martes, 15 de noviembre de 2011

El narcovoto michoacano por Ricardo Alemán

Apareció a los ojos de todos y, sin duda, influyó en una elección tan cerrada como la que se vivió en el estado de Michoacán el pasado domingo.


Todos saben que en Michoacán se patentó el grupo criminal motejado como La Familia Michoacana, que es matriz para otros grupos mafiosos, como Los Caballeros Templarios.

Todos recuerdan que en Michoacán se inauguró el narcoterrorismo, cuando manos criminales detonaron una granada en las Fiestas Patrias del segundo año de gobierno de Leonel Godoy. Y seguramente todos saben que es de origen michoacano el primer "narcodiputado", Julio César Godoy, quien no sólo pertenecía al PRD, sino que es medio hermano del gobernador, Leonel Godoy.

Pero lo que pocos sabían hasta el domingo pasado -y los que estaban enterados, mejor hicieron como que la virgen les habla-, es que también en Michoacán se inauguró un histórico en la vida electoral mexicana: el narcovoto, que apareció a los ojos de todos y que, sin duda, influyó en una elección tan cerrada como la que se vivió en el estado de Michoacán el pasado domingo.

Pero, ¿de qué estamos hablando, cuando nos referimos al narco-voto?

Pues de eso, de que a lo largo de todo el proceso electoral michoacano el crimen organizado hizo acto de presencia en las elecciones locales, pero nadie quiso verlo. Tanto los jefes de partidos como candidatos, autoridades electorales y gobiernos locales prefirieron hacerse de la vista gorda, al grado de que el día de la jornada electoral apareció, a la vista de todos, el sello inconfundible del narco-voto: el miedo. Y si existen dudas, vamos por partes.

¿Cómo explicar, por ejemplo, que ninguna encuestadora de las que participaron en la contienda, y menos los llamados conteos rápidos y los registros de salida, fueran capaces de registrar el resultado final del Programa de Resultados Preliminares? ¿Significa acaso que todas las encuestadoras son tan malas que no pudieron medir ese resultado?

No, la respuesta está en lo poco confiable de los levantamientos. Es decir, que a causa del control que ejercen el crimen organizado y el narcotráfico en importantes regiones de Michoacán, no fue posible tomar registros confiables sobre la intención del voto en esos lugares. ¿Y eso que significa? Que ahí donde no se pudo encuestar es en donde los criminales decidieron el sentido del voto ciudadano.

Pero no es todo, resulta que por lo menos 35 municipios del estado de Michoacán están bajo el control del narcotráfico. ¿Y cuál fue el sentido del voto de todos los habitantes de esas regiones? No es difícil imaginar que las bandas criminales que -como en las movilizaciones que ordenan contra el Ejército y la Policía Federal en municipios, por ejemplo, Apatzingán-, también hayan ordenado el sentido del voto. Pero hay más.

¿Cómo explicar, por ejemplo, que más de 50 aspirantes a diputados o alcaldes hayan declinado a su respectiva candidatura luego de levantones, amenazas, chantajes y presiones de los grupos criminales? Peor aún, ¿qué dijeron sobre esa gravísima irregularidad los líderes del PRI, el PAN y el PRD, sus candidatos, sus cuadros dirigentes? Tampoco ahí se acaba. ¿Quién garantiza que los 50 candidatos que sí aceptaron el cargo -luego que otros tiraron la toalla por temor al crimen- no están vinculados y/o sus candidaturas fueron financiadas por bandas criminales?

¿Por qué razón, por ejemplo, la mayoría de los levantones, secuestros, amenazas y atentados contra candidatos a puestos de elección popular fueron dirigidas contra políticos del PAN, el Panal, el PRD, el PT y Convergencia (ahora Movimiento Ciudadano)? ¿Por qué no hubo candidatos del PRI levantados, amenazados, secuestrados, como sí ocurrió en el caso del PRD? ¿Por qué nadie dijo nada de que un periódico local de La Piedad haya difundido un amenazante desplegado, vinculado con el crimen organizado, en el que se llamó a no votar a favor del PAN?

Tanto el PAN y su candidata Luisa María Calderón como el PRD y su aspirante Silvano Aureoles sabían que en regiones bien identificadas de la geografía michoacana no fue posible hacer campaña. Por eso, en esos lugares la logística de las campañas se hizo por helicóptero, porque por carretera no es posible entrar a no pocos municipios, salvo que los barones de la droga lo permitan.

Lo curioso es que, desde hace meses, tanto la señora Calderón como el señor Aureoles prefirieron darle bajo perfil al tema del crimen organizado en la elección michoacana. Pero una vez que comprobaron la existencia del narco-voto, hoy pegan de gritos. Lo cierto es que el triunfo del PRI en Michoacán -bajo esas condiciones-, más que un halago, debiera ser una severa llamada de atención a Enrique Peña Nieto.Y es que existe todo para anular el proceso. Al tiempo.

Lo mismo en http://www.excelsior.com.mx/index.php?m=nota&seccion=opinion&cat=11&id_nota=783834

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