El debate pudo haber sido un
banquete pero nos sirvieron un guiso desabrido que cocinaron con tres
ingredientes: la astucia del PRI, la ineptitud del PAN y del PRD y la
debilidad del Instituto Federal Electoral (IFE).
Desconfío de las teorías conspiratorias porque en la mayoría de los
casos son el recurso analítico de los flojos. Sin embargo, sería ingenuo
negar su existencia y con ese supuesto preparo una explicación, una
mera "hipótesis de trabajo" sobre el debate. La armo con información
publicada y poco conocida y con algunas conversaciones con fuentes
informadas.
El corazón del asunto es elemental: el puntero, Enrique Peña Nieto,
tiene astucia política y tablas mediáticas pero es vulnerable a las
peleas en corto porque en el Estado de México no eran necesarias dado el
abrumador dominio priista. Los dos debates obligatorios eran los
espacios de mayor riesgo y una primera tarea de los equipos del
aspirante priista fue reducirlos al mínimo.
El artículo 70 de la legislación electoral es clarísimo: "las reglas
para los debates serán determinadas por el Consejo General, escuchando
previamente las propuestas de los partidos políticos". Por razones que
el IFE debería aclarar, abdicó la responsabilidad y ahora se lava las
manos en desplegados donde aclara que "los candidatos debatieron en el
formato que ellos y sus representantes acordaron unánimemente" (Reforma,
8 de mayo de 2012).
Las reglas fueron establecidas dentro de una Comisión Temporal integrada
por tres consejeros: Alfredo Figueroa, Marco Antonio Baños y Sergio
García Ramírez. Figueroa se formó en las filas de la sociedad civil, lo
cual se refleja en sus posturas; Baños y García Ramírez fueron
propuestas tricolores. Este último destaca por su veteranía y
protagonismo en el PRI; ingresó a ese partido en 1961 y llegó a ser su
secretario general (2000-2001), además de aspirante a la Presidencia en
1987. Por un pudor inexplicable esa larga militancia no aparece en el
perfil biográfico que difunde el IFE en su página.
Pese al evidente conflicto de interés, Sergio García Ramírez es quien
preside la Comisión Temporal que decide sobre los debates. Es imposible
reconstruir lo que sucedió porque no hay minutas de las sesiones.
Sabemos, eso sí, que se impusieron la obligación de llegar a acuerdos
unánimes. Según me comentan dos participantes de las reuniones, el PRI
se impuso utilizando con enorme habilidad la amenaza de retirarse de la
mesa del IFE y ausentarse del debate (la participación no es
obligatoria).
El 18 de abril los representantes de los candidatos llegaron al acuerdo
final con una sesión pletórica de sonrisas y reconocimientos en la cual
García Ramírez fue alabado por su "gran capacidad e inteligencia",
"espléndida conducción", y "gran sabiduría".
Pese a las alabanzas el debate fue acartonado y rígido, como si
estuviera pensado para ahuyentar al gran público. Los planteamientos
aparecían tasajeados porque aun cuando cada intervención era lógica en
sí misma no hilaba con la anterior o la siguiente. Se arrojaban críticas
que quedaban interrumpidas por intervenciones sobre temas de lo más
diverso. En suma, ni profundizaban en los temas ni se peleaban a fondo.
Eran dos gallos y una gallina de pelea enjaulados que dejaron al pollo
pasearse libre por el palenque regañándolos y presentándose como
ciudadano impoluto.
El segundo gran obstáculo fueron acciones deliberadas que buscaban
limitar la audiencia al máximo posible. Las dos televisoras mandaron el
evento a canales menores y el dueño de TV Azteca lo hizo de manera
particularmente majadera. El Consejo General del IFE dobló otra vez las
manos ante las televisoras y el broche de oro fue la contratación de un
productor cercano a TV Azteca y enemigo confeso de López Obrador y del
PAN. Jesús Tapia Flores contrató a la, ahora célebre, edecán que
irrumpió en el set sin que nadie reparara en el efecto distractor que su
paseíllo tendría.
Los equipos y simpatizantes de Peña Nieto tuvieron éxito, blindaron a un
candidato que se defendió mejor de lo esperado. Salió casi ileso de la
primera gran prueba y se ve difícil, no imposible, una reducción de su
ventaja. Los candidatos opositores y sus equipos, por el contrario, no
estuvieron a la altura del reto. Regalaron el formato al PRI y sus
ataques al puntero por lo general carecieron de la frescura de las
grandes revelaciones; les faltó trabajo de investigación.
Visto en perspectiva es positivo que el evento se realizara pero pudo
haber sido mucho mejor. En lugar del banquete prometido nos dieron un
bocado insípido e indigesto. Era totalmente natural que así fuera porque
nuestra democracia electoral está capturada o acotada por árbitros
débiles y poderes fácticos implacables. ¿Cambiarán las cosas en el
debate del 10 de junio? Pase lo que pase estamos ante otra evidencia de
la crisis que padece la joven democracia mexicana. Es obvia la urgencia
de nuevas formas de hacer política.
Comentarios: www.sergioaguayo.org; Twitter: @sergioaguayo; Facebook: SergioAguayoQuezada
Colaboró Abraham RoMa.
Leído en http://www.reforma.com/editoriales/nacional/656/1311659/
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