Enrique Peña Nieto no será más el abanderado del Panal. Al margen de las razones citadas oficialmente para la disolución de ese matrimonio de conveniencia, no me quiero imaginar lo peliagudo de los cálculos y equilibrios de los asesores del priista: ¿cuántos votos cautivos pueden dar los maestros que controla Elba Esther Gordillo y cuántos sufragios ciudadanos elimina el desprestigio que acarrea esa alianza? Sin mencionar la cuota de promesas y prebendas que ahora se ahorrará el toluqueño, ni la espléndida bandera que se le disuelve como rayito de esperanza entre las manos a López Obrador, personaje en modo alguno ajeno a rodearse de operadores de reputación dudosa pero que sabe que, entre las uniones contra natura, la que puede darse con esa villana favorita es la más cercana al beso del diablo para cualquier político mexicano.
¿Lamentará Gordillo haberse zafado de quien los momios dicen será el siguiente presidente de México? Depende, primero que nada, de que el divorcio sea real. Si no lo es, podemos vaticinar para Gordillo leves denuestos durante la campaña seguidos por jugosos beneficios, oficiales y no, en el próximo sexenio. Si lo es, como parece, la lideresa puede esperar desde una reedición del quinazo hasta nada: después de todo, las instituciones que apuntalaron la dictadura, una de las cuales es presidida por ella de manera vitalicia y sin rendición de cuentas alguna, siguen tan intactas ahora como antes de 2006, y hasta más, pues han tomado su cuota de esa vieja autoridad exclusivamente presidencial que tenían los jefes de Estado priistas, y lo que puede ser un distanciamiento electoral inmediato no implica necesariamente uno de largo plazo de frente a las delicadezas del manejo sindical.
¿Le hará falta a Peña Nieto el respaldo de la maestra en julio? En votos contantes y sonantes quizá no: con la ventaja considerable que lleva en unas encuestas que parecen impermeables al derrape y al desprestigio, es fácil pensar que puede prescindir de ella, a menos que suceda algo tan cataclísmico como improbable. Pero si todo sigue como hasta ahora las huestes de Gordillo pueden a lo más asegurarle a alguien un buen segundo lugar, aunque resulte tan difícil imaginarla al lado de AMLO como de Vázquez Mota.
Lo único que queda perfectamente claro en todo este enredo es que, en México, la búsqueda del poder político es el imperativo, mientras que la educación tiene muchos años de no importarle un carajo a nadie.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor, sean civilizados.