domingo, 17 de junio de 2012

Jaime Sánchez Susarrey - Vicente Fox

Jaime Sánchez Susarrey
Vicente Fox ya pasó a la historia. Fue el hombre que sacó al PRI de Los Pinos. Pero fue también quien le entregó la estafeta a un panista. En ese sentido, está más allá del bien y del mal. Porque, además, no fue el PAN quien lo llevó a la Presidencia de la República sino al revés.

Nadie puede negar que fue un formidable candidato a la Presidencia. Su fuerza y carisma fueron claves para obtener la victoria. Ya como Presidente de la República no cometió uno, sino varios errores. Desde la integración de su gabinete hasta haber convertido las negociaciones con el EZLN en la prioridad de su Gobierno.

Quemó, de ese modo y de manera infructuosa, el famoso “bono democrático” que había ganado el 2 de julio de 2000. Porque hay que recordar que hacia noviembre de ese año, su popularidad rebasaba el 70%. Pero igualmente, hay que reconocer que no fue un Presidente mojigato ni remotamente autoritario. Amén que supo preservar la estabilidad económica.

Su reciente pronunciamiento a favor de Enrique Peña Nieto ha provocado una lluvia de insultos y descalificaciones sobre su persona, que van desde los panistas hasta López Obrador, quien lo acusa de haber traicionado a su partido.

Lo menos que se ha dicho y escrito es que se vendió a los priístas porque en el Centro Fox se imparten cursos de capacitación a funcionarios de gobiernos tricolores.

Y no ha faltado quien afirma que se le puede definir como el “alto vacío”. En otras palabras, o es un oportunista de poca monta, porque se vende por un plato de lentejas, o carece de materia gris y un día hace una cosa y al siguiente la contraria.

Reducir el debate y convertir al personaje en una suerte de caricatura habla mal no de Fox, sino de sus detractores. Las descalificaciones en su contra son pedestres.

Porque sus razones y argumentos pueden estar equivocados o se le puede tachar, incluso, de ser excesivamente pragmático, pero eso no significa que sea un traidor sin principios o un limítrofe mental. 

De hecho, su argumentación se funda en hechos simples y constatables que muchos de sus adversarios niegan o desechan.

Voy punto por punto. Peña Nieto arrancó la contienda por la Presidencia con una ventaja de casi 20 puntos sobre el segundo lugar. Tres meses después la diferencia se ha reducido, pero sigue siendo enorme.

El promedio de 4 encuestas (Mitofsky, Excélsior, OEM, Milenio) a mediados de junio arroja los siguientes números: EPN 43.5%, AMLO 28.5%, JVM 25.5% y GQ 2.7%. Esto significa que la diferencia que separa al puntero del segundo lugar es de 15 puntos.

A lo que hay que agregar lo evidente; faltan apenas 2 semanas para que se celebre la elección presidencial. Como referentes anteriores, vale señalar que a estas fechas la contienda entre Fox y Labastida estaba empatada y que lo mismo ocurrió 6 años después, cuando todas las encuestas daban un empate entre López Obrador y Calderón.

Frente a la contundencia de estos números hay 3 respuestas. Una es la de AMLO: las encuestas están copeteadas y son pura propaganda. La segunda es la de JVM: la elección se va a definir en los últimos días. Y la tercera, que es la de Vicente Fox, este arroz ya se coció.

Viene, luego, el corolario del razonamiento de Fox. Josefina ya no puede ganar, pero debe esforzarse por ubicarse como segunda fuerza porque sería desastroso para el PAN quedar relegado al tercer sitio.

Pero además, porque considera que AMLO no ha cambiado un ápice y, en consecuencia, desconocerá el resultado de la elección.

La advertencia del ex Presidente no es irracional. López Obrador en los últimos días afirmó que, primero, le harían una campaña negra y, después, vendría el fraude electoral.

Poco después rectificó y corrigió. Sus asesores le advirtieron que su denuncia del fraude le alejaría a los votantes. La pregunta es si se le puede creer al rayito de esperanza que se levanta amoroso por las mañanas y se acuesta rijoso por las noches.

Vicente Fox no le cree. Por eso hace un cálculo adicional: la fuerza y magnitud de las protestas electorales dependerán de la distancia que separe al primer lugar del segundo. Si la diferencia es mínima las protestas serán muy fuertes. Si la distancia es mayor, el movimiento contestatario será débil.

De ahí el llamado de Fox a cerrar filas detrás del puntero. Con un agregado. Todos los presidentes desde 1997 a la fecha han tenido que enfrentarse a un Congreso donde no tienen mayoría y eso limitó su fuerza y capacidad de poner en operación su programa de Gobierno.

Fox está convencido que llegó la hora de conferirle la mayoría al candidato que obtenga la victoria para darle instrumentos que le permitan aplicar su programa de Gobierno.

Y frente a quienes advierten que esa mayoría significaría el retorno del viejo régimen autoritario, el ex Presidente responde en 3 tiempos.

Primero, el País ha cambiado en 12 años y no es el mismo que antes. No hay condiciones, en consecuencia, para la restauración del autoritarismo.

Segundo, la mayoría en la Cámara de Diputados es por 3 años, nada más. En la elección intermedia los ciudadanos podrán premiar o arrancarle la mayoría al Gobierno de la República.

Tercero, el Gobierno necesitará el voto del PAN para operar las reformas constitucionales que Peña Nieto propone en su plataforma de Gobierno. ¿Está equivocado Fox en sus planteamientos? ¿Son demasiado pragmáticos? Está por verse. Pero hay algo completamente cierto: el “alto vacío” reconoce hechos que otros niegan, tiene un planteamiento que ve más allá del 1º de julio y ofrece una estrategia y visión de largo plazo al PAN.

Twitter: @sanchezsusarrey

Leído en: http://www.am.com.mx/Columna.aspx?ID=20596

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