domingo, 1 de abril de 2012

Riva Palacio - Anagrama de López Obrador



PRIMER TIEMPO: Los lastres de cada día. Cada vez que Andrés Manuel López Obrador se expone al público le preguntan sobre su relación con René Bejarano. Harto de ello, ya sabe que le tiene que dedicar los primeros minutos de a contestar lo mismo, que hace años que no lo ve y que no está cerca de él. López Obrador no ha podido salir del hoyo en que lo tiene Bejarano, quien se inmortalizó en la vida pública mexicana por aparecer en un video llenándose las bolsas con dinero del mecenas del PRD, Carlos Ahumada, cuando era secretario particular del entonces jefe de gobierno del Distrito Federal. Al candidato presidencial no le creen que no sabía para dónde iba ese dinero. La incredulidad de la gente tiene fundamento, aunque no necesariamente López Obrador dice mentiras. El dinero, como en su momento sugirió Bejarano, no era para su bolsa, sino para el apoyo de políticos perredistas que, dicho sea de paso, solían hacer antesala en las oficinas de Ahumada, para recibir sus bolsitas de billetes. El dinero iba a las arcas del PRD, a la sazón encabezado por Rosario Robles, hoy reconvertida en tamborilera de Enrique Peña Nieto, para pagar publicidad en televisión. López Obrador realmente no conocía el detalle de esas operaciones irregulares que se tejían en su entorno, que iniciaron en su campaña para jefe de gobierno en 2000, cuando Robles le dijo que conocía a un empresario (Ahumada) que les ayudaría a financiar la contienda. López Obrador le respondió que él no quería saber de dónde venía el dinero, pero que resolviera el financiamiento. Así se hizo. El dinero de Ahumada se inyectó a su campaña y en la de muchos otros, y contribuyó a que ganaran. López Obrador se lo agradeció a Ahumada con una persecución judicial por corrupción. Cuando Ahumada se ahogaba difundió los videos de Bejarano y otros perredistas recibiendo dinero. Ahumada se fue a la cárcel; Bejarano a la ignominia. Otros que recibieron dinero son ahora candidatos o fueron perdonados. López Obrador, como juarista que es, aplicó su ley, gracia para los amigos, y aplicación llana para los demás. No supo los recorridos del dinero, pero se benefició de él. Fue discrecional en los castigos y en la impunidad. Culpa de ello, sí tiene.

SEGUNDO TIEMPO: El costo de una metáfora de protesta. Otro lastre de 2006 que arrastra Andrés Manuel López Obrador es el plantón sobre Paseo de la Reforma que violó la constitución en lo que a libertad de tránsito de millones de mexicanos, con el aval del jefe de gobierno interino, Alejandro Encinas. López Obrador siempre ha dicho que fue necesario para evitar la violencia ante el robo que le hicieron en las urnas, pero quien recorría en aquellos tiempos los kilómetros de campamentos instalados sobre la gran avenida de la capital, los recuerda prácticamente vacíos a toda hora. Fue un símbolo de protesta, no una canalización real de grupos violentos. Más de 50 mil personas que trabajaban en esa zona de la ciudad de México perdieron sus empleos, y hubo decenas de establecimientos comerciales que quebraron. El daño político fue letal para López Obrador, que en su campaña postelectoral perdió a las clases medias y a las altas que habían apostado por él. Le faltó altitud de miras estratégicas y ahora revisa cómo darle la vuelta. Ya le propusieron que pida perdón por el plantón, pero soberbio como es, la palabra le produce escozor. ¿Y por qué no decir simplemente que se equivocó? Cuando menos, un primer rasgo de humildad no le caería mal a quien vuelve a aspirar por la Presidencia como un remedo de candidato del que hace seis años fue.

TERCER TIEMPO: Es el momento para recordar a los chinos. El abanderado de todas las izquierdas para la Presidencia, Andrés Manuel López Obrador, sigue revolviéndose en sus confusiones y contradicciones, con la retórica de la República Amorosa que lo sigue metiendo en problemas. La última fue esta semana, cuando su principal aliado, que se lanzó literalmente de panza a las calles para obstaculizar el arranque presidencial de Felipe Calderón, se sintió traicionado y casi rompe con él. Gerardo Fernández Noroña, su diputado francotirador, dijo no perdonarle a su jefe político que éste sí perdonara a Calderón, ahora que está de amoroso. Dijo que López Obrador está rompiendo la línea política que ha sostenido todos estos años por lo que ahora lo repudia. Tiene razón Fernández Noroña, pues López Obrador pudo sobrevivir todo el sexenio gracias al núcleo duro de la izquierda social que compró ese boleto político. Pero el candidato sabe que ese segmento del electorado no le da para ganar la elección, y necesita a los no militantes que perdió en 2006. ¿Tendrá el análisis costo-beneficio si se vacía de beligerancia? ¿Tendrá la valoración del impacto que costará esta estrategia con el voto duro que parecía tener amarrado pese a cualquier tormenta? Como todo en este momento para él, como dice el anagrama chino donde crisis también significa oportunidad, y la decisión tiene que ser estratégica para lograr el resultado que se busca. El problema es que López Obrador ha probado ser un mal estratega electoral y no ha dado prueba aún que, como en las otras facetas de su vida política, haya madurado.

rrivapalacio@ejecentral.com.mx

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