jueves, 5 de enero de 2012

Carlos Loret - Movimientos que preocupan.



Cuando hablaba de la APPO (Asamblea Popular de las Pueblos de Oaxaca), el entonces secretario de Seguridad Pública Federal, Eduardo Medina Mora, se ponía serio. Contaba que al grupo liderado por Flavio Sosa debía dársele toda la importancia no tanto por sus demandas políticas o su presencia en medios de comunicación, sino por su extraordinaria base social: eran capaces de reunir a 10 mil personas en cosa de 10 minutos en cualquier parte de la capital oaxaqueña.
En la recta final del sexenio de Vicente Fox, a Medina Mora le tocó enfrentar la crisis de gobernabilidad que generó en esa Entidad el régimen del priista Ulises Ruiz Ortiz, acusado no sólo de actos de corrupción y desvío de recursos, sino de asesinatos de opositores.
(El mismo discurso de la base social, al arranque de la administración del Presidente Felipe Calderón y la guerra contra el crimen organizado, fue con el que alertó el propio Medina Mora —ya como procurador general de la República— con respecto del narcotráfico: lo más peligroso era que en cada vez más lugares de México, a los capos la gente los protegía y avalaba).
En el conjunto de los grupos de presión social que pueden derivar en problemas de seguridad nacional, el movimiento de estudiantes normalistas de Ayotzinapa, Guerrero, es una de las principales preocupaciones del Gobierno federal (claro, después de la prioridad que es lograr que el PAN gane las elecciones de 2012). La primera asamblea de los futuros profesores, posterior al asesinato de sus dos compañeros estudiantes en la Autopista del Sol a la altura de Chilpancingo, no reunió a más de 50 personas, y eso que ya habían llegado en su apoyo los macheteros de Atenco (Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra, con su dirigente Ignacio del Valle al frente). Los discursos fueron dispersos en sus demandas, largos en su duración, aburridos en su oratoria.
Sin embargo, dos días más tarde, eran tres mil marchando por Chilpancingo. Eso reencendió las alertas. Y más aún, tras observar imágenes que recordaron de inmediato el conflicto que se devoró a Oaxaca entre 2005 y 2006: jóvenes radicales encapuchados tomando estaciones de radio y televisión. Ya sin contar que se sumaron a la protesta normalista los integrantes de la filial guerrerense de la APPO, la APPG (Asamblea Popular de los Pueblos de Guerrero). Y que la coincidencia de fechas es inevitable: ambos movimientos surgen en la víspera de procesos electorales de sucesión presidencial.
El peligroso potaje en que han convertido a Guerrero está como para soñar con sus playas y tener pesadillas con lo demás.
Saciamorbos
El líder histórico, sentado en primera fila de la Asamblea en el auditorio de la Escuela Normal, dormitaba durante las deliberaciones. Eso sí: machete empuñado descansando sobre el muslo.

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