Genaro García Luna. |
García Luna vive todos los días las contradicciones de la personalidad mexicana, sibilina, hipócrita, cobarde. La belicosidad con la que lo atacan, la obsesión con la que lo critican y la subjetividad de muchos de sus detractores, sólo es comparable con la genuflexión con la que muchos de sus enemigos públicos lo tratan en privado, y la necesidad que sienten cuando, en momentos de riesgo, piden que los ayude.
Hay políticos que lo denuestan en las tribunas parlamentarias, y horas después le hablan para explicarle que lo que dijeron, realmente no lo piensan. Hay periodistas que lo usan regularmente como piñata, y que corren a él cuando se ven inmersos en problemas. Hay líderes políticos que reconocen que muchas veces los ataques que realizan sobre García Luna son, en realidad, para golpear al Presidente por razones ajenas a la seguridad, y otros, particularmente en el área de las ONG donde se encuentran algunos de sus principales críticos, que lo buscan para financiamientos. Criticarlo es políticamente correcto, y rentable.
García Luna es generador de esta dicotomía del comportamiento político mexicano. A lo largo de todo el gobierno de Calderón, el secretario de Seguridad Pública, que se enteró de que sería nombrado menos de 90 minutos antes de que se anunciara su designación, nunca ha dejado de ser un objetivo para destruir. En septiembre de 2010, en este mismo espacio se apuntó que ningún secretario en la memoria había sido sometido a un ataque tan vitriólico, frontal y masivo como él. Le han dicho corrupto y represor, y hasta por la forma tableteada de hablar, lo han descalificado.
Es el pretexto perfecto para alimentar la discordia. En las dos últimas semanas, y las que vendrán en lo que resta del mes, ha estado en el centro de la discusión por el caso de Florence Cassez, sentenciada a 60 años de cárcel por secuestro. La recreación para la televisión mexicana sobre el episodio de su detención en 2005 por policías de la Agencia Federal de Investigaciones, ha sido el eje de la crítica permanente contra él.
En el juicio de Cassez, tres instancias judiciales dijeron que la recreación no afectó el proceso y el alegato de la defensa fue desechado. La renovación de la polémica se debe a un proyecto de resolución del ministro Arturo Zaldívar que retoma ese punto como el eje de su documento para pedir la liberación de la francesa porque no se respetaron sus garantías constitucionales. El proyecto se discutirá esta semana en la Suprema Corte de Justicia.
Hablar negativamente de García Luna en México es un pleonasmo. Difícil y cuesta arriba es defenderlo o tomar una posición que coincida con él. Desde que se difundió el proyecto Zaldívar, el secretario fue objeto de una intensa campaña negativa en las redes sociales que apenas comenzó a amainar este fin de semana. Esto, sin contar con la batería de plumas y voces que lo han cuestionado desde las tribunas periodísticas, y los políticos que se han sumado al pensamiento convencional.
En estos días se ha pedido su destitución por el affaire Cassez, con una visión tan unidimensional que se pasan por alto varias cosas: García Luna era subalterno del subprocurador para Delitos de la Delincuencia Organizada, José Luis Santiago Vasconcelos, quien a su vez era subalterno del procurador Daniel Cabeza de Vaca. Es decir, para efectos de argumentación, si el caso de la “escenificación” televisiva, como lo describe el ministro Zaldívar, fuera determinante, Vasconcelos –que murió en 2008- y Cabeza de Vaca –actual miembro del Consejo de la Judicatura-, tendrían una responsabilidad mayor. Más aún, si el llamado “montaje” hubiera sido clave en el caso, el ministerio público tendría que haber consignado en su momento a los policías que lo hicieron.
Toda esta línea de mando y responsabilidades ha sido ignorada por todos. Sirve, en el contexto actual, sólo para mostrar el poder de la personalidad de García Luna, como el diablo de la administración calderonista, al cual hay que exorcizar. La paradoja es que su imagen doméstica sigue contrastando con la que tiene en el extranjero.
Este año solamente, el ampliamente admirado en México general Óscar Naranjo, responsable de combatir a la delincuencia organizada en Colombia, le pidió a García Luna ayuda para capacitar y fortalecer a la policía colombiana, que se encuentra empapada en la corrupción. Recientemente se planteó a nivel internacional imitar el modelo de Policía Federal que instrumentó en México y desarrollarlo en otras naciones. Gobiernos centroamericanos y sudamericanos recurren constantemente a él por asesoría.
Hace unas semanas estuvieron en México los miembros de los Comités Selectos de Inteligencia y de Apropiaciones de la Cámara de Representantes y el Senado de Estados Unidos, y pidieron ver específicamente Plataforma México, el orgullo tecnológico de su gestión. Previamente, en una visita inusual, el jefe de Inteligencia del Comando Norte, lo fue a ver a su oficina para que le mostrara los sistemas que ha instalado y su operación en tiempo real. Y cuando García Luna viajó hace un par de meses a Washington, el nuevo jefe de la CIA, el general David Petraus, pidió verlo durante 15 minutos, en una reunión que se alargó a 75.
García Luna, un ingeniero mecánico que jugó futbol profesional con el América a principio de los 80 antes de ingresar al CISEN, entrenado por la CIA, el FBI, el Mossad y los franceses, ha resistido toda la crítica en su contra a lo largo de más de cinco años, desafiando todas las leyes de la política que presupondrían que tanto desgaste lo convierten en lastre y no en activo para el gobierno.
Pero no hay señales en ese sentido. Hasta ahora, el apoyo parece incondicional, y su horizonte de vida institucional más allá del fallo de la Corte. En cualquier caso, para efectos prácticos, García Luna debe estar completamente seguro de algo: sin importar cuál sea el resultado, los ataques en su contra no cejarán.
@rivapa
Leído en: http://www.24-horas.mx/el-diablo-mexicano/
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