sábado, 28 de julio de 2012

Ana María Salazar - Liderazgo del siguiente sexenio

Ana María Salazar
Ojalá que me perdonen estimados lectores, pero como ustedes saben, estoy obsesionada con el tema de liderazgo. A la luz de que en poco tiempo tomarán posesión un nuevo presidente (bueno por lo menos eso dijo el IFE) nuevos gobernadores, alcaldes, legisladores federales y locales, es importante discutir de nuevo, qué características de liderazgo deberán de tener los nuevos líderes electos o los que tomarán las riendas políticas del País.

Depende en parte de cuál es la visión que tenemos sobre cuáles son los problemas fundamentales del País y qué nos espera en los siguientes años. ¿Necesita México líderes que le dé prioridad a decisiones basadas en consensos políticos, dado que será la única forma de avanzar en las reformas? Entonces el País requiere buenos negociadores.

¿La situación nacional requiere de líderes que impongan soluciones por la degradación política del País? Entonces el siguiente líder del Ejecutivo deberá ser una persona firme en sus convicciones. ¿El futuro mandatario deberá tener un gabinete absolutamente fiel, o buscar rodearse de secretarios que le puedan proporcionar diferentes perspectivas? La respuesta en parte depende de qué tantas habilidades tenga el Presidente de supervisar a sus subalternos. ¿Debe el nuevo presidente inspirarnos y hacernos creer en el futuro de México o la táctica debería ser subrayar en una forma pragmática y realista los serios problemas que enfrentan el País y los sacrificios que se requerirán para cambiar este rumbo? Un buen líder inspira, pero al mismo tiempo no crea expectativas falsas. ¿Continuar apoyando la mayoría de las políticas públicas impulsadas en los últimos años o el futuro de México requiere una gran sacudida puesto que el actual esquema simple y llanamente reprobó? ¿Podrá la gobernabilidad del País en esta coyuntura sobrevivir un trascendental revolcón político? ¿A qué se le debe de dar prioridad, al problema de la pobreza o a la inseguridad desbordada en el País?

La respuesta a estas últimas tres preguntas nos define si la personalidad de los nuevos lideres debe de incluir o no algunas características autoritarias.

Mucho se ha especulado acerca de si el liderazgo está intrínsecamente ligado a la inteligencia. Probablemente haya quien piense que ser inteligente es un requisito indispensable para ser un buen líder, y quizá tenga razón. Pero la capacidad de un líder, a fin de cuentas, no se define por su inteligencia, y aunque es una herramienta básica, la disciplina y el propio interés se suman a ella como factores indisolubles. Podríamos buscar ejemplos de personas extremadamente inteligentes, muy brillantes, que fueron muy malos líderes. Una persona muy inteligente y que pretende saberlo todo, es muy probable que caiga en la soberbia.

Los líderes soberbios por lo regular terminan siendo malos dirigentes pues no buscan asesoría en ninguna de las áreas y desembocan en el fracaso, porque finalmente sabemos que nadie, absolutamente nadie, puede saberlo todo ni ser experto en todos los temas. Por el contrario, encontramos ejemplos de personas que no tienen una inteligencia extrema y que ni siquiera son brillantes, pero que poseen otras cualidades tal vez más importantes para un líder, como la capacidad de empatía, el control emocional, el poder seleccionar un buen equipo de trabajo y, sobre todo, la conciencia de sus propias limitaciones. Muchas personas tratan de ligar el tema de la inteligencia con su capacidad de liderazgo, pero yo diría que por el contrario, más que ligado a la inteligencia lo está a la disciplina, a la capacidad de reconocer que el liderazgo es un proceso de aprendizaje que dura toda la vida.

Un líder que no es socialmente inteligente es muy difícil que logre ejercer un liderazgo efectivo. Un líder socialmente ignorante actuará a partir de su instinto sin pensar en las consecuencias. Nunca analizará los efectos de sus actuaciones ante el público y jamás le preocupará su desarrollo con la gente; por lo tanto, sus decisiones afectarán no sólo la imagen que de él percibe el pueblo, sino incluso los resultados en el momento de buscar consensos o de resolver problemas. Por el contrario, un líder inteligente siempre estará preocupado por su aspecto social más que por su imagen de líder. Buscará mejorar su desenvolvimiento frente a sus semejantes, esto es, hará uso de un lenguaje adecuado, tanto verbal como no verbal. Un líder inteligente logrará una mejor empatía con su equipo y con sus electores en tanto llegue a entender la importancia de su comportamiento social.

A fin de cuentas, un buen liderazgo es simple y sencillamente el ejercicio correcto del poder, la búsqueda de las decisiones correctas. Dick Morris, reconocido y controversial consultor de la Casa Blanca y autor de “El Nuevo Príncipe”, explica: “El arte del liderazgo es mantener un impulso lo suficientemente adelantado como para controlar los acontecimientos y mover la política pública sin perder el apoyo público”.

Del dicho al hecho…

Ana María Salazar es analista política.

Twitter: @AMSalazar

En Internet: www.anamariasalazar.com

Facebook: anamariasalazarslack


El arte del liderazgo es mantener un impulso lo suficientemente adelantado como para controlar los acontecimientos y mover la política pública sin perder el apoyo público” Un líder que no es socialmente inteligente es muy difícil que logre ejercer un liderazgo efectivo. Un líder socialmente ignorante actuará a partir de su instinto sin pensar en las consecuencias. Nunca analizará los efectos de sus actuaciones ante el público y jamás le preocupará su desarrollo con la gente

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