sábado, 11 de agosto de 2012

Juan Villoro - Un libro en piedra

Juan Villoro
He tenido la suerte de leer la tesis de doctorado del epigrafista maya Guillermo Bernal dedicada a descifrar los mensajes del Templo de las Inscripciones de Palenque.

Apenas sobreviven tres códices de la civilización que inventó el 0. En 1562 Fray Diego de Landa quemó la mayor parte de los códices mayas en un auto de fe del que acabaría arrepintiéndose (a tal grado que pasó el resto de sus días tratando de recuperar la cultura que contribuyó a aniquilar).

Numerosos arqueólogos -algunos tan eminentes como Sir Eric S. Thompson- consideraron que los glifos mayas conformaban un lenguaje exclusivamente pictográfico. Los epigrafistas rusos Yuri Knorosov y Tatiana Proskouriakoff, y los norteamericanos David Friedel y Linda Schele, demostraron que la escritura maya también tiene una condición fonética. Los dinteles de Yaxchilán y los frisos de Toniná le "hablan" al espectador.



El edificio que contiene mayor información narrativa es el Templo de las Inscripciones edificado por K'inich Janaahb' Pakal, conocido como Pakal II, y concluido por su hijo K'inich Kan B'ahlam. Del año 680 a 690 se consumó una singular obra narrativa. Mezcla de autobiografía, historia pública y especulación sobre tiempo y el destino, el discurso de Pakal II depende de un rico tejido de metáforas. Cuando un gobernante asume el poder, habla de la "atadura de la diadema", una tragedia es descrita como "el fuego que el tiempo trajo en su espalda", la hambruna es el periodo en que "se secan los árboles frutales de la luna".

Si, como sugiere Ricardo Piglia, don Quijote es el último lector de una tradición, la de la novela de caballerías, Guillermo Bernal es el primer lector de una tradición silenciada durante más de mil años.

Uno de los aspectos más excepcionales del Templo de las Inscripciones es que ofrece una crítica del poder. No se trata, como suele ocurrir en la escritura pública, de una mera celebración de logros, sino de una dolorosa revisión de la derrota. Al respecto escribe Bernal: "Si lo entiendo correctamente, la narración histórica de K'inich Janaahb' Pakal magnificó tanto los fracasos como los logros de su dinastía [...] Los gobernantes mayas del periodo Clásico generalmente pregonaron sus victorias, pero rara vez admitieron sus fracasos. K'inich Janaahb' Pakal tuvo la genialidad de reconocer las debacles de su dinastía, mostrando que las adversidades podían ser superadas con el favor de los dioses, el apoyo de la colectividad y el heroísmo de sus gobernantes. En mi opinión, este poderoso argumento propagandístico operó como una fuerza ideológica que templó el carácter, la unidad y la voluntad de sus súbditos".

Una lección política se abre paso desde el año 690: la autocrítica permite reforzar el poder. Los limitados actores públicos de nuestros días tienen mucho que aprender de ese legado en piedra.

Entender la escritura maya ha traído un viraje valorativo. Cuando yo era niño se nos enseñaba que a diferencia de los aztecas, los mayas eran pacifistas que vivían absortos en enigmas matemáticos, religiosos y astronómicos. Cuando no estaban haciendo cálculos, rezaban. Ahora sabemos que esa visión romántica era falsa. El sacrificio y las guerras pertenecían a la vida maya. Al conocer sus mensajes, los mayas perdieron su aura mística y asumieron la contradictoria condición humana.

Todo discurso es capaz de mentir. ¿Qué grado de veracidad tiene el Templo de las Inscripciones? De acuerdo con ese discurso, Pakal II gobernó durante 68 años y murió a los 80, algo casi irreal en una época en que la esperanza de vida era de 30 o 35 años. Menos longevo, su hijo asumió el poder a los 48 años y vivió hasta los 66. Es posible que esos datos tengan un valor simbólico para darle un rango mítico a los gobernantes.

Durante 13 años, el arqueólogo Roberto García Moll estuvo al frente de las excavaciones de Yaxchilán. A él se debe lo que conocemos de esa ciudad a orillas del Usumacinta. Posteriormente dirigió el INAH y conoce como pocos la cultura maya. En su opinión, el trabajo de los epigrafistas es todavía especulativo.

Guillermo Bernal ha establecido un delicado contacto con escribas mayas que se sirvieron de intrincadas metáforas. Es mucho lo que puede perderse en el camino. Ignoramos quién fue Homero o quiénes fueron los muchos hombres que así llamamos. Troya fue considerada un sitio imaginario hasta que Heinrich Schliemann la descubrió en el siglo XIX.

A reserva de que se precisen datos y se distinga qué pertenece a la historia, qué al mito y qué a la ficción, El señorío de Palenque durante la Era de K'inich Janaahb' Pakal y K'inich Kan B'ahlam (615-702, d. C.), de Guillermo Bernal, está llamado a ser un libro definitivo de nuestra cultura. La gran saga narrativa maya, escrita en edificios para ser leídos, llega a nosotros como la asombrosa selva que podemos entender.

Leído en: http://noticias.terra.com.mx/mexico/juan-villoro-un-libro-en-piedra,7ae58f6cb5019310VgnVCM5000009ccceb0aRCRD.html

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