sábado, 14 de enero de 2012

Alfonso López Collada- No es culpa del perro



Voy caminando por una calle. Veo un perro. Me le acerco y, aunque me ruge, extiendo mi brazo para hacerle una caricia. Me muerde la mano. Al día siguiente lo veo, me acerco, me ruge, le tiendo mi mano y vuelve a morderme. ¿Culpa del perro?

Dicen que el ser humano es el único animal que se tropieza dos veces con la misma piedra. Sobran los ejemplos de eso, y a veces con más de una reincidencia. Como comunidad estaríamos cometiendo el mismo error, con resultados cada vez peores, si en las elecciones de este año optáramos por repetir nuestro error social al insistir en el rumbo de la corrupción, manipulación, violencia, miseria e impunidad, por resumir. Duele decirlo, pero la culpa ya no sería de los depredadores de México.

Quien no vea en el presente del país el inicio de un colapso completo, debería ver otro noticiero. El intento de minimizar la miseria de la mitad de nuestros compatriotas haciendo brillar de más las cifras macroeconómicas, es un truco de manipulación de la opinión pública. La masa no es consciente de lo que pasa, porque se ve rodeada por opiniones repetidas hasta el aturdimiento. Al asumir estas ideas, el ser social claudica a su libertad de pensar y actuar, a su futuro, a su país y al bienestar de su descendencia… ¿Y a cambio de qué?

Hagamos una división simplista, para aumentar la claridad. Existen los progresistas y los conservadores. Las palabras mismas aclaran que unos quieren progresar, los otros conservar. De hecho ser conservador es bien visto, pero no en el México actual. Tengo dos problemas con el conservadurismo, en dos planos distintos.

Por definición, el conservador tiende a que todo permanezca igual. Pero resulta que la vida no toma en cuenta sus deseos, y todo cambia; lo único que no cambia es que todo cambia; así ha sido y así seguirá siendo, hagamos lo que hagamos. El conservador se opone a la escencia misma de la vida, que es el cambio… y eso es un absurdo inmenso. Cambia el clima del planeta, cambia el universo, cambian las especies, cambian las personas y los países, cambian las creencias. Todo. Quien no vea el cambio, no ve: delira.

En el plano social, ser conservador también es rechazar el cambio. ¿Y quién tiene interés en eso? Quien está viviendo bien, quien tiene libertades, oportunidades, posibilidades de decidir, de educarse, de comer bien, trabajar y cuidar su salud. El problema mexicano es que la gran mayoría de los ciudadanos solo sueñan con esta vida, porque les es impuesta como modelo a través de los medios de comunicación y de un culto al dinero que se vuelve cultura.

La disyuntiva de las próximas elecciones anda por esos rumbos: los débiles, los desposeídos y un número cada vez mayor de clasemedieros anhelan un cambio de rumbo para México, pero la cúpula dominante lucha por anular ese impulso. Sus estrategas, dicho por no pocos especialistas, incluyen el aumento de la violencia -un país asustado se vuelve conservador-, la educación reductiva que impide pensar, analizar y protestar, y la creación de súper héroes venerados por la “prole”, que quisiera ser como ellos -así se aniquila la identidad nacional-. A la larga, nos enseña la historia, presionar de más a un pueblo siempre hace que éste reaccione. Ya es hora.

Votar por un candidato no es lo mismo que apostar cincuenta pesos en el partido de mañana. Votar por seguir igual nos hará culpables de peores consecuencias de las que ya vivimos.


http://www.elarsenal.net/2012/01/07/no-es-culpa-del-perro/voto_calla-copiar/

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