Ricardo Alemán |
Y no sorprende, porque desde hace seis años la persecución violenta y cargada de insultos y odio se convirtió en el lenguaje de curso corriente contra el candidato electo y el mismísimo presidente de los mexicanos. Y si entonces nadie hizo nada, nadie resultó molestado –ya no se diga sancionado o castigado por esas agresiones–, ¿Por qué hoy se habría de actuar contra los que violentan a un candidato presidencial, sea del PAN, sea del PRI?
No sorprende y tampoco altera a nadie la violencia lanzada contra Josefina Vázquez Mota o contra Enrique Peña Nieto, porque ante el reino de la impunidad y el abuso de los fueros políticos –en el que vivimos–, parece que no existe poder que valga, sea Ejecutivo Legislativo o Judicial, sea Gobierno municipal, estatal o federal; sea regla electoral o de convivencia civilizada elemental. No sorprende a nadie la barbarie.
Y es que, nos guste o no, la política mexicana y el ejercicio de las libertades democráticas básicas –como los derechos a votar y ser votados– en México se ejercen a punta de palo y piedras; a mentadas de madre, a puna de chantajes callejeros que dañan gravemente a millones todos los días, sin que nadie sea sancionado por las violaciones de libertades y derechos de terceros, daños en propiedad ajena, privada o propiedad federal.
Hace seis años, un político locuaz, rabioso, carente de elementales responsabilidades democráticas, bloqueó y partió en dos la vida de la capital de un país de 100 millones de personas y… no pasó nada. ¿Por qué no pasó nada? Porque “nadie quiso caer en provocaciones”; explicación linda la frontera de la estupidez, para justificar la total impunidad política.
¿Por qué esperar hoy, casi seis años después, que sea respetado el derecho de una candidata, como la señora Vázquez Mota, o un candidato como Peña Nieto, a hacer campaña y circular libremente por el territorio nacional sin ser agredido a palos y piedras? Y frente a eso, la pregunta para cualquier ciudadano del mundo, en una democracia sana, sería obligada. ¿Y dónde está la autoridad civil, judicial, electoral, para impedir esa barbarie? No hay autoridad frente a la barbarie de la política en México.
Si eso ocurriera en Suiza, Alemania, Estados Unidos –o lo mismo le aplicarían al intocable candidato de las izquierdas en México–, sin duda estaríamos ante un escándalo mundial. Pero, claro, estamos en México, en donde una turba es lanzada contra el presidente electo y luego el presidente constitucional, y nadie dice nada.
Nadie dice nada cuando una turba de dizque maestros bloquea las principales calles del Distrito Federal, jodiendo la vida a miles de personas. En cambio, la autoridad dobla las manos y regala más salario, más descanso, más holgazanería a los pillos que chantajean. Nadie dice nada cuando esos dizque maestros queman instalaciones de una empresa privada, como Televisa, en protesta de quién sabe qué locura.
Nadie dice y hace nada, cuando ex trabajadores de la mafia de Luz y Fuerza sabotean instalaciones, golpean personas, queman autos, roban y destruyen instalaciones estratégicas. Nadie dice nada cuando otra mafia social, la de Antorcha Campesina, jode la vida de millones, chantajea a las autoridades y se van con su botín –llamado logros sociales– de tanto en tanto.
¿¡Qué se jodan Peña Nieto y Vázquez Mota!; ¡que se jodan las elecciones, la tambaleante democracia electoral; los millones de mexicanos que son afectados todos los días por las mafias políticas como las del SME, antorcha Campesina, el SENTE, la CNTE y ahora la juvenil #YoSoy132!?
Que se jodan, porque en México manda la barbarie, el chantaje, la presión política… Y en el colmo, del “México democrático”, de la apertura, la alternancia, las libertades, resulta que los intelectuales, empresarios y dizque árbitros electorales persiguen lastimosamente al candidato de las izquierdas, para que haga el favor de firmar un compromiso con lo que debe respetar, las leyes electorales y el resultado de las urnas. Claro, se lo suplican, no sea que provoquen su enojo y nos recete el clásico “¡al carajo las instituciones!”.
EN EL CAMINO
Por cierto, los señores Calderón y Ebrard, al tiempo Presidente de los mexicanos y Jefe de Gobierno del DF, conocen su responsabilidad política. Nadie les tiene que advertir –como bebés–, que la cumplan. ¿O también les vale?
Leído en: http://www.zocalo.com.mx/seccion/opinion-articulo/que-se-joda-pena-nieto
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