Rafael Loret de Mola |
Otro caso relevante fue el de Carlos Hank González, a quien se consideró el mayor de los empresarios-políticos de su generación, capaz de asimilar una fortuna desde sus inicios como profesor rural y no sólo eso: pudo beneficiarse tanto dentro que a la sombra del poder sin que nadie indagara sus posibles conexiones non santas, incluyendo la posibilidad de que tuviera contactos con alguna de las mafias del narcotráfico. Lo cierto es que fortuna, inmensa, era inocultable y con ella sirvió de mecenas incluso al ex presidente José López Portillo quien, acaso, le permitió actuar con manos libres cuando comenzaban a consolidarse las interrelaciones de ciertos políticos y los “capos” que iban fortaleciéndose hasta alcanzas su primer “boom” –ahora vivimos el segundo- en el sexenio de Miguel de la Madrid, otro célebre fallecido a quien jamás se tocó en vida pese a las múltiples vertientes de sus negocios sucios y de sus inversiones en el exterior, sobre todo en los paraísos fiscales, que él negó hasta el último día de su vida lo mismo que debió rectificar sus sonoras declaraciones acerca de su sucesor, Carlos Salinas y la legitimidad del mandato de éste. No pasó del escándalo porque el hijo de Don Miguel negoció, a muy altas cumbres, el silencio de su padre alegando lagunas mentales. Tal, al parecer, era preferible a poner en riesgo a la familia entera. Peor que en las sicilianas dedicadas al crimen organizado.
Quedan vivos varios elementos a quienes se protege con desmesura, incluso más después de la primera alternancia, en 2000, cuando torpemente creímos que, al fin, la basura histórica sería removida de los falsos nichos. Era lo menos que podía esperarse cuando Vicente Fox ganó la Presidencia con un discurso a favor del cambio y en contra de la corrupción institucionalizada; pero, insisto, ni siquiera molestó a los grandes privilegiados del establishment. ¿Por qué?
Dos casos son especialmente notables como hemos anotado en estas líneas. Veamos:
1.- Emilio Gamboa Patrón, en ruta hacia una senaduría como parte de las compensaciones al grupo de Manlio Fabio Beltrones -¿qué hubiéramos esperado de ser él quien hubiese ganado la candidatura presidencial del PRI?-, ha sido acusado de las mayores aberraciones políticas y morales, incluyendo su contacto con la red de pederastas de Cancún y con el “ejemplar” Kamel Nacif Borge, el conocido “rey de la mezclilla” y quien, además, destruyó la imagen del ex gobernador poblano Mario Marín Torres, “el precioso”, quien cometió un atropello incalificable contra la periodista Lydia Cacho, mi admirada amiga a quien tuve la fortuna de conocer hace dos décadas o un poco más en Cancún, con tal de blindar a la ignominiosa red de abusadores de niños y niñas. Gamboa fue nombrado once veces en el expediente sobre cuanto pasó a la sombra del pederasta Jean Succar Kuri, con testimonios irrefutables de las víctimas; pese a ello y las dimensiones del escándalo, Gamboa ni siquiera debió dar alguna explicación al respecto como jamás ha explicado cuál era el fondo de su relación personal con Miguel de la Madrid en el auge de la conocida “cofradía de la mano caída”.
2.- El otro es Manuel Bartlett Díaz, cuya carrera y actuaciones en el poder federal y al frente del gobierno poblano son más que conocidas... negativamente. Fue él, por ejemplo, el protagonista siniestro, ubicado en el gobierno mexicano, de la seria “La Guerra de las Drogas” en la cadena estadounidense ABC con un raiting millonario de espectadores. No dijo una sola palabra. Por cierto, cuando otra colega a la que quiero mucho, Flor Berenguer, le preguntó si era cierto que, por las acusaciones de la DEA no podía entrar a los Estados Unidos, ufano declaró:
--Mentira. Por supuesto que puedo; en todo caso lo difícil sería salir de allí.
El sarcasmo, a menara de confesión de parte, ni siquiera conmovió a los órganos encargados de hacer justicia en una nación en donde a los políticos de alto nivel sólo se les persigue por decisión presidencial Y no sólo hablamos del PRI: allí está también Juan Molinar Horcasitas, ex director del IMSS y consejero actual del panismo –cuya única posibilidad de ganar los comicios de julio próximo es la aplicación de la vieja alquimia, pero más elaborada-, cuya responsabilidad en el caso de los niños quemados en la guardería ABC de Hermosillo es indiscutible, lo mismo que la del ex gobernador Eduardo Mours, el poderoso empresario que quiso comprarse un gobierno y lo logró con absoluta desfachatez.
