Felipe Calderón cierra el año con buenos números, pero será difícil que Ernesto Cordero gane la candidatura, aunque cumple con la tarea de defender lo que ha hecho el PAN en el gobierno federal. La arena será mediática y en el territorio. Allí la situación favorece al PRI, aunque no en los mismos términos de los años pasados. La geografía del poder partidario ha cambiado.
Nada está definido. Diciembre de 2011. Foto: Omar Meneses
Lo ocurrido en el segundo semestre de 2011 es suficiente para concluir que nada está definido para 2012. No obstante que el PRI ganó todas las elecciones locales del último tramo, especialmente Estado de México y Michoacán, en muchos frentes la situación se le ha vuelto complicada. Heridas autoinfligidas han sido la constante: desde lo aparatoso hasta lo subyacente. La baja en las preferencias del PRI y de su candidato (aunque todavía con importante ventaja) no es reciente, viene después de la elección del Estado de México; su referente mayor ha sido la embestida del senador Manlio Fabio Beltrones, del PAN y del gobierno, de presentar a su ahora virtual candidato como el responsable de la parálisis legislativa en el Congreso federal y su ausencia de propuesta.
El PRI por su propia cuenta tiene dificultades. En el nivel nacional afectó la salida de Humberto Moreira; fue un golpe al conjunto del PRI y a sus mandatarios estatales. No es casual que Ernesto Cordero persista en significarle costos al PRI por su manera de gobernar, tampoco los señalamientos del Presidente por la supuesta falta de colaboración de los gobernadores en la lucha contra la violencia y el crimen.
López Obrador y la izquierda se han llevado la mejor parte. El giro de su candidato hacia la moderación ha sido exitoso, aunque no son pocos los que desconfían de su autenticidad. Marcelo Ebrard ha hecho todo para apuntalar a López Obrador. Aunque en el PRD las heridas y las divisiones son profundas, han sabido cerrar filas cuando inicia la contienda. En el PRI la situación es lo opuesto: el senador Beltrones declinó a participar y dejó al PRI sin un proceso competido y sus ventajas; el apoyo a Peña Nieto por el senador ha sido elusivo y sus afines fueron clave para la debacle de Humberto Moreira.
El PAN recoge los beneficios de haber optado por una elección competida. Sus aspirantes cuentan con beneficios considerables que les dan exposición y visibilidad. Es difícil un cambio significativo en la preferencia favorable a Josefina Vázquez Mota, quien ha crecido dentro y fuera del PAN, en la competencia interna y en la constitucional frente a Peña Nieto y López Obrador. Al socializarse los números en enero, es posible genere en el PAN una inercia de unidad en torno Josefina y que lleve a Cordero a una posición menos golpeadora.
El presidente Calderón cierra el año con buenos números. Su beligerancia hacia el PRI ha comprometido su imparcialidad. Será difícil que Ernesto Cordero gane la candidatura, aunque cumple con la tarea de defender lo que ha hecho el PAN en el gobierno federal. El PRI deberá cuidar los términos de su enfrentamiento con el Presidente. La ausencia de voceros legislativos es notoria y es donde debiera contenerse la intervención ilegítima del Presidente en los comicios. El Presidente es beneficiario de una baja en la crítica. Es difícil que así continúe, con los previsibles efectos.
La arena será mediática y en el territorio. Allí la situación favorece al PRI, aunque no en los mismos términos de los años pasados. La geografía del poder partidario ha cambiado: el tricolor muestra deterioro en zonas del norte, también en Veracruz, Oaxaca y Puebla. Por su parte, muestra fortaleza en el centro del país, Jalisco y Baja California. Son muchos los estados con elecciones locales concurrentes. De persistir la lógica del tricolor del Estado de México, Nayarit y Michoacán podría construir las bases para el triunfo.
Los tres grandes partidos son víctimas o beneficiarios de lo que hacen sus gobiernos locales. El PRD tiene importante fuerza donde ha hecho bien las cosas, significadamente el Distrito Federal, donde enfrenta la competencia del PRI y de Beatriz Paredes, una candidata de excelencia para la entidad. El PRD ha visto fuertes derrotas por mal gobierno como Zacatecas y Michoacán, cuyos ex gobernadores pretenden la impunidad que acompaña al cargo legislativo. En Guerrero y Oaxaca la situación es incierta, aunque mejor que en el pasado. El PAN ganaría en Guanajuato, pero su circunstancia está muy complicada con el PRI en Jalisco y Morelos. Todo puede ocurrir en Puebla y Sinaloa, estados gobernados por mandatarios con pasado priista postulados por coalición de PAN y PRD.
El desenlace de la elección resulta de tres planos: la competencia y las campañas mediáticas de los candidatos presidenciales, la fortaleza o debilidad de los gobiernos federal y locales, y las elecciones concurrentes. La lectura simplista y simplificadora de las encuestas de intención de voto conducen al engaño, no obstante la tentación de remitirse a éstas como instrumentos de diagnóstico predicción exactos. La volatilidad y el voto diferenciado son la constante, acrecentados por una elección concurrida. Hay electores inteligentes; desafío mayor para quienes buscan su voto o por quienes observan y comentan las elecciones
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