El sentido de una interrogante sin sentido
La pregunta que da título a esta columna se ha formulado innumerables
veces como interrogante o afirmación en conversaciones aparentemente
superficiales donde se evalúa el estado que hoy guarda la situación
general de nuestro país. Se plantea como una broma seria o con una
seriedad bromista, y suele ser una manera de pasar un juicio negativo
sobre la situación que guarda la seguridad, o el crecimiento de la
economía en México, pero igual podría también relacionarse con el estado
de la educación, de la laicidad, de la política exterior, de la
energética, del papel del Ejército, etcétera.
Sin embargo, lo que hoy más se extraña del pasado inmediato -de ese al
que política y moralmente le daba sentido la lucha contra el
autoritarismo priista- es que entonces se mantenía y crecía la esperanza
de alcanzar un futuro político digno, incluso brillante. Hasta finales
del siglo pasado, el esfuerzo de los mexicanos inconformes por llegar a
la democracia política estaba impulsado por un supuesto muy optimista:
cuando ésta finalmente se alcanzara, México tendría otra vez vía libre
para encaminarse a una etapa superior de su desarrollo, no sólo material
sino también moral.
· ¿Volver a la época de los dinosaurios?
El sin sentido de la frase "estábamos mejor cuando estábamos peor" puede
interpretarse en la coyuntura actual no como una añoranza real del
pasado priista y sus virtudes intrínsecas -que no las tuvo-, sino como
resultado de la desilusión de la transición política encabezada por el
PAN y como una cierta resignación ante lo que hasta hoy nos dicen las
encuestas de opinión: la posibilidad del retorno del PRI a la
Presidencia en 2012. La resignación ante la perspectiva de que la
política mexicana vuelva a caer en manos de quienes la monopolizaron por
71 años, está alimentada no por alguna gran esperanza sino por una gran
desilusión: por la fatiga de un largo empeño que no dio frutos. Se
trata, en el mejor de los casos, de una esperanza extenuada, muy cercana
al cinismo: que los corruptos pero fogueados políticos del PRI puedan
detener el actual proceso de desintegración de lo que queda de un
proyecto nacional, de poner fin a una conducción política blanquiazul
que resultó incapaz de cumplir con su promesa, que ni siquiera entendió
la naturaleza de los procesos que desató -en particular el de la
"guerra" contra el narcotráfico- que no tuvo la enjundia para confrontar
a los poderes fácticos a fin de remover esos enormes obstáculos para
nuestro desarrollo que significan los monopolios, el sindicalismo rémora
que controla la educación o Pemex y, desde luego, que en vez de
combatir la corrupción pública endémica decidió sumara a ella.
Pero ese desahogo de las frustraciones por la vía de propiciar el
retorno de quien tiene -y mantiene- en el centro de su biografía el
autoritarismo y la corrupción, es una insensatez. Si el PRI regresa a
"Los Pinos" pudiera construir una coalición gobernante más eficaz para
legislar que el PAN pero al precio de cancelar la perspectiva de un
cambio, de un futuro mejor, al menos por uno o varios sexenios. La
energía política que se generó desde una parte de la ciudadanía con el
neoperonismo en 1988, con el foxismo en el 2000 o con el
lopezobradorismo en el 2006 sería muy difícil de recrear por cuarta vez
para el momento en que México volviera a tener su siguiente gran cita
con las urnas en 2018. Y es que la esperanza también se fatiga y se
torna indiferencia cuando no cinismo.
Si en el pasado y todavía hoy algunos sectores de la sociedad mexicana,
los más inquietos e imaginativos, tuvieron o tienen confianza en las
posibilidades de un futuro razonablemente mejor, con el posible retorno a
"Los Pinos" del partido que Plutarco Elías Calles fundó en 1929, el
futuro se queda ayuno de promesas. Si el PRI vuelve, vuelve el espíritu
del "Grupo Atlacomulco" que está caracterizado por muchas cosas, menos
por la generosidad y la honradez. Además, retornaría con un elemento
adicional: empleará lo que aprendió en su "travesía por el desierto" de
los dos últimos sexenios que estuvo en la oposición -lo que aprendió en
sitios como el Estado de México o Veracruz donde evitó que la ola
democratizadora lo sacara de su lugar- para que no le vuelva a pasar lo
del 2000, de tal manera que los 82 años de un dominio ininterrumpido en
el Estado de México se convertirían en un siglo y más.
