sábado, 18 de agosto de 2012

Jorge Camil - El acoso al Trife

Jorge Camil
En ningún sistema judicial se permite que una vez fijados los límites de la controversia uno de los litigantes se acerque a la autoridad judicial para hablar en lo oscurito y presionar. En México ocurre con frecuencia, y se conoce en la jerga del oficio como “hablarle al oído al juez”. Pero lo que hace López Obrador es peor. 

No presiona a los magistrados en sus gabinetes de trabajo, ni cuchichea con ellos en los pasillos de tribunales. Los amenaza en los medios de comunicación. 

En sus conferencias matutinas comenta el caso diariamente y ofrece “pruebas supervenientes”. Así los presiona a plena luz del día. Y aunque el pretexto pretenda ser tan noble como “defender la democracia”, el verdadero propósito es poner a los magistrados contra la pared; exhibirlos frente a la sociedad para después acusarlos de corrupción, de ser parte del fraude. Eso vendrá después… 



En público sacude papeles y amenaza con “las últimas” pruebas de un fraude descomunal que engañó a más de 50 millones de mexicanos. Es un showman que intenta vendernos, con la vehemencia de algunos televangelistas, las calamidades del juicio final; convencernos de que mientras dormíamos alguien le robó la Presidencia y nos puso al borde del abismo. Con los papeles en la mano anuncia en su lenguaje telegráfico: “aquí están… más pruebas; aquí está el fraude”. Y nos deja adivinando las intenciones de “la mafia que se adueñó de México”. 

Aunque su inconformidad es un legajo con más de 600 páginas, organizó en los 32 estados “asambleas informativas”, para recabar del público en general pruebas y testimonios adicionales. Algo extemporáneo, y a estas alturas sin relevancia procesal, pero que sirve para presionar al tribunal y dividir a la sociedad, involucrándola en un escándalo nacional montado por él. 

Cuando la inconformidad comenzaba, los presidentes del Movimiento Progresista visitaron a los magistrados y les presentaron con solemnidad una “excitativa de justicia”. El recurso fue rechazado por improcedente, pero su verdadero propósito era mostrar que hubo “denegación de justicia”; hacerlo parte del “victimismo conspiratorio” que El País le atribuye a López Obrador. 

Comenzó la campaña afirmando que se preparaba un enorme fraude en su contra, pero siguió adelante. Es su forma de hacer política. Sembrar indicios y recoger (como y cuando le conviene) odios. Su presión sobre el Trife ha llegado a extremos ridículos. Les advirtió a los magistrados que “el futuro de la nación depende de su fallo”. Y que una sola “desdichada sentencia” destruiría la fe en el sistema judicial. ¿Con esa amenaza, quién puede sentarse a impartir justicia? 

Para que los magistrados no se “empapelen”, López Obrador les entregó “10 fundamentos básicos para invalidar la elección”. Parece que les dicta los puntos resolutorios de la sentencia, pero la verdad es que se trata de otro golpe mediático: un resumen de su inconformidad y de las “pruebas supervenientes”. No ha explicado por qué da por buenos los resultados de legisladores y gobernadores electos. 

Siempre litiga ofreciendo cajas de pruebas, así que al cerrar la “Expo Fraude” envió al Trife 25 toneladas de pruebas, que incluían hornillas y pollitos (devueltos, me imagino, por millones de demócratas arrepentidos). No aceptará “argucias legaloides” ni le dará vuelta a la página hasta invalidar la elección. No acepta nada que no sea la invalidez. 

Cuando pierda el litigio habrá movilizaciones de sus grupos clientelares, porque él únicamente opera dentro del marco de la ley. Habrá tal vez un presidente “espurio”, ya conocemos el modus operandi. Pero considerando que hoy actúa “dentro de la Constitución” me pregunto si podría reelegirse como presidente “legítimo”. Quiere otra campaña, una nueva elección; recorrer el país en calidad de prócer, mientras nos gobierna un presidente interino… 

Jorge Camil, Analista político
http://jorgecamil.com 

Leído en:  http://www.vanguardia.com.mx/elacosoaltrife-1353214-columna.html

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