martes, 26 de junio de 2012

Rafael Loret de Mola - ¿Es posible un fraude?

Rafael Loret de Mola
José Woldenberg, quien fue esposo de Julia Carabias mientras duró su encargo durante la administración zedillista y, por ende, fue protagonista como consejero presidente del Instituto Federal Electoral en 2000, mientras se hablaba de la estrecha cercanía del presidente con la señora Carabias –a veces las cuestiones de alcoba, como en esta ocasión, son bastante más que un chisme si desnudan las interrelaciones entre los supuestos organismos autónomos y el poder central-, se convirtió, gracias a la primera alternancia, en una especie de prestigiado gurú, estimado por los intelectuales y bien acogido por los medios de información. Hoy, es un referente indispensable para analizar las condiciones de la contienda electoral, de cara al 1 de julio, y por ello cuanto declara sobre la “imposibilidad” de un fraude electoral “maquinado centralmente” cobra relevancia al ritmo en el que los candidatos se cierran en sus conjeturas.

Pues bien, Woldenberg basa sus asertos –las 333 comisiones que revisan el padrón, las boletas infalsificables, los elementos de seguridad en las credenciales de elector, la honestidad de los ciudadanos insaculados para formar las mesas electorales, y el transporte de los paquetes electorales con una comitiva de funcionarios y representantes partidistas, sobre todo-, en cuestiones técnicas y blindajes con la misma condición sin observar que, como en 2006, las desviaciones a la voluntad general se den mucho antes de los escrutinios o durante éstos en las zonas marginales en donde, por ejemplo, la ausencia de varones es rutinaria por efectos de la pizca en los Estados Unidos; y no pocas mujeres necesitadas, claro, por unos cuantos pesos, ofrecen sus credenciales y las de sus consortes para disponer de boletas y después cruzarlas, por lo general, a favor del candidato con mayor potencial económico. Hace seis años, por ejemplo, así procedió Felipe Calderón aconsejado por los mismos catalanes que hoy atizan las hogueras.

López Obrador, en aquel año que tanto recuerda –volvió a ser referente de la “campaña negra” para alimentar el fuego de la contienda actual en su fase final-, cometió el grave error de considerar un “fraude generalizado”, es decir extendido a todo el país y a todas las casillas, cuando fueron cuatro o cinco los laboratorios comiciales que jugaron con una franja de un millón de votos: Eso bastaba porque el tabasqueño se había dejado alcanzar, pero no rebasar, por una derecha bendecida por la parafernalia presidencial y el manejo de los medios masivos de comunicación y de los corporativos empresariales que los sostienen. Cuando hablé con Andrés Manuel sobre ello, me dio la razón y pretendió rectificar: En su crónica de aquellos eventos mencionaba, en un capítulo extenso, todas las pruebas reunidas sobre la existencia de los laboratorios alquimistas pero, a última hora –según me contaron sus editores, entre ellos Ariel Rosales, de Random House Mondadori-Grijalbo-, decidió suprimir toda referencia al tema para reiterar el haber sido víctima de un fraude total, casilla por casilla, lo que era no sólo mentiroso sino difícil de probar. Y, con ello, claro, ganaron a mansalva los promotores de la derecha que supieron esconder las manos –y los laboratorios- a tiempo. Esto marcó la diferencia entre la incredulidad y la afrenta indiscutible al sufragio universal.

Esto es: el fraude sigue siendo posible en tanto exista dominio de un determinado partido en algunas regiones del país, lo mismo en Guanajuato, en donde la estructura panista funciona como un reloj en las comunidades y villas rurales productoras de mano de obra de exportación, o en las zonas de conflicto, en el sureste del país, donde el aspirante de “las izquierdas” debió tener algunos encuentros con los comandantes y jefes de los grupos subversivos que por allí pululan. Y conste que lo hemos venido señalando de manera reiterada desde hace ya varios meses –“Sin Redención”, Océano, 2012, sin que se apliquen indagatorias sobre el particular; pareciera que lo único importante es la disposición extraordinaria de fondos públicos.

