La doble agenda a la que se
refiere el título de esta columna es la que desarrollan algunos de los
mexicanos y mexicano-americanos en Estados Unidos. Y es que por un lado
se mantienen interesados y activos en los procesos políticos que tienen
lugar en el país en que hoy viven -Estados Unidos- pero por otro en los
que ocurren en el país de origen de ellos o sus padres. Para cualquiera
de los millones de mexicanos que residen en Estados Unidos y los aún más numerosos norteamericanos de origen
mexicano, la agenda política de su entorno inmediato -la norteamericana-
está ya colmada de temas difíciles. Pero si a esa se le agrega la
relacionada con lo que sucede en México, entonces resulta que la carga
total es particularmente pesada. Obviamente el mantenerse activos
simultáneamente en el frente norteamericano y mexicano no es algo que
atraiga a la mayoría de los miembros de la comunidad mexicana en Estados
Unidos. Esa mayoría simplemente no quiere o puede invertir tiempo o
recursos en hacer patente su compromiso con las causas y candidatos que
hoy se disputan el derecho de encabezar la siguiente etapa política de
México, pero hay algunos que sí lo hacen.
Apenas 59 mil de los mexicanos que residen en el exterior completaron
los engorrosos trámites para poder emitir su voto en la elección del 1o.
de julio próximo. Sin embargo, son muchos más los que se interesan por
el proceso político mexicano y que desean participar en eventos públicos
relacionados con nuestras campañas y que quieren oír y también hacerse
oír en relación al tema por la vía de la radio con programas en español
que se producen en Estados Unidos, reuniones ad hoc o que, incluso,
están dispuestos a aportar tiempo y recursos para auspiciar corrientes
de opinión favorables a determinado candidato. Como quiera que sea, hay
que reconocer el espíritu cívico de esos activistas que allá toman
partido por lo que pasa acá.
DATOS
Conviene partir de una premisa que debiendo ser evidente e insoslayable
en la realidad no lo es tanto: que los temas que afectan a los mexicanos
y a los norteamericanos de origen mexicano, a ambos lados del Río
Bravo, son asuntos que ambas comunidades estarían moralmente obligadas a
asumir como propios aunque en la práctica no siempre es el caso.
Antes de entrar en materia, conviene considerar algunos datos para tener
una mejor idea de la importancia demográfica de la comunidad de origen
mexicano en Estados Unidos. En el último censo, 50.5 millones de los
308.7 millones de habitantes en Estados Unidos se definieron a sí mismos
como hispanos. De ese total, 31.8 millones (63%) fueron de origen
mexicano y su tasa de crecimiento entre 2000 y 2010 resultó ser del
¡54%! Poco más del 86% de quienes se dijeron de origen mexicano residía
en los estados del oeste y del sur de la Unión Americana, siendo
California donde estaba el grueso de ellos aunque los había en todos los
estados. De acuerdo con el Pew Hispanic Center, en 2008 residían en
Estados Unidos 12.7 millones de personas nacidas en México y de las
cuales el 55% -casi 7 millones- eran indocumentadas. Y esos millones -el
2.6% de quienes habitan en Estados Unidos- están en una posición legal y
económica muy vulnerable.
Las cifras anteriores significan que el 10% de los mexicanos -bien
podría decirse que el 10% de México- se encuentra en Estados Unidos; los
conciudadanos que residen en el resto del mundo son un conjunto muy
pequeño. En virtud de lo anterior, resulta que en ningún otro país
existe una comunidad extranjera tan grande como la mexicana en Estados
Unidos. Y es por ese y otros factores que, ya sea en sentido
demográfico, económico o político, para México el mundo externo casi se
reduce al país del norte. Y a lo anterior se agrega la obvia asimetría
de poder entre los dos Estados -en pocas, si es que en alguna,
relaciones de vecindad entre países la asimetría es tan marcada como en
la de México-Estados Unidos. En fin, que la interacción entre las dos
naciones que comparten como frontera al Río Bravo es muy peculiar y
complicada. Para ambas, esa interacción cotidiana es extraordinariamente
difícil de administrar -aunque obviamente lo es más para quien menos
poder y recursos tiene: México- y donde lo que es o debería ser el
interés nacional mexicano resulta complicado de definir.
