba artículos que
criticaban a la clase política, el catolicismo dogmático y proponía rutas para
una mejor democracia. De ahí se desprende su nuevo libro Estamos hasta la madre.
En 2009 recibió el Premio Aguascalientes, por su trabajo poético.
Antes del 28 de marzo de 2011, su principal arma era la palabra escrita. Pero
tras la muerte de Juan Francisco, su hijo, Sicilia salió a las calles del país
para manifestar su rabia e indignación. Ya no tenía metáforas para expresar el
dolor que le quemaba dentro. “Te tienen que matar un hijo para darte cuenta de
cómo está el país. Sería lamentable que muchos mexicanos hiciéramos valer
nuestra ciudadanía cuando te asesinen a tu hijo. Yo, desde entonces, no paro”, y
se le dibuja una sonrisa triste.
El dirigente de Movimiento por la Paz es otro a partir de esa fecha. Recorre el
país donde sus ojos recogen las crueles imágenes de la violencia y la barbarie.
Narra la escena de una camioneta en Veracruz, “con montones de cuerpos sin vida.
A eso hemos llegado”.
–A usted le mataron a su hijo. Ha dicho que ya no puede sentir más dolor que
ése. Desde entonces se ha movilizado, ¿tenemos que pasar por una experiencia tan
dolorosa para que la sociedad reaccione?
–Ojalá que no. Hay mucha gente en el país que sí hace cosas. La palabra, no es
tanto reacción, sino acción. Es lo contrario a la apatía. Darnos cuenta que este
país es nuestro y que podemos hacer mucho por él. Que esos cabrones –los
políticos y narcos– escuchen nuestra voz, que no nos vean como parte de su
mercado.
–Habla de apatía, pero también existe el pavor. ¿No es el pavor lo que se
necesita para tener a una sociedad más cabizbaja, más devaluada… menos
ciudadanizada?
–El pavor detiene. Inmoviliza. Pero también hay un límite por parte de la
sociedad: que se lo crean. Que se crean la idea de que no pueden hacer nada. A
mí me mataron a mi hijo, a muchas familias las han mutilado, y nos organizamos.
Llega un punto tan doloroso que ya no puedes más que levantarte y exigir tus
derechos. Hoy, como ciudadano, ya no puedes cruzarte de brazos –su voz es
mesurada, pero habla con ímpetu, convencido de lo que dice.
Se le dan algunos ejemplos de personas que, tras la tragedia, encaran a los
responsables. El caso de los padres de los niños muertos y heridos en la
Guardería ABC, de los jóvenes asesinados en una fiesta de Ciudad Juárez… él
mismo. Se le pregunta qué sintió cuando tuvo en frente a Felipe Calderón.
Ya se sabe qué le dijo y qué le respondió el Presidente, ¿pero qué sintió?
Sicilia suspira: “No tengo nada personal contra él. Tenía la necesidad de
decirle lo que pensaba. Luego fue una honda tristeza. Hay impotencia. Él es
corresponsable, pero no es el único”.
–¿Qué se necesita para que un ciudadano ejerza sus derechos?
–Que no tenga miedo.
–¿Usted tiene miedo?
–Muchísimo. Pero no voy a parar. Creo que es válido tener miedo, pero es peor
quedarse inmovilizado.
–Dice que ha dejado de escribir poesía… ¿es cierto?
–Sí. Con la muerte de Juan Francisco no tengo más nada que decir. La poesía es
palabra. Y lo contrario a la palabra es silencio… Soy silencio. Pero como
ciudadano, tengo derecho a alzar la voz.
San Honesto… líbranos de todo mal
Luisa Gloria Mota vivió 10 años en Estados Unidos, donde estudiaba. Escuchaba de
sus compañeros que México era un país atestado de corrupción. Al final de la
carrera, Luisa Gloria tenía que realizar un proyecto que contribuyera, a través
del diseño gráfico, a detonar cambios sustanciales en su sociedad. Regresó a
México, elaboró un cuestionario sobre corrupción “y un 90% de los entrevistados
respondieron que habían sido corruptos. Les pregunté de qué manera podrían
erradicar la corrupción y su respuesta fue: con un milagro”.
El resultado de esa inquietud fue Factoría de Santos, cuya misión es que la
gente se dé cuenta “que el milagro está en cada uno de nosotros. Que somos el
cambio”, dice Luisa Gloria. Ella, después de meditar a propósito de las
respuestas de los encuestados, creó a San Honesto, el santo de la corrupción. La
imagen de un indígena rodeado de elementos luminosos, mexicanos y cuya misión
sea que las personas se vean reflejadas en esta imagen. El rostro de San Honesto
lleva un espejo en su rostro “para que nos veamos en él. Cada uno lleva a ese
San Honesto. Es importante saber que sí podemos tener acciones positivas”.
Factoría de Santos (http://www.factoriadesantos.com/) ha creado, además de San
Honesto, a Santa Tolerancia y próximamente hará su aparición Santa Congruencia.
Estas imágenes, desligadas de lo religioso, están diseñadas para que las
personas hagan sus propios milagros e impulsen al país, pero desde una postura
personal. A Luisa Gloria no le interesa presentarse como la dueña de estas
imágenes. Ella las creó para quienes las quieran hacer propias. Trabaja,
conjuntamente, con artesanos y organizaciones que crean en el cambio positivo y
la transformación.
