Eduardo Ruiz Healy |
Desde el principio, Josefina Vázquez Mota optó por atacar al priísta y a calificarlo como un mentiroso y autoritario. Andrés Manuel López Obrador desde siempre ha denostado al priísta calificándolo como el candidato de la televisión, un hombre hueco que sólo sabe leer los guiones que le ponen enfrente.
Enrique Peña Nieto optó por ser propositivo, asegurándole al público que no iba a caer en provocaciones y que sólo respondería a las criticas cuando estas fueran infundadas.
A juzgar por lo que señalan las encuestas, hasta el momento la estrategia que mejor ha funcionado es la de Peña Nieto, quien mantiene una cómoda ventaja sobre sus contrincantes.
Quienes mejor han estudiado, a mi juicio, la efectividad de las campañas negativas, son Andrés Valdez Zepeda y Delia Amparo Huerta Franco, ambos de la Universidad de Guadalajara, quienes en 2007 publicaron un excelente artículo en el número 16 de Ámbitos: Revista Internacional de Comunicación, editada anualmente por la Universidad de Sevilla.
Esto es parte de lo que escribieron:
“La literatura existente sobre las consecuencias y los efectos que las campañas negativas generan en la conducta política de los votantes y la democracia apunta hacia conclusiones contradictorias. Por un lado, hay estudios que señalan que las campañas negativas generan ventajas competitivas a sus impulsores, incidiendo, determinantemente, en la decisión de la orientación del voto de los electores, contribuyendo, por lo tanto, a ganar las elecciones.
Estas campañas negativas, además, se dice, son más recordadas por los votantes y generan una mayor capacidad de persuasión y movilización electoral que las campañas positivas.
“De esta forma, la literatura apunta que los candidatos y partidos que emplean las campañas negativas, como parte central de sus estrategias, tienen más posibilidades de ganar una elección, que aquellos que basan su proselitismo político sólo en campañas positivas.
De igual forma, se apunta que las campañas negativas, al incrementar el nivel de competencia política, ayudan a aumentar la participación de los ciudadanos en las elecciones, reduciendo el índice de abstencionismo.
“Por el otro lado, existen investigaciones académicas que concluyen todo lo contrario. Estos estudios señalan que las campañas negativas no generan un mayor número de votos a sus impulsores y que tampoco contribuyen a quitarle votos a sus opositores.
Al contrario, se apunta que este tipo de campañas puede resultar contraproducente, al revertírseles los resultados esperados a los candidatos y partidos que las impulsan. Es decir, en lugar de ayudar perjudican. De la misma forma, las investigaciones señalan que las campañas negativas inciden en el aumento del abstencionismo, ya que los electores, al rechazar el conflicto, tienden a abstenerse de participar ante la presencia de campañas que ellos perciben como altamente conflictuadas.
“Al respecto, Abundis y Aguirre (2006) señalan que en la medida en que aumenten las campañas negativas aumenta el abstencionismo y la participación electoral decrece, ya que estas generan un efecto de hastío y desmotivación en el elector.
Las campañas negativas, agregan, son un claro ejemplo de cómo los mensajes pueden inhibir y neutralizar la participación ciudadana.
“En lo que sí existe consenso entre los académicos es en el hecho de que la gran mayoría de los ciudadanos rechaza y crítica la realización de campañas negativas, las que considera inconvenientes, aunque algunos afirman que a pesar de estos cuestionamientos, finalmente los votantes se ven compelidos a orientar su voto de acuerdo al impacto y el estímulo que le generan las campañas negativas.
Es decir, a pesar de que las critican, responden favorablemente a los estímulos que estas generan, hablando y pensando de una forma, pero votando de otra.
“En la realidad, existen múltiples casos en las que los candidatos y partidos que centraron sus estrategias sustentadas en campañas negativas ganaron las elecciones y, en algunos otros casos, las perdieron. Esto es, no existe una relación positiva ni negativa entre el uso de las campañas negativas y el resultado de una elección.
En algunos casos, las campañas negativas ayudaron o fueron factores importantes para ganar elecciones y, en otros, para perderlas. De igual manera, existen diferentes ejemplos de campañas electorales negativas que generaron una mayor participación ciudadana y, otros casos, que motivaron un mayor abstencionismo.
En este sentido, es difícil llegar a resultados concluyentes sobre el efecto y las consecuencias que generan las campañas negativas en la conducta de los electores.
“De ahí que los expertos en campañas recomienden su uso, tomando ciertos cuidados y bajo ciertas circunstancias, ya que una campaña negativa mal planteada y gestionada, puede generar un efecto boomerang y resultar finalmente contraproducente para sus impulsores.” .
Twitter: @RuizHealy
Mail: eduardoruizhealy@gmail.com
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Leído en: http://criteriohidalgo.com/notas.asp?id=97023
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