Y si las tendencias no son revertidas por la izquierda (o por la propia y
desgastada derecha panista), sacudirnos después de 2012 a un PRI que
sigue sin cambiar su idea de que el poder se hizo para abusar de él -el
affaire Moreira es el ejemplo más reciente y claro de esa actitud-
pudiera llegar a ser una tarea más difícil de lo que fue en el 2000.
· El pasado como época mejor
Hay que reconocer que la añoranza que algunos tienen del pasado priista
pareciera tener ciertas bases económicas. Sin embargo, debe subrayarse
que no se trata de todo el periodo en que dominó el PRI, sino sólo de
una parte: de aquella en que la economía estaba basada en el mercado
interno, pues ese panorama cambió y radicalmente a partir de 1982, es
decir cuando la lógica del mercado y de la globalización sentaron sus
reales.
De acuerdo con las cifras disponibles, el Producto Interno Bruto de
México tuvo un crecimiento anual promedio de apenas 0.18% con Miguel de
la Madrid, de 3.9% con Carlos Salinas y de 3% con Ernesto Zedillo. Es
decir el PRI del neoliberalismo y la globalización presidió un
crecimiento promedio anual del PIB de apenas 2.49%. En contraste, el
promedio anual de crecimiento del PRI del nacionalismo revolucionario,
de entre 1935 -primer años del gobierno del presidente Lázaro Cárdenas-
hasta 1982 -el último año del gobierno de José López Portillo- fue de
6.07% (José Luis Calva, El Universal, 17 de junio, 2005). Sin embargo,
el PRI que regresaría en 2012 sería el del fracaso económico, el de
Carlos Salinas -hoy su cercanía con Enrique Peña Nieto es pública y
notoria-, es decir, el del raquitismo y no el del crecimiento del 6%,
que en su época fue considerado "el milagro mexicano". Hoy, cuando China
crece al 9 o 10%, apenas si sería el mínimo aceptable.
Claro que si el crecimiento del PIB de las últimas tres administraciones
priistas resultó raquítico fue en parte por los errores cometidos por
los gobiernos también priistas que les antecedieron -los de Luis
Echeverría y José López Portillo. El desempeño en este rubro de las dos
administraciones panistas, las de Vicente Fox y Felipe Calderón, ha
resultado peor: de apenas del 1.5% anual en promedio (El Universal, 1o.
de diciembre). Es pues en el campo del crecimiento global de la economía
y en su reflejo en el aumento de la pobreza y la debilidad del empleo
-según cifras del INEGI, del 28% de los mexicanos entre los 14 y 29 años
que ya son asalariados, sólo pueden serlo parcialmente a lo largo del
año (Reforma, 12 de agosto, 2011)-, que se puede encontrar un apoyo en
los datos a la idea de que el pasado pudo haber sido el de un tiempo
mejor. Obviamente, también ocurre lo mismo al examinar el panorama de la
violencia, pues aunque la inseguridad ciudadana viene de lejos -robos,
asaltos y secuestros-, ahí también se encuentra una base numérica para
justificar la nostalgia. La cifra de 11,583 muertes violentas
relacionadas con el narcotráfico en 2010 ya fue superada en 2011 pues, a
partir de 2007, cada año la situación en este campo es peor que en el
anterior.
· Lo que no debemos echar de menos
El régimen priista se caracterizó, entre otras cosas, por su corrupción.
Es verdad que los dos últimos sexenios panistas no mejoraron en nada
esta situación, pues los nuevos responsables de la conducción política
-y aquí debe de incluirse no sólo al PAN sino a buena parte de los
gobiernos locales del PRD- simplemente decidieron nadar usando la
corriente y aprovecharon en su beneficio "los usos y costumbres del
PRI". La calificación que México ha sacado en los índices de
Transparencia Internacional avala esta afirmación, pues nos dicen que
seguimos siendo calificados como uno de los países donde la corrupción
es la norma y no la excepción. En 2001 sacamos 3.7 sobre 10 en este
rubro pero en el transcurso del panismo ya bajamos a 3. Vamos pues hacia
atrás (cpi.transparency.org/cpi2011/results/).
· Conclusión
Si finalmente una mayoría relativa de los ciudadanos mexicanos opta el
año entrante por sostener que "estábamos mejor cuando estábamos peor",
reivindicarían nuestra vieja condición de súbditos y no de ciudadanos.
Ojalá no sea el caso.
Leído en http://www.reforma.com/editoriales/nacional/637/1272822/
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