Ana María Salazar |
La pregunta fundamental es: ¿Qué va a suceder si uno de los candidatos a la Presidencia decide no respetar los resultados y las decisiones del IFE y del Trife? El impacto de la resultante instabilidad y violencia por movimientos sociales inconformes que podría movilizar el candidato inconforme dependerá de la credibilidad de las otras instituciones y de los liderazgos políticos. Y conste, cuando hago referencia a un candidato, no sólo me estoy refiriendo al candidato de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador.
El problema es que México es un País dividido y con una población enojada, muy enojada. Existe la percepción de una clase política, empresarial y religiosa sorda, defendiendo sus intereses sobre todo y dispuestos a violar la ley sin un recato.
Y en una democracia, entre menos credibilidad, más posibilidades de violencia social. Tan sencillo como eso.
¿Por eso será que se siente tanta intranquilidad ante lo que pueda suceder en los siguientes meses?
En el caso de los líderes políticos, la capacidad de ejercer el liderazgo depende en gran medida de las personas que supuestamente van a gobernar si aceptan que el proceso de selección estuvo apegado a las reglas acordadas. En una democracia la importancia del proceso de selección, en este caso de elección, es fundamental para el éxito del líder político. La percepción del grado de importancia del proceso en parte explica porque en la elección de un líder político, cuando asume el cargo de presidente del país, impacta considerablemente en su capacidad de gobernar o liderar su grupo.
Y aunque un líder al que se percibe como ilegítimamente electo puede recuperar su credibilidad con el tiempo, requiere enormes esfuerzos y eso le roba la atención y el tiempo a sus otros objetivos y programas. Por lo tanto, un líder que se percibe ilegítimamente electo, automáticamente inicia su administración con una gran piedra colgando en el cuello, la cual siempre le pesará y lo hará tambalear y tal vez tropezar por más diestro que sea.
La capacidad de los líderes políticos modernos para enfrentar conflictos inherentes a sus funciones depende en gran medida de su destreza para negociar. En un sistema autoritario, cuando existe un conflicto los líderes no tienen que negociar, simplemente imponen sus ideas mediante amenazas, el uso de la fuerza o de tácticas sucias. Y ay de aquél que se atreva a contrariarlo.
Por diferentes razones, en el quehacer político mexicano la palabra “negociar” se ha estigmatizado. Difícilmente la sociedad confía en las negociaciones, particularmente entre gobernantes. Es habitual que las negociaciones entre políticos, partidos, etc. se perciban como turbias y se vean sospechosas.
A sólo dos semanas de las elecciones del 1 de julio parecería que el ambiente político electoral se enrarece cada día, cada hora. Nuevas acusaciones en contra de ex funcionarios, cuestionamientos de los orígenes de los fondos, preocupación por otra crisis económica y un incremento de la violencia.
Ante esta realidad, ¿es mucho pedir, por lo tanto, que el liderazgo de este País tenga a partir del 1 de diciembre próximo cuente con las siguientes características?:
1. Que sepa rodearse de asesores extraordinarios, capaces de disentir.
2. Tenga un fino instinto para reconocer los errores de los asesores y de los expertos.
3. ¿Es mucho pedir Santa que nos envíes gobernantes preparados y sepan anticipar las eventualidades y no sólo reaccionar?
4. Necesitamos líderes que en situaciones de crisis puedan mantener la calma.
5. Tengan una gran capacidad de concentración y no gastar su pólvora en palomitas.
6. Poseer la astucia de entender las situaciones y puedan enfrentarlas lo más rápidamente posible.
7. Tomen decisiones, o sea, agarren el toro por los cuernos.
8. Por favor Santa no nos mandes ni soñadores ni gente que sólo hable bonito, mándanos líderes que sepan implementar decisiones.
9. También es importante que esos líderes cuenten con una gran habilidad de comunicación y
10. Necesitamos líderes con un manejo adecuado de sus emociones y sepan controlar su soberbia.
En fin, necesitamos gente a la altura de los retos que enfrenta nuestro País, en lo económico, en seguridad y en lo político, para el proceso poselectoral que está por comenzar. Será mucho pedir… Parece que sí.
Entonces… Sí existen muchas razones para sentirnos intranquilos. ¿Será posible que este País se nos pueda ir de las manos sin haber hecho algo para reinventarlo?
Ana María Salazar es analista política.
Leído en: http://www.elimparcial.com/Columnas/VerColumna.aspx?NumNota=982603
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