Ahora resulta que todos los que se bajan de una contienda electoral lo hacen porque tienen “una visión de estadista” y saben anteponer a sus “legítimos derechos” personales el bien de la organización a la que pertenecen. De esa manera quien perdería con una gigantesca diferencia imposible de remontar resulta ser alguien que estaba cerca del tan ansiado y codiciado triunfo, pero que de pronto decidió que no. Que lo mejor era no enfrentarse al puntero porque competir llevaría al partido inevitablemente a la división. La competencia democrática como generadora de división y quebrantadora de la unidad, mejor el candidato de unidad.
La semana pasada vimos cómo Ebrard hacía a un lado sus ambiciones porque el hare krishna de López Obrador le ganó por una respuesta a interrogantes que se hicieron a un determinado número de personas. El tan aplaudido hombre que necesitaba la izquierda moderna en México, el que le iba a dar la vuelta a López Obrador para encabezar una propuesta seria y adecuada para el país, el político profesional que llevaría a la izquierda hacia el centro, se jugó la candidatura en una ruleta de cinco preguntas. Atrás quedó la ilusión de tener por parte de la izquierda algunas ideas. Eso sí, Marcelo se hizo merecedor de aplausos y de vivas por parte de los pejistas, que lo catalogaban como un mísero traidor, y ahora lo ven como hombre de una sola pieza y de verticalidad inquebrantable.
En el caso del PRI pasó algo similar. Durante meses se perfiló una campaña para colocar a Manlio Fabio Beltrones como un hombre de virtudes insospechadas para la cosa pública, un hombre todo talento y entrega, con una visión de Estado pocas veces vistas por estas azotadas regiones del planeta.
Organizó foros y debates, se constituyó en la opción inteligente del PRI (lo que le auguraba una derrota demoledora, pues no es precisamente el fuerte de ese instituto) y llamó a que cambiáramos de tipo de régimen, que diseñáramos la construcción de mayorías para tener gobiernos efectivos. Escribió un libro con sus propuestas y no le importaba, según decía, la distancia tan grande con su único contrincante.
Sin duda Manlio es un tipo con suerte. El presidente de su partido le evitó el espectáculo de la derrota. Humberto Moreira, como muchos en el PRI, no pueden evitar hacer trampa al entrar en una contienda, ni falsificar algún documento o robarse unas fichas de inscripción. Parece que el líder tricolor está nervioso de que no llegue Peña y le hizo una convocatoria a modo que Beltrones, por supuesto, rechazó. Luego decidió abandonar la contienda en aras de la unidad. Salirse de la competencia, dijo, es su “aportación a la victoria”.
Por supuesto Manlio se ha ganado una serie de alabanzas: la persona correcta que sabe tener la mira en alto, el hombre que sabe la solución, no sólo los problemas; el hombre generoso que quiere ser parte de todos y no el que camina solitario. (“… porque él nos ha enseñado que en política nos hace falta más generosidad y menos mezquindad”, dijo uno de sus colegas senadores). Con ese tipo de lecciones impactantes para sus compañeros, Beltrones se hace a un lado y deja al priismo en la necesidad de conseguir un patiño para competir.
Lo que son las cosas: tanto en la izquierda como en el PRI, los que están catalogados como estadistas visionarios, como motores de cambio, como hombres talentosos y generosos, no serán los candidatos.
Lo mismo en http://impreso.milenio.com/node/9066717
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor, sean civilizados.