Sobre lo anterior, también hay un fraude maquinado. Digamos, por ejemplo, que Enrique Peña gane las elecciones y después se le compruebe –allá por enero de 2013, de acuerdo a los plazos puestos por el propio IFE-, que cometió graves excesos presupuestarios, gastando mucho más de cuanto tenía asignado por ley. ¿Se le desconocería acaso como presidente? Pues no. De acuerdo al Código Federal Electoral, ello daría cuenta a una multa millonaria, sin prisión ni inhabilitación de cargos. Simplemente, bastará sufragar la sanción y terminar así la controversia en medio del desinterés general. Por ello, ya no hay quien se preocupe, siquiera, de revisar los excedentes derramados sobre las campañas del PRI, el PAN y el PRD también. Nadie se salva y por ello las acusaciones se entrecruzan sin hacer apenas ruido como en el penoso caso del extorsionador José Luis Ponce de Aquino que pretendió sacar “tajada” de sus denuncias sobre la mala disposición de 56 millones de dólares destinados a un proyecto ilegal: Publicitar a Peña Nieto en el exterior, lo que está expresamente prohibido. El intento de escándalo no llegó siquiera a ser parodia, pero alertó, a todos por igual, de hasta donde podría llegarse en los últimos días de campaña. Ya estamos en ellos.

Debo insistir, porque mis conocimientos no son técnicos como los de Woldenberg sino se basan en la observación directa, que una cosa es votar en las casillas urbanas y otra, muy distinta, hacerlo en las rurales, sobre todo las más alejadas de capitales y grandes ciudades estatales. Me temo que cuando se conoce la geopolítica actual del país, es posible entender cómo, en algunos municipios aislados, se vota en la jornada anterior a la oficial y se hace firmando las actas después de un consenso general, esto es: Todos en la misma tendencia, salvo los rebeldes que hay por doquier. O que es factible manipular las estadísticas –como se hizo en 1988-, presentando primero las votaciones de los lugares más cercanos a los centros de cómputo para dar idea de tendencias, que no son irreversibles, pero se presentan como definitivas. Ya nos ha ocurrido y, sin embargo, nos hablan de que estamos blindados contra el fraude.

¿Acaso no fue un fraude el dictamen final del Tribunal Electoral del Poder Judicial Federal, en 2006, cuando asentó que no fueron determinantes para el resultado de la elección las intervenciones probadas e ilegales del entonces presidente de la república, el señor Fox ahora el primer panista “peñista”, y de sus acorazados empresariales quienes dieron cuenta de la “campaña negra” con dinero privado y destinado al célebre e intocable grupo Ostos&Solá, “hacedores de presidentes” como se presentan, con sedes en Madrid y ahora en México?

No, por supuesto que no creemos en la posibilidad de una rebatiña de urnas, como en el pasado, o en la simpleza de un mal uso del padrón electoral. Los antídotos contra la democracia son más elaborados, porque se basan en la triste realidad de las diferencias de clase, que cuantos observa el señor Woldenberg sin ensuciarse las botas. Lo mismo habrá pensado de la fidelidad matrimonial hasta que los hechos mismos le abrieron los ojos y no pudo sino hacerse a un lado. Repito: La vida personal es intocable sólo cuando no tiene repercusiones en la vida pública. l

oretdemola.rafael@yahoo.com.mx

LA LÍNEA ENTRE LA VIDA PERSONAL Y LA PÚBLICA SERÁ SIEMPRE MUY DELGADA. NO ES POSIBLE CONOCER A QUIENES ASPIRAN A LA GLORIA DE LA PRESIDENCIA SIN SABER CÓMO SON EN SUS HOGARES.

Leído en: http://www.zocalo.com.mx/seccion/opinion-articulo/es-posible-un-fraude

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