No hay duda. La candidatura de Isabel Miranda de Wallace, mujer admirable y respetada, modifica la contienda por la Jefatura de Gobierno. La decisión de la cúpula panista refleja claramente que la elección capitalina es fundamental para la presidencial. Que una desventaja tan amplia en la competencia en el DF no les favorece, porque hoy por hoy es vital mantener el segundo lugar en las encuestas nacionales para evitar un desplome y la caída al tercero en la medida que se acerca la elección del 1 de julio. El proceso en el Distrito Federal es un reflector nacional y una personalidad como la señora Wallace puede ayudar a conquistar un voto ciudadano. El PAN sabe que es difícil traducir esta apuesta en un triunfo en la ciudad, pero su lance tiene que ver más con abonarle votos a lo nacional que lo que se juega estrictamente en el plano local. Sin embargo, este cambio de rieles no está exento de dificultades. Isabel Miranda no recibe órdenes y su discurso se centra más en lo que ella piensa y representa que en lo que defiende el blanquiazul. Esto les da, pero también les quita. El jueves, en la entrevista que le hizo José Cárdenas, respondió sin tapujo alguno que ella comparte el derecho de la mujer a decidir sobre su cuerpo, que no habrá retrocesos en materia de aborto y tampoco en las otras libertades que se han conquistado en el DF. Bien por ella, pero complicado para un partido que ha hecho de esta disputa uno de sus principales motivos. Que ha peleado sin éxito porque se declaren inconstitucionales estas reformas y que seguramente no comulga con la posición de la que hoy es su candidata. De su lado tampoco los motivos parecen suficientes. Ella señala como el principal evitar que en el país se imponga una aplanadora priista. El problema es que su candidatura se da en una plaza en la que el partido a vencer es el PRD. Que su impulso puede ayudarle al PAN, pero no se traduce automáticamente en un castigo al precandidato tricolor, entre otras cosas porque la ciudad se ha distinguido incluso por ejercer un voto diferenciado. Por otra parte, si bien centra su discurso en un tema importante para la ciudad como es el de la seguridad, el hecho es que aquí se han reducido los índices delictivos desde el 97 que llegó el sol azteca al poder y los resultados contrastan enormemente con los obtenidos por el partido que la postula y que hoy gobierna en el ámbito federal. Si convierte esto en el cuestionamiento central al que seguramente será el candidato perredista y a los gobiernos estatales del PRI como lo ha hecho desde su trinchera ciudadana, estará al mismo tiempo escupiendo para arriba porque, ya en la arena electoral, sus adversarios no se tentarán para echarle en cara la violencia y muerte que hoy prevalece en buena medida por la incapacidad del panismo. El impacto inicial que significa su candidatura se puede ir perdiendo en la medida que ella adquiera cada vez más el ropaje azul, lo que será inevitable en el transcurso de la contienda.
Sin embargo, independientemente de eso, su presencia en el proceso representa una jugada audaz que inmediatamente descoloca al PRD que, en la selección de su candidato o candidata, ha sido incapaz de arriesgarse y de asumir esta decisión con la responsabilidad que se requiere cuando se gobierna la capital. Primero, se les negó a sus militantes y simpatizantes el derecho a participar en un proceso de elección que lo había distinguido durante las tres veces anteriores. Cárdenas, López Obrador y Ebrard fueron electos en un proceso de votación abierta sin que se registrara ningún incidente, lo que les dio una plataforma envidiable para la disputa constitucional. Ahora el perredismo se ahoga en sus propias contradicciones. Incapaz de dejar atrás intereses de grupo, presentará a través de una encuesta lo que parece ser ya la decisión. Es cierto que hoy las encuestas le favorecen como partido en la ciudad, pero a la hora de enfrentar a los contendientes otro gallo les cantará. Tendrán que apostar, que arriesgar, que jugar en serio, si quieren mantener la ciudad.
Ser o… neceser
Por más que se desgañiten al interior de los partidos, el Tribunal Electoral ha sido claro. No habrá Juanitas. Punto.
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