Así fueron durante el debate.
Cuatro candidatos miniatura, como los árboles bonsai de la tradición
artística japonesa. Chiquitos, como en contenedor. Pequeños, como una
planta diseñada para la contemplación. Menudos ante el tamaño de los
retos que México enfrenta. Incapaces de proponer reformas audaces,
adoptar posiciones controvertidas, ofrecer más allá de los lugares
comunes. Mirarlos deja en el espectador un sentido compartido de
desilusión, de desesperanza. He allí un formato rígido que convierte la
interpelación sustantiva en una sucesión de monólogos. He allí un
ejercicio fársico en la cual se comenta más lo que asoma en el escote de
una edecán que lo que pasa por las mentes de sus participantes.
Enrique Peña Nieto, que gana porque logra articular una oración con
sujeto, verbo y predicado sin teleprompter. Alguien que reduce las
expectativas al mínimo para después sobrepasarlas con el argumento de
que no es tan estúpido como suponíamos. Alguien que según las tendencias
electorales, gana porque mantiene la distancia de 20 puntos que lo
separan de sus principales competidores. Peña Nieto, el beneficiario de
una panista que no logra noquearlo y un perredista que tampoco lo hace.
El candidato que se erige en triunfador por tan sólo resistir; por tan
sólo contestar; por no perder la ventaja; por convertir el ataque en la
mejor defensa. El candidato del "por lo menos": por lo menos puede
presentarse en la pantalla sin reproducir el ridículo que hizo en la FIL
de Guadalajara. Por lo menos es mejor que el PAN de los últimos doce
años, dicen quienes no perciben el regreso probable del PRI a los Pinos
como una regresión.
Josefina Vázquez Mota, la gran perdedora de la noche porque insiste en
decir que es "diferente" pero no logra explicar por qué. La candidata
que intenta instrumentar una estrategia de contraste con el PRI, cuando
debería aplicarla con respecto a sus predecesores panistas. Queda
atrapada entre un priismo que capitaliza el voto de castigo al PAN y un
perredismo que le apuesta a ser el cambio verdadero. Le falta claridad
para decir en qué sería diferente de Vicente Fox, de Felipe Calderón, de
los últimos doce años de gobiernos panistas. Ataca a Peña Nieto pero no
logra darle un golpe contundente; critica al PRI pero deja ir la
oportunidad de mostrarlo como el partido que ha obstaculizado todas las
reformas que ahora el puntero presidencial ofrece. Tenía que demoler al
mexiquense metrosexual y no logra hacerlo. No logra subrayar las
contradicciones de un priismo que se pinta como modernizador en la
teoría pero nunca lo ha sido en la práctica. No transmite convicción, no
despierta convicción. Se le ve desdibujada, artificial, fingida, fuera
de tono.
Andrés Manuel López Obrador tampoco obtiene lo que quería: exhibir a
Peña Nieto y hundirlo, acosar al priista y evidenciarlo. Aunque
sustituye a la República amorosa por la República rencorosa, los golpes
propinados al priista lo dejan aún de pie. No trae consigo algún ataque
novedoso, alguna evidencia enervante, alguna investigación fresca. Se
convierte por ello en el emisario de un pasado que a pocos
-lamentablemente- les interesa: la conexión con Arturo Montiel y Carlos
Salinas de Gortari, el cordón umbilical que une al peñanietismo con las
televisoras, la corrupción como huella dactilar del PRI. AMLO iba a
informar en vez de debatir, pero su información huele a viejo. De nuevo
se erige en el luchador social que no sabe cómo ser político
profesional. Eso hubiera implicado -entre otras cosas- colocar de manera
correcta la fotografía que traía consigo en lugar de mostrarla al
revés. Se le ve cansado, agresivo, reiterativo, poco propositivo.
Y la gran sorpresa del evento. Gabriel Quadri que se adueña del
escenario -y del voto de los indecisos- con la libertad que provee ser
un candidato sin nada que perder. El "ciudadano" que no lo es porque de
independiente tiene muy poco. El candidato que Elba Esther Gordillo ha
hecho suyo y se encarga de edificar. Con propuestas políticas y
económicas que el SNTE jamás aceptaría y a las cuales se opone. Con una
combi ciudadana a la cual Quadri se sube sólo dos cuadras antes de cada
evento al que va. Hay un plan de trabajo que La Maestra ha puesto en
marcha, el cual el ecologista sigue al pie de la letra: te doy la
plataforma desde la cual propulsarte y a cambio me das los 2 puntos de
la votación que el Panal necesita para conservar el registro. He allí un
intercambio de apoyo, dinero y promoción mediática. Todo para que el
Panal pueda continuar siendo un instrumento de extorsión política. Un
factor de chantaje electoral, que los maestros pagan con los 6 millones
de pesos que el SNTE recibe todos los días de la cuota magisterial.
Candidatos miniatura como los árboles que los japoneses usan para
decorar sus casas y jardines. Producto de una democracia disfuncional y
de un IFE debilitado. En Japón los bonsai son considerados una obra de
arte que amerita la contemplación. Pero en su versión mexicana sólo
parecen arbustos disminuidos por la maceta mal formada que les dio vida.
Leído en http://www.reforma.com/editoriales/nacional/657/1312861/
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