martes, 17 de abril de 2012

Roberta Garza - De faldas y pantalones



En la larga campaña de Enrique Peña Nieto hacia la Presidencia nunca se ha mencionado que el candidato priista es guapetón y se lava su carita con agua y con jabón. Nomás se aseguran, en un mundo donde lo visual cuenta, y mucho, de que salga siempre compuesto y vestido como debe estarlo un hombre elegante pero cómodo en su piel; algo así como cuando en 2010 los publicistas demócratas mostraron a Obama en una limusina, hablando por celular, con las mangas de una camisa de muy blanco y fino algodón arremangadas just so.

La actual estrategia de López Obrador, por otro lado, se ha centrado en decir a reventar que él ha cambiado y que ahora es muy, pero muy amoroso, conciliador y tolerante. No por eso ha dejado de tirar las mismas cacayacas efectistas de hace seis años —o de hace 30, si nos ponemos estrictos—, ni de sembrar el encono con descalificaciones y verdades a medias, pero ahora debemos creer que todo eso lo hace por su enorme deseo de instaurar su república amorosa, una donde la mafia no tiene cabida. Más allá de cualquier opinión, su claro tercer lugar en las encuestas prueba la efectividad de una campaña donde a pesar de afirmarse una cosa, se hace lo de siempre.

Josefina Vázquez Mota es caso aparte: su campaña no parece tener claro por dónde andar ni qué vender, y la viñeta de los spots fallidos, donde se le muestra como la institutriz de un internado de pesadilla, es solo la punta del iceberg. Hasta la fecha pareciera que su equipo intenta empujar al género como su virtud más contundente: traigo faldas pero gobernaré con pantalones, y mi gallo es gallina y se llama Josefina, son muestra de lo anterior. Lamento decir que no estoy muy segura de que eso les vaya a funcionar. Primero que nada porque, en este país de dobles discursos, en la práctica, la franqueza sin cortapisas no es precisamente una virtud, y segundo, porque con la misoginia sucede todo lo contrario: es muy probable que las legiones que se congratulan de que por fin México tenga a una candidata mujer con posibilidades reales de triunfo sean las mismas que consideran que darle a la secretaria alguna palmadita en las nalgas es parte de la chamba, o que hacer entre cuates bromas sobre cómo le dieron el puesto a la chichona es algo perfectamente aceptable. Por ponernos hipotéticos: si a Josefina, digamos, le llegaran a temblar las rodillas en el combate ante el crimen, ¿cuántos nacionales descartarían del todo como culpable al hoy celebrado género de la señora presidenta en sus análisis de café?

Leído en http://www.milenio.com/cdb/doc/impreso/9144824

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