miércoles, 15 de agosto de 2012

Otto Granados - El encono de AMLO y la calidad democrática


Tengo la impresión de que el encono del ex candidato del PRD y de sus seguidores, fundamentalmente en la ciudad de México, se irá diluyendo en las próximas semanas a consecuencia, dirían los abogados, de que una vez emitida la declaratoria de validez de la elección presidencial la litis se ha quedado sin materia. Habrá, ciertamente, ruido y activismo rumbo a la toma de posesión de Peña Nieto, pero no se advierte cómo tendría sustancia política o legal alguna.

Dicho esto, lo que sí es indispensable analizar es el daño que AMLO hace a la calidad de una incipiente democracia como la mexicana, o, por lo menos, a la valoración que el ciudadano tiene de ella. Me explico.




Como lo muestran las encuestas, en el mexicano promedio hay una clara desilusión con el funcionamiento del sistema democrático. El Latinobarómetro 2011 , por ejemplo, registra que el apoyo a la democracia, es decir la aceptación de que es un régimen preferible a los demás, bajó en México al 40% entre 2010 y 2011, 9 puntos menos que el año previo. Pero la satisfacción con la democracia, es decir la percepción de que funciona bien, apenas alcanza un 23%, el peor resultado de toda la región latinoamericana medida en este informe.

Una parte de la explicación consiste tal vez en que la gente esperó de la alternancia bienes que ésta no podía dar porque cuestiones como el bienestar, el crecimiento o la seguridad dependen de otras variables políticas. La otra parte, sin embargo, es que ese estado de ánimo acerca de la democracia mexicana se ha venido deteriorando si, como parece, un liderazgo como el de AMLO manda el mensaje de que la normalidad democrática no sirve para nada y que es mejor salirse de las reglas del juego político e institucional para lograr presuntos cambios que permanecer dentro de ellas. Esta circunstancia, la sistemática disposición de AMLO a socavar esas reglas, no destruye la democracia por supuesto pero sí ha hecho una enorme contribución al desencanto con las bondades de un régimen en el que apenas estamos madurando.

Más aún: las conductas antidemocráticas como las de AMLO suelen ser contagiosas e incentivan que el comportamiento colectivo (comoquiera casi 16 millones votaron por él) se sienta tentado a moverse, también, por fuera de las reglas o de la ley o de las instituciones, porque en su imaginario puede percibir que es la única forma de conseguir algo. Que esto no ocurra, como le pasará a AMLO cuando resuelva el tribunal electoral, no es por sí mismo un freno para volver a las reglas, sino para intentarlo nuevamente a propósito de cualquier objetivo cuyo alcance suponga brincarse un cierto orden normativo o, incluso, de sentido común.

Y esto no sólo es letal para mejorar la calidad de la democracia, sino también para construir ciudadanía. Pobre legado el de AMLO.

og1956@gmail.com


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