“Hemos recibido propuestas de partidos políticos para que estas imágenes se
utilicen en sus campañas, pero sin decirte nombres, les respondimos que no.
Estos Santos son de todos”, Luisa Gloria está segura de lo que dice. Tanto así
que su proyecto se ha extendido hasta Venezuela, donde San Honesto ya es el
reflejo de cambios.
Factoría de Santos produce playeras, imágenes de barro, plástico y escapularios.
Aunque no evangelizan, Luisa Gloria cree que la gente se acerca a estos santos
por iniciativa propia: “Hay que rezarles con acciones diarias, positivas. La
corrupción puede acabarse con la responsabilidad de las personas. Hay que creer
en uno mismo”. Cualquier punto negativo de los ciudadanos, la joven diseñadora
lo esquiva. No le interesa hablar del lado oscuro de México, sino de la
transformación “y eso comienza por uno mismo. Todos somos honestos, sólo hay que
reconocerlo día a día”.
El que no tranza, no avanza
Esta frase, para los mexicanos, parece más un estilo de vida que un mero dicho
popular. La Encuesta Nacional de Corrupción y Buen Gobierno de 2010, elaborada
por Transparencia México, indica que el año pasado se cometieron 200 millones de
actos de corrupción brindados por autoridades de los tres niveles de gobierno y
algunos por el sector privado. Se encuestaron 15 mil 326 hogares en todo el
país.
El resultado también es desalentador en términos económicos: se destinaron más
de 32 mil millones de pesos en “mordidas”. O en cifras más precisas, por
“mordida”, cada hogar mexicano gastó 165 pesos en 2010, es decir, 14% de su
ingreso total. Las entidades con mayores casos de corrupción fueron, en primer
lugar, el Distrito Federal, seguido por el estado de México y Guerrero,
respectivamente.
Sin embargo, Sergio Aguayo considera que “si la sociedad está apática es debido
a tantos años de gobiernos autoritarios. Hay una separación muy clara entre lo
público y lo privado, esa brecha genera un gran distanciamiento entre la clase
política y los ciudadanos. Para una democracia, el papel ciudadano es clave,
transformador, pero hay debilidad y desprestigio en los partidos políticos”.
Al respecto, Yoshio Ávila tiene un punto más positivo, también romántico pero
realista. Es acapulqueño, egresado de la carrera de Ciencias Políticas del
Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y uno de los integrantes de la
organización civil Oficio Político. Para él es importante resaltar que en el
país “hay millones de personas contribuyendo positivamente. No todo es tan
catastrófico como se cree”. Le apuesta a la participación ciudadana. Será por
eso que hace dos años convocó a varias universidades a nivel nacional para
generar debate y crear propuestas. La respuesta fue:
“Un total de 36 universidades del país participaron en estas mesas de debates.
Todo salió de nuestro bolsillo. Lo iniciamos con las redes sociales, pero
también fui a algunas universidades de otros estados y así fue como se hizo
posible esto. Uno de los objetivos era demostrar que los jóvenes no somos el
sector apático del país. Tenemos propuestas. No estamos de acuerdo con muchas
decisiones que se toman, pero creo que sí hay políticos que hacen su trabajo, no
sólo funcionarios públicos corruptos”.
Al doctor Sergio Aguayo le preocupa la poca participación ciudadana. Coincide
con Yoshio Ávila en que sí hay líderes sociales que contribuyen al cambio, pero:
“En México uno de cada cinco mexicanos participan a través de la sociedad
organizada. En países escandinavos es 70% de la ciudadanía la que participa en
esos grupos. Esto quiere decir que nos falta mucho”. Se le pregunta al
especialista lo mismo que a Javier Sicilia, si tiene que ver la apatía y el
pavor en la sociedad para que no haya empoderamiento ciudadano…
“Sí, también. Pero no podemos soslayar que tampoco ha mejorado la cultura
ciudadana. El descontento es mayor. Sí hay una responsabilidad muy fuerte en la
sociedad. Se nota en los cambios democráticos, cuando la participación de la
gente en asuntos políticos está presente. Un ciudadano se construye a partir de
su inclusión en la sociedad”, apuntala.
Y Yoshio Ávila lo reafirma con sus acciones. Tiene varias propuestas por
exponer. Reuniones con expertos, estudiantes con iniciativa, medios de
comunicación y víctimas. Al joven politólogo no le interesan los sátrapas del
país, sino los funcionarios públicos que tienen un trabajo y una agenda
política. Está seguro que sí los hay.
“Creo, que en la medida en que tengamos mejores ciudadanos, tendremos mejores
políticos”, dice el integrante de Oficio Político.
Rosa, para volver al inicio, asegura que no siempre se deja corromper: “Pero ya
lo dije: es dinero del pueblo. No me siento mal. Son nuestros impuestos”. Ella
está en la lista negra de los ciudadanos no ejemplares, pero Yoshio Ávila invita
a que los medios también se detengan en los buenos resultados, en los ciudadanos
comprometidos. “No niego que haya un alto índice de corrupción. Tampoco, que los
políticos tengan una pésima imagen, a mí me interesa que haya más personas
empujando temas en la opinión pública. Si queremos una mejor clase política,
tenemos que crear mejores ciudadanos”, finaliza.
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