Pese a las encuestas que con mucha anticipación perfilaban su probable derrota, la de Silvano Aureoles Conejo parece consecuencia lógica de un potaje nada vivificante, mezcla de un frágil gobierno perredista en Michoacán, un clima estatal de inseguridad y una clara descomposición ideológica y política del Partido de la Revolución Democrática.
Eso, por mencionar lo evidente (para no perder tiempo y espacio en lo riesgoso de hacer trío con el Partido del Trabajo y lo que se llamaba Convergencia).
La de Leonel Godoy no ha sido una administración de la que los perredistas puedan ufanarse, en particular por el desgarbo, si no es que pusilanimidad, con que ha enfrentado la hidra del crimen organizado.
Aunque el dichoso michoacanazo resultó una pifia en el terreno judicial, tanto los pataleos del gobernador frente a las intervenciones federales como la persecución contra su hermano, el diputado prófugo y desaforado Julio César, fueron cartas de no recomendación para el candidato Aureoles.
De ser el partido “de la esperanza”, el PRD ha venido desilusionando, un día sí, otro también, a “la ciudadanía” en general, pero también a sus propios militantes, como lo evidencia la guerra que se traen sus dos principales facciones: la que impulsa la candidatura presidencial de Marcelo Ebrard y la que mantiene su respaldo a Andrés Manuel López Obrador.
En los estatutos es un partido de izquierda, pero, en la práctica, es una veleta constantemente expuesta a la voluntad de sus dos principales caudillos.
Sus dos precandidatos enarbolan a conveniencia causas progresistas y conservadoras, incapaces ambos de hacer que sus cuadros más representativos luchen de verdad por una “revolución democrática”, en vez de obsesionarse con la vulgar búsqueda de posiciones de poder.
Sabedor del peso de la derrota en Michoacán para la alianza PRD-petistas y ex convergentes, el mismo López Obrador, en un intento de control de daños, declaró ayer que los resultados de la elección de gobernador en ese estado no tendrán impacto en los comicios federales de 2012.
Mejor conocedor, ayer al emitir su voto, el fundador del partido, Cuauhtémoc Cárdenas, resaltó la importancia de que el PRD conservara la gubernatura de cara, precisamente, a las elecciones presidenciales.
Junto con el DF, Michoacán era uno de los bastiones del perredismo, de modo que el gran perdedor es el PRD, y el saldo de los procesos electorales recientes le ha sido fatal: de gobernar Zacatecas, Baja California Sur, Tlaxcala, el DF y la entidad que perdió ayer, hoy sólo le queda la capital del país (no se le puede considerar Chiapas, porque el gobernador Sabines no es perredista ni priista, y controla a todos los partidos en su estado).
Después de ayer, las previsiones para Ebrard o López Obrador se ven deslavadas, pues su plataforma partidista-electoral está en franco declive y no se ve cómo podrán salir del hoyo.
Lo mismo en http://impreso.milenio.com/node/9061783
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