domingo, 25 de diciembre de 2011

Nestor Ojeda - Políticos devaluados


El actual proceso electoral presidencial ha demostrado de nueva cuenta la forma en que la clase política se ha degradado y devaluado. Los candidatos de todos los partidos son un ejemplo de ello.
Desde los dislates de Enrique Peña Nieto y la hilarante república del amor de Andrés Manuel López Obrador, hasta los infructuosos esfuerzos de Josefina Vázquez Mota, Santiago Creel y Ernesto Cordero por desmarcarse de la impugnada estrategia anticrimen de Felipe Calderón, todos los aspirantes a la Presidencia muestran su falta de estatura para dirigir los destinos de México.
En realidad no se trata de casos aislados, sino del consistente declive de la clase política mexicana, lo cual no es cosa menor, pues la relevancia de la elección presidencial estriba no sólo en el reparto del poder político, los espacios de gobierno y el diseño de políticas públicas, sino en la influencia que ese hombre investido como titular del Ejecutivo tiene durante seis años en la sociedad mexicana, la cual en alguna medida se convierte en reflejo de quien ocupa la residencia de Los Pinos.
Se pueden tomar tres presidentes como casos emblemáticos. El sexenio de López Portillo, en el cual la corrupción, el dispendio y el abuso fueron la marca que dejó un presidente voluntarioso y megalómano, como lo fue don José, que construyó un gobierno de amigotes y familiares que con su frivolidad y ambición hicieron del exceso y la prepotencia el pan de cada día en el país.
Está el de Carlos Salinas de Gortari, cuya brillantez se extendió a un gabinete de jóvenes talentosos que impusieron la marca de la eficacia y la inteligencia a un gobierno que abrió las puertas de la modernidad económica a México y le dio instituciones como la CNDH y el IFE.
Y el gobierno de Vicente Fox, el hombre que paradójicamente sacó al PRI de Los Pinos y que con certeza absoluta puede ser visto como el burro que tocó la flauta, que integró un gobierno ineficaz con funcionarios y superfluos, los cuales comenzaron el desmantelamiento de las estructuras de inteligencia y seguridad mexicanas y minaron las instituciones democráticas que permitieron la llegada del PAN a la Presidencia al intervenir de manera descarada en el proceso presidencial de 2006.
Y por todo esto, pensar que Peña, López Obrador o alguno de los panistas ocupará la silla presidencial no le augura grandes beneficios a México en los próximos seis años

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