viernes, 9 de diciembre de 2011

Ricardo Alemán - La patada en el trasero


Los tiempos político electorales, como todos saben, son tiempos de engaño, traición, demagogia y mentira.

Y no son la excepción –respectivamente-, la elección presidencial y las concurrentes que se vivirán en seis estados del país.

Y viene a cuento el tema, porque luego del feliz espectáculo de unidad de las llamadas “izquierdas” -cuyos líderes se retrataron juntitos, tomados de la mano y arengando el amor y la paz-, lo cierto es que asistimos a una farsa escandalosa que parece dirigido a provocar la desaparición de la izquierda.

En otras palabras, que el grupo político que lidera Andrés Manuel López Obrador, le dio “una patada en el trasero” a la izquierda mexicana que, hace 22 años, se construyó en torno al PRD. Pero la patada va dirigida al grupo hegemónico del PRD; los llamados “Chuchos”, que a lo largo de una década combatieron a AMLO.

Por eso, cuando alegremente los líderes de la izquierda anunciaron la “reconciliación” de sus intereses y ambiciones, pocos creyeron la farsa.

Y es que resulta imposible e impensable que de la noche a la mañana, “los Chuchos” y AMLO olvidaran sus agravios y afanes destructivos, para ir “juntitos”, como impensable emulsión mezcla agua y aceite.

En realidad, lo que vimos la mañana del 29 de noviembre no fue más que la imposición del grupo de Andrés Manuel López Obrador y la claudicación de la pandilla de los “Chuchos”. Y si tienen dudas, las evidencias abundan.


“CHUCHOS”, ¡A LA BASURA!
Primero, vale la pena echarle una mirada a la designación de los “generales de la campaña” de López Obrador. Aparecen Ricardo Monreal, Dante Delgado, Alberto Anaya, Rosalinda López, René Cervera y Patricia Patiño.

Como queda claro, no hay un solo lugar para los “Chuchos”. Sin embargo, y a pesar de la grosera exclusión de los “chuchistas”, los señores Jesús Ortega y Guadalupe Acosta se dijeron tranquilos, bromearon con los tiempos de la “república amorosa”, y hasta justificaron que les dieran una patada en el trasero.

Frente a esa realidad, es evidente que López Obrador sólo utilizará al PRD para ordeñar los recursos económicos, las prerrogativas y los spots. Lo demás, ya tiene un lugar en la basura de la historia. Pero ahí no termina todo.

Segundo, ya están a la vista las maniobras para arrebatarle al PRD, y en general a la izquierda, una buena tajada de las candidaturas a puestos de elección popular; sea para el GDF, para las seis elecciones estatales concurrentes, para diputados o senadores. ¿Qué significa eso?

Que AMLO creará su propio grupo de leales, de entre el “cascajo político” que levanta en todo el país, de los “desperdicios” del PRI, del PAN y de otras organizaciones que se han caracterizado por el oportunismo político.


JAURIA TRAS UN HUESO
En resumen, que AMLO regala candidaturas y posiciones políticas –como regalar dulces-, entre la jauría de ambiciosos sin ideología, sin principios y sin memoria, que darán todo por “ un huesito” para medrar del poder. Y claro, a cambio de esas migajas ya queman incienso en torno a López Obrador y practican las penosas genuflexiones.

¿Quieren pruebas?

Ahí están Manuel Bartlett, perseguidor y defraudador de la izquierda mexicana; ahí están los panistas Mauricio Sada Santos y Fernando Canales Stelzer, oportunistas y empresarios que ahora medrarán con el poder político. Ahí está “Grez” Sánchez, el pillo ex precandidato a Quintana Roo, y a quien se le descubrieron jugosas fortunas en Miami.

¿Qué significa todo lo anterior? Que a AMLO no le importa la izquierda, tampoco las ideologías, ni los principios. Le interesa el poder por el poder.

Por eso recorre el país en busca de los “desechos políticos” y el “cascajo” del PRI, de la izquierda y de la derecha. En otras palabras, López Obrador regala candidaturas a cambio de lealtades, sumisión.

Por eso vale recordar un clásico de Fernando Savater. “Nos quejamos de que los políticos mienten, pero en forma inconsciente les pedimos que lo hagan. Nunca los votaríamos si dijeran la verdad tal cual es… de modo que aquí hay una especie de paradoja; por un lado no queremos ser engañados por los políticos, pero a la vez exigimos que lo hagan”. (Los Diez Mandamientos en el Siglo XXI, pág. 47).


¿SE ACUERDAN?
Al parecer, seis años bastan para transformar al político más recalcitrante en un remanso de amor y bondad.

Al menos eso sugiere el caso de Andrés Manuel López Obrador, quien en la semana del 3 al 9 de diciembre de 2005 llamó “tecnócratas chiflados” a los impulsores del tratado de libre comercio con Estados Unido y Canadá, tachó de “facilito” a Felipe Calderón y exigió la renuncia inmediata del entonces gobernador del Banco de México Guillermo Ortiz. ¿Dónde quedó el amor?

Pero eso no es todo, en esa misma semana, el coordinador de redes ciudadanas de Obrador, Manuel Camacho Solís, salió a defenderlo a capa y espada; ¿será que el tabasqueño se acordaría de eso cuando, hace unos días, negó trabajar con él?

¡Cómo cambian las cosas!

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