miércoles, 9 de mayo de 2012

Sergio Aguayo - Jugada exitosa

El debate pudo haber sido un banquete pero nos sirvieron un guiso desabrido que cocinaron con tres ingredientes: la astucia del PRI, la ineptitud del PAN y del PRD y la debilidad del Instituto Federal Electoral (IFE).

Desconfío de las teorías conspiratorias porque en la mayoría de los casos son el recurso analítico de los flojos. Sin embargo, sería ingenuo negar su existencia y con ese supuesto preparo una explicación, una mera "hipótesis de trabajo" sobre el debate. La armo con información publicada y poco conocida y con algunas conversaciones con fuentes informadas.

El corazón del asunto es elemental: el puntero, Enrique Peña Nieto, tiene astucia política y tablas mediáticas pero es vulnerable a las peleas en corto porque en el Estado de México no eran necesarias dado el abrumador dominio priista. Los dos debates obligatorios eran los espacios de mayor riesgo y una primera tarea de los equipos del aspirante priista fue reducirlos al mínimo.

El artículo 70 de la legislación electoral es clarísimo: "las reglas para los debates serán determinadas por el Consejo General, escuchando previamente las propuestas de los partidos políticos". Por razones que el IFE debería aclarar, abdicó la responsabilidad y ahora se lava las manos en desplegados donde aclara que "los candidatos debatieron en el formato que ellos y sus representantes acordaron unánimemente" (Reforma, 8 de mayo de 2012).

Las reglas fueron establecidas dentro de una Comisión Temporal integrada por tres consejeros: Alfredo Figueroa, Marco Antonio Baños y Sergio García Ramírez. Figueroa se formó en las filas de la sociedad civil, lo cual se refleja en sus posturas; Baños y García Ramírez fueron propuestas tricolores. Este último destaca por su veteranía y protagonismo en el PRI; ingresó a ese partido en 1961 y llegó a ser su secretario general (2000-2001), además de aspirante a la Presidencia en 1987. Por un pudor inexplicable esa larga militancia no aparece en el perfil biográfico que difunde el IFE en su página.

Pese al evidente conflicto de interés, Sergio García Ramírez es quien preside la Comisión Temporal que decide sobre los debates. Es imposible reconstruir lo que sucedió porque no hay minutas de las sesiones. Sabemos, eso sí, que se impusieron la obligación de llegar a acuerdos unánimes. Según me comentan dos participantes de las reuniones, el PRI se impuso utilizando con enorme habilidad la amenaza de retirarse de la mesa del IFE y ausentarse del debate (la participación no es obligatoria).

El 18 de abril los representantes de los candidatos llegaron al acuerdo final con una sesión pletórica de sonrisas y reconocimientos en la cual García Ramírez fue alabado por su "gran capacidad e inteligencia", "espléndida conducción", y "gran sabiduría".

Pese a las alabanzas el debate fue acartonado y rígido, como si estuviera pensado para ahuyentar al gran público. Los planteamientos aparecían tasajeados porque aun cuando cada intervención era lógica en sí misma no hilaba con la anterior o la siguiente. Se arrojaban críticas que quedaban interrumpidas por intervenciones sobre temas de lo más diverso. En suma, ni profundizaban en los temas ni se peleaban a fondo. Eran dos gallos y una gallina de pelea enjaulados que dejaron al pollo pasearse libre por el palenque regañándolos y presentándose como ciudadano impoluto.

El segundo gran obstáculo fueron acciones deliberadas que buscaban limitar la audiencia al máximo posible. Las dos televisoras mandaron el evento a canales menores y el dueño de TV Azteca lo hizo de manera particularmente majadera. El Consejo General del IFE dobló otra vez las manos ante las televisoras y el broche de oro fue la contratación de un productor cercano a TV Azteca y enemigo confeso de López Obrador y del PAN. Jesús Tapia Flores contrató a la, ahora célebre, edecán que irrumpió en el set sin que nadie reparara en el efecto distractor que su paseíllo tendría.

Los equipos y simpatizantes de Peña Nieto tuvieron éxito, blindaron a un candidato que se defendió mejor de lo esperado. Salió casi ileso de la primera gran prueba y se ve difícil, no imposible, una reducción de su ventaja. Los candidatos opositores y sus equipos, por el contrario, no estuvieron a la altura del reto. Regalaron el formato al PRI y sus ataques al puntero por lo general carecieron de la frescura de las grandes revelaciones; les faltó trabajo de investigación.

Visto en perspectiva es positivo que el evento se realizara pero pudo haber sido mucho mejor. En lugar del banquete prometido nos dieron un bocado insípido e indigesto. Era totalmente natural que así fuera porque nuestra democracia electoral está capturada o acotada por árbitros débiles y poderes fácticos implacables. ¿Cambiarán las cosas en el debate del 10 de junio? Pase lo que pase estamos ante otra evidencia de la crisis que padece la joven democracia mexicana. Es obvia la urgencia de nuevas formas de hacer política.


Comentarios: www.sergioaguayo.org; Twitter: @sergioaguayo; Facebook: SergioAguayoQuezada
Colaboró Abraham RoMa.



Leído en http://www.reforma.com/editoriales/nacional/656/1311659/

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