miércoles, 13 de junio de 2012

Federico Reyes Heroles - Mínimos.

Federico Reyes Heroles
"Todos tenemos que ser iguales en algo. Y ese algo es el mínimo civilizatorio que la sociedad demanda a sus instituciones". La expresión es de Bobbio, ese gran liberal de izquierda italiano y universal que marcó la segunda mitad del siglo XX. Ricardo Lagos, el sólido ex presidente de Chile orgullo de Latinoamérica, la recupera en el espléndido diálogo que sostuvo hace muy poco con Carlos Fuentes (El siglo que despierta, edición J. Cruz, Taurus, 2012). Es esa igualdad, en algo o en mucho, la que inyecta solidaridad a las sociedades. Se puede tener un ingreso per cápita muy alto, pero si el "mínimo civilizatorio" no está allí la sociedad se desquebraja. En cambio hay otras sociedades con ingresos medianos pero mínimos civilizatorios muy extendidos que son ejemplo de bienestar. 

Sabemos que por desgracia es mucho más fácil prosperar que construir justicia. Estados Unidos es una sociedad injusta pero rica. China está prosperando a pasos acelerados pero la desigualdad se acentúa dramáticamente. México es un país muy desigual, pero es innegable que en los últimos 80 años ha prosperado y mucho. En las campañas del 2012 hay un avance, muy lentamente nos alejamos de los lances ideológicos que no llevan a nada y nos acercamos a plataformas electorales más modernas, como ocurre en las democracias funcionales. Sin embargo, deberíamos plantear con más fuerza esos "mínimos civilizatorios". Pongamos ejemplos. La electrificación de México hoy presenta retos muy diferentes que hace medio siglo. La gran mayoría de los hogares (alrededor del 97%) ya está electrificado. El último censo muestra un notable avance en el equipamiento de los hogares, sólo posible con electricidad: refrigerador 82%; lavadora 66%; televisión 92%; computadora 29%. De seguir por donde vamos en una década los hogares mexicanos estarán equipados con lo básico. A pesar del autoflagelo como deporte nacional y de las exageraciones de las campañas, la mejoría es evidente.

No ocurre lo mismo con el agua entubada, ya no digamos potable. De ese servicio carece el 9% de la población, alrededor de 15 millones, es un horror. Ese es un "mínimo civilizatorio" imprescindible. En estos días que tanto se habla de justicia, así en abstracto, tres asuntos resultan desgarradores: la pobreza extrema, la carencia de servicios médicos universales y los costos que los mexicanos pagan por salud. Entre las críticas banales a los peinados, la siembra de odios y los inacabables reclamos por el pasado, hemos sido incapaces de concentrarnos en esas tres reformas sociales de fondo que llevarían a México a otro estadio de desarrollo.

A pesar de las crisis, del lento crecimiento, a pesar de todo lo que se dice, la pobreza extrema en nuestro país -uso la categoría tradicional, estar por debajo de la canasta alimentaria mensual- se ha reducido a 10.4% (Coneval). Extinguirla es casi imposible, reducirla drásticamente es viable. Sabemos dónde están, sabemos quiénes son y lo que necesitan. Tenemos un instrumento -Oportunidades- eficaz. ¿Cómo es posible que gastemos cinco veces más en subsidio a energéticos que en ese programa? Vayamos al segundo. México está en posibilidades de transitar a un sistema universal de salud: atención para todos sin importar su ubicación laboral. Se demandaría unificar sistemas: IMSS, ISSSTE, estatales y especiales como Pemex y otros. Los afectados centrales -serían los sindicatos de esas instituciones- son decenas de miles. Los beneficiados serían decenas de millones. El quid está en cómo financiarlo. El Seguro Popular es un avance, pero todo servicio universal supone un impuesto universal. Allí está la discusión. Sería una batalla dura y un avance enorme. Además las familias mexicanas que hoy gastan mucho en salud privada (casi un 48% del total) ahorrarían sensiblemente.

El primer gran golpe lo dio Zedillo con la creación de las Afores. Nadie le entendía. El segundo golpe lo dio Fox a través de Santiago Levy al renegociar parcialmente las pensiones del IMSS. El tercero lo dio Calderón al encarar la bomba de tiempo de las pensiones del ISSSTE. Pero falta mucho: gobiernos estatales y municipales, universidades públicas, entre otros. Los adultos mayores llegarán a ser más del 21% en el 2050. Un sistema sólido de pensiones es uno de los cimientos de un país desarrollado y justo. Tenemos que apresurarnos.

Problemas graves hay muchos más, como la deserción escolar, en particular la femenina, el desempleo juvenil o la carencia de una cultura digital que dé las mismas oportunidades a los del norte que a los del sur, la inversión en ciencia y tecnología o el Estado de derecho. Pero pobreza extrema, salud universal y pensiones podrían ser asuntos que generen un amplio consenso de inicio técnico y después político. Nos llenamos la boca con la justicia social, pero somos muy malos para construirla en la vida cotidiana. El abrazo igualitario de una sociedad, el "mínimo civilizatorio" de Bobbio no acepta demagogias. Se puede, se debe hacer.

Leído en: http://noticias.terra.com.mx/mexico/federico-reyes-heroles-minimos,69be3973e50e7310VgnVCM20000099cceb0aRCRD.html#tarticle

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