domingo, 6 de noviembre de 2011

Michoacán se pudrió y fracaso del PRD R. Alemán

En toda una década, los gobiernos del PRD nada vieron y nada hicieron. - Por eso, los michoacanos castigarán el fracaso de una izquierda fallida.




Otrora considerado bastión fundacional del PRD; emblema de la llamada izquierda mexicana y, por si hiciera falta, asiento de una de las más respetadas dinastías políticas mexicanas —la de los Cárdenas—, hoy el estado de Michoacán es uno más de los vergonzosos fracasos de la alternancia.

El estado de Michoacán, en tanto cuerpo político, económico y social, es un moribundo en espera de una transfusión capaz de cambiar la sangre que por una larga década gangrenó uno de los más ricos estados del país. La transfusión se dará el domingo próximo, por la vía electoral, y la nueva sangre será azul o, salvo un milagro, tricolor.

Pero el cambio no sólo puede significar la salvación o la recuperación del moribundo sino que, al mismo tiempo, ratificará lo que aquí hemos señalado durante años: que el PRD, en lo particular, y la llamada izquierda, en general, son un vergonzoso fracaso en tanto gobiernos alternativos al viejo PRI.

Se los comen los gusanos.

Y si tienen dudas de la forma en que se pudrió el PRD y sus gobiernos en Michoacán, un recuento elemental. Es un secreto a voces —que no ven sólo quienes cierran los ojos— que en Michoacán se cultiva, produce, distribuye, comercializa y consume droga desde hace décadas.

Es un secreto nada guardado que la generosidad de Michoacán es tal que produjo su propio cártel criminal —La Familia Michoacana—, que por años vivió del comercio de la droga y alimentó a pueblos completos con la siembra de mariguana y la fabricación de drogas de diseño. Y es tan generosa la tierra michoacana que parió un segundo cartel, desprendimiento del primero, que impuso sus tablas de la ley y que se hace llamar Los Caballeros Templarios.

Es público y notorio —y hasta existen videos y grabaciones de audio en poder de la policía federal y del Ejército— que Michoacán es uno de los pocos estados del país donde las bandas criminales y del narcotráfico tienen una fuerte base social, alimentada no sólo con el combustible del dinero abundante y rápido, sino con su propio código de conducta y sus reglas de lealtad y silencio.

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