viernes, 2 de marzo de 2012

EVA Y AMPARO.

Carlos Loret de Mola.


Amparo Vargas carga no sólo el dolor de haber perdido a su hija a manos de un asesino violador sino también la indignación por el trato que le dieron los agentes del Ministerio Público y los policías judiciales del Estado de México cuando fue a denunciar que Eva había desaparecido.
Nadie le ayudó a buscarla, los oficiales le pidieron dinero "para la gasolina" si quería que investigaran y no hubo quién se tomara la molestia de escribir "Eva Cecilia Pérez" en algún expediente. Desde el primer día, Amparo les dijo que la última vez que la vieron fue cuando abordó un microbús "de los verdes con gris", que sería bueno interrogar a los choferes de la ruta. Las autoridades no hicieron nada.
Lo más que obtuvo fue la recomendación, días después de su primera denuncia, de que se presentara "a Homicidios" a ver si de casualidad ahí encontraba a su hija. Solita fue y halló el cuerpo. Lo tenían como "no identificado". La existencia de una denuncia oficial por la desaparición no sirvió de nada para que los investigadores ataran un caso con otro. Si no hubiese acudido Amparo a buscar a su hija, quién sabe cuánto tiempo habrían tardado en establecer su identidad.
Cuando la procuraduría mexiquense detuvo el jueves pasado a César Armando Librado Legorreta como presunto responsable —horas después, confeso— del asesinato y violación de Eva Cecilia y otras seis mujeres, las autoridades la contactaron.
Sintió algún consuelo y recibió de manos de los policías el celular de su hija, que se había robado su victimario. Lo revisó y comprobó que seguían en el aparato fotos de toda la familia, de su vivienda, datos personales y direcciones.
La indignación se duplicó al enterarse por la televisión de que Librado Legorreta se había fugado sin sobresaltos de las instalaciones de la procuraduría mexiquense en Tlalnepantla. Y entonces apareció el miedo por toda la información a la que tuvo acceso el asesino por el teléfono de Eva.
Es sólo la historia de una de las madres de siete jóvenes muertas y de una de muchísimas ciudadanas que padecen, en el Estado de México y en buena parte del país, la doble y hasta triple victimización cuando acuden a la autoridad.
El procurador Alfredo Castillo da muy poco convincentes explicaciones sobre la fuga de Librado Legorreta —asesino y violador al que la procuraduría tiene el pésimo gusto de referirse en boletines, declaraciones y entrevistas con el alias inadmisible de "El Coqueto", como si hubiera una obligación procedimental de presentar a cada detenido con un apodo adjunto— y pretende dar la idea de que si bien su escape fue un error inaceptable, fuera de eso, la investigación del caso fue pulcra y eficiente. Y además dice que caerá muy pronto porque la policía le saca "ventaja".
Se fugó fácilmente porque esa "profunda investigación de inteligencia" no dio para solicitar una orden de aprehensión en su contra. De contar con ella, el detenido habría ido directamente al reclusorio y no a una oficina.
carlosloret@yahoo.com.mx


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