Por todo eso, además por los rastros de la amnesia tan frecuente, Manuel Bartlett puede autodenominarse izquierdista luego de haber reprimido a los líderes del Frente Democrático Nacional, antes y después de los sucios comicios de 1988. Así pretendió vender, al usurpador Salinas, la Presidencia misma a cambio de la Secretaría de Educación -¡qué terrible ignominia!- y del gobierno de Puebla, pese a su origen tabasqueño –su padre, Manuel Bartlett Bautista debió huir de Villahermosa, siendo gobernador, vestido de mujer para no ser linchado-, y la deformación terrible en su formación política. Cualquiera, al borde del Grijalva, se acuerda de aquellos turbios antecedentes que seguramente marcaron, mental y moralmente, al engendro.
¿Puede discutirse su intervención en los asesinatos de periodistas célebres durante el régimen delamadridiano? No fue uno ni dos sino setenta y cuatro víctimas a las que se difamó, para colmo, presentándolos como borrachos, homosexuales o infieles en cacería de hembras casadas, para darle giros pasionales a los crímenes referidos. Y pare eso, no hubo quien pudiera ni pueda con Bartlett, campeón del cinismo político. Y podría extenderme mucho, muchísimo más.
El colmo está a la vista ahora: es candidato a senador por la izquierda, con el apoyo de Andrés Manuel López Obrador –quien sólo finge amnesia cuando lo requiere-, ¡sin haber renunciado al PRI y sin que la dirigencia de este partido, como debiera hacerlo por evidentes razones, lo haya expulsado! No podría imaginar traición mayor que competir por otros partidos ajenos al suyo y ser tolerado por ello por cuantos tienen la obligación de preservar la moral política de su instituto.
¿Acaso la invulnerabilidad de estos personajes es la primera gran conexión que explica el por qué de la violencia y sus vaivenes... en ausencia de gobierno?
Debate
La familia Mouriño vuelve a sonreír. Sin merma de su patrimonio, tras el extraño “accidente” a aéreo en el que perdió la vida Juan Camilo, a quien Calderón veía como su gran “delfín” pese a las dificultades legales generadas por su origen gallego-madrileño, cuando defendía con vehemencia los intereses hispanos en México y estaba a punto de cerrar trato para el ingreso de la petrolera Repsol al mercado mexicano; curiosamente, tras la desaparición del personaje, las acciones de Repsol cayeron en treinta por cierto, mientras Calderón se reunía con empresarios estadounidense del ramo, fuera de México por supuesto. ¿Somos mal pensados? La experiencia nos ha convertido en escépticos.
Pero el patriarca, Carlos Mouriño Atanes, padre de Juan Camilo a quien veló y lloró en la intimidad adoctrinando a los suyos para evitar que dijeran el menor reproche y aceptaran la versión oficial tan cuesta arriba, está de plácemes: su equipo de fútbol “Celta” de Vigo, casi en los límites entre Galicia y Portugal, luego de cinco años, volvió a la primera división española y podrá competir con el Real Madrid y el Barsa, con las consiguientes derramas económicas. Buenos dividendos acarrea el silencio y la lealtad con el sistema, en México y España.
No se olvide que Mouriño Atanes, nacido en 1943, albergó la esperanza d “hacer presidente” de México a su hijo... aunque fuera sin cumplir los requisitos legales sobre la nacionalidad. Con ello se hubiera consumado, sin duda, la reconquista ibérica con cuanto ello significa para las actuales generaciones de mexicanos a quienes se paga en peso lo que en España se paga en euros por los mismos trabajos; de allí el ahorro de los consorcios hispanos en nuestro país que amplían ganancias y cubren agujeros... con el dinero de los mexicanos. ¡Enhorabuena, señor Calderón!¡Enhorabuena señor Mouriño!
La Anécdota
A los periodistas que tuvieron a sus cargos los reportajes sobre la caída del Jeat Lear en donde viajaba Juan Camilo, no les queda la menor duda de una cosa:
--Esto no fue accidente... de haberlo sido, por las turbulencias provocadas por un avión que precedía al del funcionario, ya se habría enjuiciado a los técnicos y operadores de tal avión y del aeropuerto.
--Entonces, ¿de qué estamos hablando? –he preguntado cien veces-.
--Lo que pasa es que no hay ninguna pista, ningún rastro, como ara presumir la posibilidad de un atentado...
Y de allí no hemos pasado en más de tres años.
Leído en: http://www.zocalo.com.mx/seccion/opinion-articulo/por-que-hay-impunidad
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