AGENDAS
Para todos los mexicanos o las personas de origen mexicano que residen
en Estados Unidos, los temas políticos que les atañen directamente son
los norteamericanos: la debilidad de la economía, el desempleo, la
calidad y las condiciones de trabajo, los recortes en los servicios
públicos y las múltiples manifestaciones y efectos de la discriminación.
Sin embargo, para los indocumentados -esos que mandan una buena parte
de los 22,731 millones de dólares que México recibe como remesas del
exterior y que equivalen al 2.5% del PIB nacional y que en algunos
estados de la República llega a ser del 10% (El Economista, 6 de febrero
y Reforma, 15, abril)- hay otro asunto vital: el tema de la
legalización de su estancia en el país donde trabajan y la creciente
persecución de la que hoy son objeto. Sin embargo y pese a todo, hay
mexicanos o mexicano-americanos que se dan tiempo para sumar a sus
intereses lo que sucede en México. Uno de los muchos ejemplos de esto
último fue un evento público que tuvo lugar en Los Ángeles, California,
el fin de semana pasado.
Bajo el lema "México Ahora o Nunca", Rubén Luengas -periodista cuyo
programa de radio Contragolpe se difunde a través de una estación local-
decidió organizar una mesa redonda en un estudio de televisión en
Burbank y al que acudieron entre tres y cuatro centenas de personas que
pagaron su entrada para escuchar y participar en una discusión con
periodistas y académicos, moderada por Luengas, y donde se abordó la
problemática mexicana, tanto la coyuntural como la profunda. Es posible
que otros eventos similares se lleven a cabo en otros lugares y, en
conjunto, deben tomarse como indicadores de una efervescencia política
mexicana que va más allá de nuestras fronteras, y que incluye desde
meras reuniones y mesas redondas hasta la organización de comités o la
producción de videos.
Para evaluar eventos como el que tuvo lugar en Los Ángeles, se debe de
partir de la existencia de un interés genuino en la comunidad, pues
además de tomarse la molestia de ir a Burbank un sábado en la noche,
había que pagar la admisión -los organizadores tenían que recuperar el
gasto hecho. El otro punto a notar es el esfuerzo por reafirmar su liga
con la cultura mexicana, por ello antes de la sesión política se
presentó un coro de niñas y jóvenes que interpretaron canciones
mexicanas y un corrido compuesto por una señora que trabaja limpiando
viviendas de los "anglos" y que retrataba la dureza de esa vida. Por
otro lado, hay que aceptar que las actitudes y opiniones -simpatías y
fobias- que se expresaron a lo largo de la reunión no necesariamente se
deben tomar como representativas de la comunidad, pero tampoco se les
puede calificar de atípicas, simplemente son la expresión del punto de
vista del segmento más politizado y activo de la comunidad mexicana.
Por las preguntas y comentarios vertidos en la reunión referida, se
puede concluir que del otro lado hay bastante información sobre lo que
acontece en México -alguna tomada directamente de medios electrónicos
mexicanos- y una notable insatisfacción con el estado de cosas en
nuestro país, en particular con la ineficiencia y la corrupción
gubernamentales y con uno de sus efectos más concretos: la inseguridad y
la persistencia del crimen organizado. Nadie manifestó entusiasmo ante
lo hecho por el PAN ni, menos, por la posibilidad del retorno del PRI a
la Presidencia y sí, en cambio, hubo expresiones de simpatía por Andrés
Manuel López Obrador y "Morena", aunque no por el PRD, y no faltó quien
expresara dudas sobre la imparcialidad del IFE: la mala calidad de la
elección del 2006 no se olvida.
UNA HISTORIA QUE CONTINÚA
Desde el siglo XIX la comunidad mexicana en Estados Unidos se ha
manifestado en torno a los procesos y tensiones políticas en México. En
ocasiones notables, los disidentes de aquí encontraron respaldo allá -la
experiencia de Francisco Madero en 1910 es sólo un ejemplo- y hoy, con
una comunidad tan numerosa y más comunicada e informada que antes, el
fenómeno adquiere mayor importancia.
Hoy "el factor mexicano en Estados Unidos" puede ser, de nuevo, un
elemento más que influya positivamente en la evolución política de
nuestro país. Por nuestra parte y desde acá, debemos buscar ser lo mismo
allá.
Leído en http://www.reforma.com/editoriales/nacional/654/1306430/default.shtm
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