La izquierda lopezobradorista parece haber concedido que no ganarán la Presidencia el próximo primero de julio. Comienzan, en este sentido, a prepararse para lo que sigue, es decir, para el conflicto postelectoral. La narrativa está en pleno proceso de desarrollo: van a cuestionar la legitimidad de Peña Nieto por ser un presidente impuesto por las televisoras, en particular por Televisa.
Los defensores de López Obrador se quejan, desde ahora, de que esta elección ha sido inequitativa. Que Televisa, con base en contratos multimillonarios con el gobierno del Estado de México, cuando era gobernado por Peña, construyó a éste como su candidato presidencial, de tal suerte que, cuando comenzó la campaña este año, el ex gobernador mexiquense ya se encontraba muy adelantado en las preferencias. Además, ya con las campañas en marcha, los medios, en particular las televisoras, y en específico Televisa, se dedicaron a cuidar a Peña con una cobertura a su favor.
Como ocurrió con la narrativa del supuesto fraude electoral de 2006, poco importarán las pruebas y los hechos. AMLO machacará una y otra vez lo mismo para que el mensaje se disemine primero entre sus seguidores y luego entre los adeptos a las grandes conspiraciones políticas que, por cierto, son muchos en México. Ahora, a diferencia de hace seis años, el lopezobradorismo contará con las redes sociales que son un arma muy poderosa para difundir un mensaje de este tipo.
No sé usted, pero yo no tengo duda: el primero de julio por la noche, cuando se anuncie que AMLO perdió, éste dirá que Peña ganó gracias a la imposición de Televisa y que, por tanto, será un presidente ilegítimo. Insisto: no importarán los hechos. Tampoco el margen de la victoria ni el insulto a los millones de mexicanos que votarían por el PRI, considerándolos como borreguitos manipulados por los villanos televisivos.
El 2 de julio, el lopezobradorismo tratará que el debate mediático sea sobre si la tele impuso o no al presidente y, por tanto, si éste es o no legítimo. AMLO, fiel a su estilo, machacará que fueron “los de arriba” los que sentaron a Peña en la silla presidencial gracias a la manipulación televisiva. Lo repetirá una y otra vez para justificar su segunda derrota. No importará que el IFE declare vencedor al priista, lo mismo que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación ni tampoco que el nuevo presidente tome posesión el primero de diciembre en el Congreso.
¿Y qué ganará el lopezobradorismo con este nuevo conflicto en ciernes? Por lo pronto, dos cosas.
Primero, mantener a López Obrador como la principal fuerza opositora del país (después de la elección el PAN quedará hecho añicos y tardará mucho tiempo en reorganizarse). Para asegurar esta posición, AMLO tiene que seguir entusiasmando a 20% del electorado que se considera de izquierda. No tiene mejor manera de hacerlo más que con su discurso de “la mafia que nos robó el poder”. (La otra opción es que López Obrador acepte responsablemente su derrota y se retire a su finca en Chiapas que, si no mal recuerdo, se llama “La Chingada”; francamente no lo veo terminando ahí su carrera política).
Lo que en segundo lugar está buscando López Obrador, y mucha gente que lo apoya, es presionar a Peña para que golpee a Televisa cuando llegue a la Presidencia. Si el discurso de la supuesta ilegitimidad del nuevo mandatario tiene eco, éste podría obtener la legitimidad negada, dándole un leñazo a la empresa televisiva demostrando, así, que él no es muñequito de nadie. Hay que recordar que una tradición de los presidentes priistas, ante la falta de legitimidad democrática, era dar golpes espectaculares a actores poderosos para legitimarse. No importará, en este caso, que Peña, a diferencia del pasado autoritario, sea un presidente con legitimidad democrática ganada en las urnas porque la izquierda, liderada por AMLO, se la cuestionará un día, y otro también.
Twitter: @leozuckermann
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