viernes, 29 de junio de 2012

Rafael Loret de Mola - Cuidado con mensajes


Rafael Loret de Mola

Libertad no es Juego
La Clave más Evidente
En este breve periodo de veda, las redes sociales están, como pronosticamos, a todo vapor. Especulaciones, rumores de toda índole, análisis objetivos, advertencias e incluso anuncios caóticos de posibles atentados, suelen ser los referentes de estos días en los que se espera elegir al próximo mandatario (a) mexicano. Se espera, insisto, porque nada es seguro en un entorno violento que, en cualquier momento, se enciende. Lo inevitable es que llegaremos al domingo con más dudas que convicciones y además en medio de una espiral de sospechas. De todo se ha dicho en estas horas sobre los candidatos, la candidata, sus parejas y, desde luego, sus intereses; los elogios cesaron y en estas horas los mismos están en una especie de banquillo de los acusados. ¿No era mejor la autocrítica oportuna?
Quizá alguno de los aspirantes lo intentó, adelantando aspectos de su vida familiar para llegar al periodo de campaña libre de lastres que en manos de adversarios pudieron convertirse en concatenación de escándalos. En realidad, las descalificaciones entre los abanderados de cada partido fueron superficiales y no de fondo; y las denuncias, claro, brillaron por su ausencia. Jamás he entendido como quienes señalan a sus rivales de las peores cosas imaginables no tienen los arrestos para continuar en los tribunales sus denuncias si es que, de verdad, tienen conocimiento de la ejecución de un delito. Y todo flota en el aire, aumentando la confusión ya de por sí intensa.
Ninguna de las acusaciones de campaña se ha tipificado ni ha sido motivo de seguimiento judicial; por el contrario, basta con unos días para que sen apaguen los rumores y surjan otros de las manos de los operadores expertos en marketing político, por lo general extranjeros como si los mexicanos desconociéramos a nuestro país. Pero, a la hora de la verdad, se diluyen. En esta línea, desde luego, puede inducirse que hubo demasiados pactos soterrados y pocos acuerdos a la vista de la ciudadanía, explicablemente escéptica por cuanto se le ha engañado no sólo en el pasado priísta sino también hace seis años tras la traición evidente de Fox, su consorte y demás panistas a los principios democráticos de mayor validez.
Por ello, cuando se habla, de manera adelantada, de un presunto fraude comicial -es bueno preverlo pero no anunciarlo como si se tratase de un hecho consumado-, cunde el desaliento y, de nuevo, el escepticismo. Por ello, los cálculos más optimistas sobre la posible afluencia a las urnas no pasan del cincuenta por ciento de los empadronados. Al respecto, da la impresión de que se busca inhibir más a los presuntos votantes para intentar bajar el número de éstos y con ello lanzar al rostro de quien sea capaz de vencer la piedra hirviente de la ilegitimidad, en circunstancias distintas pero igualmente incómodas a las que se produjeron en 2006.
No hay necesidad de llevar celulares a las casillas para multiplicar las supuestas fotos a las boletas para recibir, a cambio, prebendas económicas. Es un absurdo el que insistiera en este punto en la fase terminal de la campaña proselitista. Resulta temerario, en estos tiempos en donde es mayor la civilidad, pensar en gremios de agachados dispuestos a seguir las instrucciones de sus líderes a pie juntillas sin ninguna rebelión o siquiera alguna protesta de por medio. Regresar a los viejos métodos defraudadores –el clásico carrusel-, significaría casi una ofensa para quienes han madurado, poco a poco, y no consentirían semejante abuso. Con uno que lo detecte y lo compruebe, el teatrito se vendría abajo... y hay muchos que estarían dispuestos a cazar a los defraudadores torpes y anticuados. Y entonces sí que se armaría la confrontación ante el TRIFE, más allá de la jornada comicial.
En todo caso, lo recomendable para cualquier mexicano que se precie, es no distraerse durante la jornada y estar dispuesto a denunciar las irregularidades observadas... fotografiándolas con un celular. Entonces, ¿a quien conviene, de hecho, que no se lleven tales instrumentos a las mesas de votación? Es clara la respuesta y en este sentido se dio la reacción de las autoridades electorales que insistieron en no prohibir portar los teléfonos móviles, a llamado de un candidato, porque con ello se caía en el absurdo de restar libertades por un supuesto enjuague de boletas y dinero.
Este columnista cree, infortunadamente, que ya están activadas suficientes bombas para crear un largo conflicto poselectoral. Insisto en una interrogante clave: ¿con qué porcentaje de sufragios a favor se reduciría el ánimo de la protesta y el consiguiente desconocimiento a los escrutinios? Hay quienes hablan de diez, otros de ocho y hasta seis puntos porcentuales. Sólo que, al paso como vamos, y temiendo un escenario de abstencionistas mucho mayor a lo previsto, quizá ni eso sea suficiente al pretender hacer valer encuestas desconocidas sobre los resultados formales. Si alguien cae en este error estaría haciéndole un severo daño al país.
