Raymundo Riva Palacio |
PRIMER TIEMPO: Hasta para ser suicidio fue temerario. Ya se sabía que el retiro de la frecuencia de banda ancha de 2.5 GHz a la empresa MVS por no haberla utilizado, generaría un problema. Lo que nadie sabía era el tamaño del escándalo que armaría Joaquín Vargas,número uno en la empresa que creó su padre, al denunciar esta semana que la quita de la frecuencia por parte del gobierno fue en represalia porque no se prestó a un chantaje. Su acusación directa al gobierno de Felipe Calderón sólo tiene precedente en 1973, cuandoRicardo Margain acusó al entonces presidente Luis Echeverría de haber creado el clima que provocó la muerte de Eugenio Garza Sada, durante un secuestro fallido de la Liga Comunista 23 de Septiembre. Margain era un abogado de segundo nivel que utilizaba Garza Sada, el creador del Grupo Monterrey, para ver temas relacionados con cámaras y colegios, que había tenido como momento cúspide previo, el haber sido uno de los organizadores al boicot de los Libros de Texto gratuitos durante el gobierno de Adolfo López Mateos.
Encargado de pronunciar el discurso durante el funeral, Margain acusó en su cara a Echeverría, quien con un gesto más adusto del que lo acompañaba siempre, aguantó en silencio el vendaval. Su reacción vendría después, al acusar a los empresarios regiomontanos de conspirar contra él. Aquél choque fue entre colosos: varios de los grupos industriales más fuertes de México, contra el Presidente. En esta ocasión, Vargas aparece como un retador solitario. Sus socios, como Carlos Slim, no salieron a emularlo. Sus aliados en los medios —como Juan Francisco Ealy Ortiz, dueño de El Universal, mantiene el equilibrio editorial—. Vargas no señaló directamente al presidente Calderón, pero sí a dos miembros del gabinete y a su directora de Comunicación Social. La respuesta fue apabullante, no sólo de los señalados, sino de otras áreas del gobierno que desmintieron sus acusaciones y revelaron, como el caso de Hacienda, que lo que él quería era mantener la concesión a 0.38% del valor de mercado en lo que pensaba comercializarla. Vargas aún no inicia la segunda parte de su alegato, pero tendrá que hacerlo bien y contundente, porque de otra forma, a diferencia del Grupo Monterrey, podrá hundirse feamente.
SEGUNDO TIEMPO: Libertad de prensa vs. libertad de empresa. El gran alegato político de Joaquín Vargas en su denuncia contra el gobierno por haberle retirado la concesión de la banda de 2.5 GHz, es que se trató de un asunto de libertad de expresión. Vargas dijo que como rechazó las presiones y los chantajes del gobierno para que su conductora estelar en la radioCarmen Aristegui se disculpara con el presidente Felipe Calderón por ventilar los rumores sobre su supuesto alcoholismo, lo reprendieron. ¿De verdad todo fue por una disculpa? Javier Lozano, el entonces secretario de Trabajo a quien Vargas señaló de ser el mensajero maldito, respondió que fue Vargas quien quiso utilizar a Aristegui como ficha de cambio; no al revés. Quién dice la verdad, difícil saberlo. Es la palabra de uno contra la del otro, y las filias y las fobias no sirven para desentrañar lo que realmente sucedió. Sin embargo, cuando MVS rescindió el contrato de Aristegui por ese episodio, la empresa explicó que la periodista había violado el código de ética de la empresa al haber diseminado “rumores” como si fueran noticias. Cuando esta semana Vargas denunció la venganza por no ceder, no explicó el porqué de esa contradicción. No recordó aquel comunicado ni lo incluyó en el paquete de casi 10 documentos del caso que entregó a la prensa esta semana. La opinión pública se mueve extrañamente cuando se politiza un tema. ¿Pedir una disculpa es un acto de censura o un atentado a la libertad de expresión? Honestamente, no. Tomar represalias de la naturaleza que afirma Vargas, definitivamente sí. El problema es que Vargas no ha aportado todavía las pruebas que sostengan su dicho. Lo que hay hasta ahora es una legítima defensa de un negocio que se le cae y que de él depende, según sus colaboradores, el futuro de la empresa. En ese caso, de lo que se trataría es del ejercicio de la libertad de empresa que siente conculcada, que no tiene nada de malo, aunque la verdad, no es lo mismo arroparse en la defensa de la libertad de expresión que en la de las utilidades. Es la diferencia entre paladín de la libertad y un capitalista dibujado por Abel Quezada. Esperemos ahora, la esperada réplica de Vargas.
TERCER TIEMPO: Mis aliados favoritos. Hay maneras distintas de jerarquizar las noticias y colocarle sus encabezados. En el choque de Joaquín Vargas de MVS con el gobierno, la prensa escrita, donde se aprecian mejor los matices, la mayoría han buscado no tomar partido y presentar las dos caras de la moneda, seguramente porque la verdad sigue todavía escondida. En los menos, no hay ese prurito. En este grupo sobresale un periódico de referencia, Reforma,que ha tomado el lado del empresario. Quien quiera criticarlo por parcial, tendrá razón. Pero hay que reconocerle a su propietario Alejandro Junco su congruencia. Si el episodio de Vargas remonta a 1973, también la historia de ese diario, cuando su placenta, El Norte, lo era todo. Don Rodolfo Junco, padre de Alejandro, había hecho una maniobra financiera para quedarse con las acciones que tenía el Grupo Monterrey en el diario, por lo cual, las empresas le quitaron la publicidad. Padecía de inanición cuando sucedió el asesinato de don Eugenio Garza Sada. Rodolfo Junco habló con Bernardo Garza, sobrino del patriarca, para resolver las cosas. Llegaron a un acuerdo para restablecer la publicidad, que incluyó a cambio reportajes para desacreditar a los sindicatos y crear las condiciones para el arribo de los sindicatos blancos. El Norte sirvió esos intereses y ayudó a los propios. La publicidad fluyó y el periódico creció. Hoy, su hijo Reforma es el buque insignia, que como en los 70s El Norte, se aboca a la defensa del empresario en su constante lucha con el gobierno. No hay de qué sorprenderse, pero vale la pena recordarlo.
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Twitter: @rivapa
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