Me sorprendió escuchar a la mayoría de los mercadólogos decir que las críticas a Enrique Peña Nieto en las redes sociales no afectarán su desempeño en las encuestas, a menos de que el escándalo brinque a la “prensa tradicional”: a la televisión, a la radio y -en menos medida- a los diarios impresos. Me sorprendió la afirmación en los días posteriores al dislate en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, y me sorprendió todavía más conforme pasaba el tiempo y su diagnóstico seguía firme.
Ejem, discúlpenme, pero no les creo.
No es pleito: simplemente siento que se adelantaron demasiado a emitir un juicio. Será la primera vez en la historia mexicana que las redes sociales participen en una contienda electoral presidencial, ¿y ya hay un diagnóstico sobre su impacto? En realidad no conoceremos plenamente el alcance de Twitter, Youtube y Facebook hasta que no salgamos de este proceso y podamos revisar los modelos. Y aún así, lo que calculen o calculemos quedará rebasado porque si algo nos han enseñado las nuevas tecnologías es que cumplen ciclos cortos y luego se reforman. La experiencia del 2012 quedará corta frente a lo que suceda en 2018.
Es claro que el papel que juegue la televisión será importantísimo, casi como lo fue en el pasado. Su condición dominante y su penetración en amplios segmentos que no tienen acceso a Internet la vuelven definitoria. Los gobiernos de Vicente Fox y Felipe Calderón pactaron con estos poderosos medios y al final, se han puesto a sus pies; los consorcios televisivos, lejos de ceder a favor de la democracia, se afianzaron.
Ahora, la única esperanza no viene de la autoridad electoral o del Poder Ejecutivo, que en México siempre es juez y parte. Está en que las redes sociales sirvan de equilibrio. Pero, si hacemos caso a los mercadólogos y no son tan poderosas, ¿qué nos queda? En realidad, muy poco: sólo que las redes nos sorprendan y que los analistas que las minimizan estén equivocados. Que el IFE se comporte a la altura y sin miedo frente a la televisión, y que el ambiente electoral no se descomponga por la intromisión de, por ejemplo, el presidente Felipe Calderón.
Pienso que muchos periodistas e infinidad de medios sufrirán una enorme presión tanto del PRI como del PAN este 2012. Peña Nieto no ha comprado a Televisa: él es Televisa. Pero el presidente Calderón no querrá soltar Los Pinos y pataleará. Será una guerra total de unos y otros actores.
Calderón ha perdido casi en todo. En lo social, deja una enorme deuda; y ni hablemos de la guerra porque es su gran, gran fracaso. Pero además, ha perdido políticamente: todas sus apuestas han sido derrotadas; vimos a su hermana Luisa María perder en Michoacán hace unas semanas y estamos por ver su última gran derrota en la figura de Ernesto Cordero. Aún así, meterá la mano en el proceso 2012 porque no se quiere permitir entregar el poder a sus opositores.
Así, los mexicanos navegaremos entre muchas corrientes que nos jalonearán y querrán hundirnos. Y las redes sociales e Internet, en su conjunto, parecen una buena tabla de salvación; un oasis en el que podríamos navegar.
Por eso insisto en que yo vi, aquel sábado, el aleteo leve de Peña Nieto en la Feria de Guadalajara convertirse en un huracán. Vi dos líneas que ni siquiera eran de su hija sino del novio, un bobo cualquiera, volverse un sismo. Vi un pequeño video que no pasó por televisión -en el que Peña se ve ridículo pronunciando supuestamente inglés- darle la vuelta al país.
Y nada de eso nació de los canales convencionales; o salió de la “prensa tradicional”. Salió de las redes.
Creo que los mercadólogos se equivocan y deben mostrar evidencias de que las redes sociales no sirven.
Porque, con todo respeto para ellos, el candidato del PRI sí parece estar preocupado por lo que sucede en Twitter, por ejemplo. Si las redes sociales no impactan, como dijeron los encuestólogos, ¿por qué ese hombre tan soberbio y vanidoso ha dedicado sus últimos discursos a responderles? ¿Por qué los que le escriben sus discursos dan importancia a esos episodios que lo muestran como un ignorante y que se ventilaron en las redes? ¿Por qué, si no importa lo que pasa en Twitter, casi todos los partidos han diseñado estrategias millonarias para controlar -como lo hacen con cierta prensa “tradicional”- o por lo menos matizar la opinión de tuiteros, feisbuqueros y yotuberos?
No sé si Twitter pueda derrotar a Peña Nieto, pero de que le hará daño cada vez que se descuide, lo hará.
En contra de lo que opinen los mercadólogos, yo creo que estamos frente a un búfalo bravo que todavía ni siquiera muestra de qué es capaz.
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