No es lo mismo, insisto, a lo sucedido en 2006 cuando el supuesto “empate técnico” se preparó a conciencia para asumir el cambio de la tendencia general, del PRD al PAN, como una mera consecuencia del discurso provocador de quien fue abanderado de la izquierda. Ahora, esta opción fue la que vino desde abajo y creció por los deslizamientos y dislates de los adversarios que dieron lugar a la aparición, por ejemplo, del juvenil grupo “#Yo soy 132”, limpio en sus orígenes y penosamente cooptado por las corrientes de un partido político. Y así por el estilo en diferentes escenarios.
Me preocupa, sí, el abstencionismo. En países con mayor avance democrático, una elección puede invalidarse si no vota, cuando menos, la mitad más uno de los empadronados. En México, hemos tenido jornadas –Tamaulipas, 2010-, en los que el rechazo al sufragio llegó al ochenta por ciento de los posibles votantes lo que, desde luego, resta autoridad moral y legitimación al gobierno priísta actual. Sería terrible que pasáramos de una evidente usurpación, en 2006, a la ilegitimidad que produzca el ausentismo general en los comicios de pasado mañana. Si la mayoría de los enlistados no vota, es clara evidencia de un rechazo general a las instituciones y a los candidatos que se postularon. Una especie, sí, de golpe de Estado técnico.
Pero también es de temer la falta de información sobre cómo votar y no anular el sufragio; igualmente, la ausencia de credibilidad del IFE difícilmente cese cuando Leonardo Valdés Zurita salga a mencionar las “tendencias” sin porcentajes –esto es puede favorecerse a un candidato que lleve medio punto de ventaja o veinte puntos, sin que los adversarios le reconozcan y ganen las calles o el Zócalo o El Ángel, en protesta por lo que no reconocen. Es bastante probable que tal sea la culminación de la esperada jornada dominguera.
Finalmente, no deben temerse los mensajes que pretendan inhibir el voto. Es mucho l que nos jugamos los mexicanos.
Debate
Nada es más infortunado que prohibir. Ello demuestra que las libertades dependen de opinadores al servicio del gobierno y sus respectivas interpretaciones sobre hechos y destinos. Si la izquierda, desde ahora, pretende que no se usen los celulares porque teme una especie de confabulación fotográfica –mil pesos por cada imagen como si ésta no pudiera reproducirse desde una sola toma-, ¿qué puede esperarse de quienes promueven tales cosas en el ejercicio del gobierno?. Valga la pregunta como una reflexión para honrar el periodo de veda para candidatos y partidos, aunque los periodistas no estamos inhabilitados para comentar cuanto creamos sea preciso de cara a las elecciones próximas, el tema del día desde luego.
La libertad debe estar al nivel de la justicia. Ninguna de las dos es primera sino van a la par, ofreciendo a la ciudadanía las garantías necesarias para vivir en paz y convivir con concordia. Para infortunio nuestro, la crispación ha vuelto cuando creíamos haberla superado; y no fue así porque no creció la reforma política, ni pudieron fraguarse candidaturas independientes ni se dio la segunda vuelta electoral. Tampoco –y tal no formaba parte de la iniciativa archivada- veríamos mal que el próximo mandatario (a), propusiera una reforma al Congreso para someter a éste el nombramiento de los funcionarios que harán gabinete en medio de la tempestad –financiera y criminal- predecible. Sería una manera de que pudiera elevarse la participación cívica sobre los malos augurios que producen los desconocidos.
Imagínense: ni la vigorosa mujer que abanderó al PAN se libró de sospechas sobre vínculos con el narcotráfico. Las acusaciones fueron en un sentido y otro, pero nadie las llevó a las instancias judiciales. ¿No es esto suficiente para entender el grado de manipulación al que hemos estado sometidos?
La Anécdota
En la era del priísmo hegemónico se decía, en materia de jornadas electorales, que cuando las “colas” ante las casillas eran muy nutridas es porque se estaba votando contra el partido en el gobierno; y viceversa: a menos votos, más posibilidades de asegurar la elección.
¿Será ésta la razón por la cual se extiende el miedo, ahora en esta veda breve de propaganda, para tratar de que el continuismo prosiga o revienten las elecciones? Acaso ésta sea la última argucia de los catalanes de importación, les llamó así aunque Antonio Solá haya sido nacionalizado mexicano por voluntad discrecional de Calderón, para intentar lo que, a estas alturas, parece imposible: revertir las tendencias en setenta y dos horas.
A MAYOR INFORMACIÓN, MENOR ESPACIO PARA LA MANIPULACIÓN. DEBEMOS TODOS ASUMIR NUESTROS PROPIOS RIESGOS. OJALÁ PUEDAN ACERCARSE A “SIN REDENCIÓN” –OCÉANO, 2012- PARA EXPLICARSE ALGUNOS SUCESOS RECIENTES.





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