miércoles, 4 de enero de 2012

Ricardo Rocha - El precio de los muertos.




Para su desgracia, éste será calificado como el gobierno de la sangre y
la muerte. De acuerdo con los diversos conteos macabros, hubo más de 12
mil asesinatos tan sólo el año pasado a causa de la guerra calderonista
contra el crimen organizado. Que, acumulados en un total de cinco del
sexenio, han rebasado ya la cifra que anticiparon muchas voces
calificadas entonces de catastrofistas: 50 mil. Más que todos los
soldados estadounidenses muertos en la absurda y prolongada guerra de
Vietnam; como una Plaza de Toros México a reventar y cinco veces los 10
mil que se juntaron en el Ángel de la Independencia para despedir el
2011 y recibir el 2012.

En cualquier caso son muchos muertos. Demasiados. Tantos como para
pensar qué hay detrás de ellos: los ríos de llanto, los mares de dolor,
los pantanos de miedo, los 120 mil desplazados, los más de 100 mil
desaparecidos, los quién sabe cuántos huérfanos y la pregunta de si de
verdad no ha sido ya suficiente.

Yo no sé si cuando se degustaron los beneficios de esta guerra, para
legitimar a un gobierno tan cuestionado de origen, se anticipó lo que
podría ocurrir en 2012. Me temo que no. Y que nadie imaginó que el peso
y el precio de los muertos se echaría encima de un gobierno que apenas y
puede con esta carga brutal que representan los balaceados, los
enterrados, los torturados, los ejecutados y, claro, los niños
asesinados por soldados en retenes que son una ruleta rusa. Y que por
todo ello está pagando una factura demasiado alta. Y además injusta,
porque nos incluye a todos.

Por eso la omnipresente propaganda oficial nos taladra el oído y el
cerebro con la cantaleta de que vamos ganando y que no había ninguna
otra vía que la seguida hasta la fecha. Lo que pretenden es un control
de daños por la sencilla razón de que éste es, tal vez, el año electoral
más importante de todos los tiempos.

Por eso en el interior del PAN el debate de qué hacer con el peso de los
muertos es cada vez más ofensivo, entre quienes pugnan por estar con
Calderón hasta el final y quienes plantean como urgente un deslinde
antes de que el deterioro sea irreversible. Ejemplos de ello son el
cordecalderonismo a ultranza, frente a las posturas —más decidida en el
caso de Creel y tibia de Vázquez Mota— en el sentido de que hace falta
más inteligencia y menos violencia.

Y que conste que ni en el PAN ni en el gobierno pueden quejarse de que
nadie les planteó alternativas.

Han sido numerosísimas las voces que desde dentro y fuera han planteado
otras opciones muy distintas para combatir al crimen organizado. Baste
recordar la propuesta de nuestra UNAM, que fue oída pero no escuchada,
vista pero nunca mirada con el rigor que merecía por su seriedad y
amplitud. Que ofrecía una estrategia —ésta sí— integral que incluía un
gran pacto político y social para atender las causas estructurales del
fenómeno, un programa especial de atención a los jóvenes, la persecución
en serio del lavado de dinero para desmembrar los cárteles del
narcotráfico, igual medidas legales delincuenciales y el rediseño del
esquema de prisiones, entre otras tantas ideas concretas, que ni el
gobierno ni el PAN quisieron considerar siquiera.

Está claro que siempre hay un desgaste del partido en el poder. Pero
otra cosa es la cuesta arriba de un año que se anticipa como recesivo en
materia económica global, muy complicado para Estados Unidos y
extraordinariamente complejo para nuestra dependiente economía mexicana.
El problema adicional es que esa pendiente habrá que remontarla con el
gigantesco peso de la guerra perdida que por momentos parece aplastante.

Por tanto, sea cual fuere el candidato de Acción Nacional, deberá
enfrentar el escenario adverso de dos factores más que negativos: la
violencia en las calles y los bolsillos vacíos.

Así que, a pesar de un bombardeo inmisericorde, es muy cuestionable la
cauda de mensajes que intentan convencernos de las bondades de una
guerra que ninguno pedimos. No hay campaña mediática, por muy
eficientista que sea, que borre tan fácilmente el recuerdo y las
imágenes de los montones de muertos en las calles, del fuego contra
fuego sin importar quién queda en medio, de las persecuciones
terroríficas en las ciudades, del reinado de los fantasmas en los
pueblos, de las fosas clandestinas en los llanos, del sufrimiento de los
torturados, de la tristeza infinita de las viudas, los parientes y los
amigos; de cómo murieron Bryan y Martín en brazos de su madre en un
retén militar.

Y todavía pelean tres precandidatos por alcanzar la candidatura panista
a la Presidencia de la República. Y más aun la disputan ferozmente con
Calderón y la cúpula del PAN. Yo me pregunto para qué.

Y sobre todo, cómo piensan hacerle para despojarse de la carga enorme
que ya pesa sobre ellos.

Las vueltas que da la vida.

Leído en http://www.eluniversalmas.com.mx/editoriales/2012/01/56458.php

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