Raymundo Riva Palacio |
Morena fracasó para lo que López Obrador la construyó, la operación territorial. Sostenido por la estructura del PRD, si se va del partido en unos meses como se prevé, dependerá totalmente del PT y, quizás, del Movimiento Ciudadano. Hasta ahora, los dos han servido a sus propósitos a cambio de votos. Ha sido un largo juego de valores entendidos donde López Obrador soslaya su carácter mercenario porque le han sido funcionales en su amago contra el PRD y para cobijar a sus francotiradores parlamentarios.
Los dos partidos son creación del grupo que tanto critica, el de Carlos Salinas. Dante Delgado, fundador de Convergencia, hoy Movimiento Ciudadano, abrevó en el establo de Fernando Gutiérrez Barrios, el policía político por excelencia, y primer secretario de Gobernación del salinismo. Alberto Anaya, fundador del PT, fue miembro de la corriente Política Popular (PP) de la Facultad de Economía de la UNAM, donde participaban Hugo Andrés Araujo y Gustavo Gordillo, muy cercanos a Salinas, y de cuyo gobierno fueron miembros privilegiados.
Delgado y Anaya mantuvieron su lealtad con López Obrador en 2006 porque no fructificó su intento por vender sus partidos. En este mismo espacio se reveló hace casi seis años la forma como el empresario Alfonso Romo buscó comprarle el partido para poner su candidato. Romo, el ingeniero financiero de Amigos de Fox en 2000, mandaba a un periodista con portafolios llenos de dinero en efectivo a Veracruz, para Delgado. Nunca se supo cuánto dinero finalmente le entregó, ni está claro el por qué la compra de Convergencia se frustró.
Más clara, pero desconocida hasta ahora, es la historia con el PT. En 2006 Anaya negoció con otra enemiga de López Obrador, Elba Esther Gordillo, hacer un traslado de senadores del PT a Nueva Alianza, para que formara grupo parlamentario en el Senado. La única manera de lograrlo era que sus senadores se sumaran a los aliancistas. Se llegaron a acuerdos importantes, y se hicieron dos borradores de asamblea constitutiva del grupo parlamentario en la LX Legislatura, uno bajo el membrete de Nueva Alianza y otra del PT.
Anaya dijo estar dispuesto a que la fracción fuera de Nueva Alianza, a cambio de todas las prerrogativas. Aprobado en principio, el acuerdo se iba a firmar en el hotel JW Marriot de la ciudad de México en agosto de 2006. Anaya se quedaría con todas las prerrogativas por seis años —incluidas las dos legislaturas en el Congreso—, que le permitirían embolsarse unos 100 millones de pesos. El acuerdo se cayó porque a minutos de firmar Anaya pidió 15 millones de pesos adicionales, lo que generó dudas en Gordillo sobre la calidad del compromiso.
Anaya perdió todo el dinero que se iba a embolsar en una tarde, pero mantuvo el grupo político que, con la ayuda de López Obrador, le ha dado los recursos para hacer del PT un gran negocio. Delgado sí recibió dinero, pero no concretó la venta de la candidatura. En la elección en 2012 no tuvo ofertas de esa naturaleza, pero Romo entró directamente a la campaña como enlace de López Obrador con empresarios. Anaya no estuvo ahora en venta, pero sirvió al expresidente Salinas, al apoyar iniciativas de su interés en el Congreso.
Ellos son los mejores aliados que tiene López Obrador, y forman parte de su reinvención electoral. Son también el mejor ejemplo de la doble moral que caracteriza a esa parte de la izquierda, puritana por un lado y mercenaria por el otro. No hay porqué sorprenderse. Es la izquierda que más le ha funcionado a López Obrador, porque es la única que realmente se alquila para la manipulación, y porque su razón de ser no es un proyecto o una ideología. Es el dinero su motor, por si a alguien no le quedó claro.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
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Leído en: http://www.vanguardia.com.mx/laizquierdadeandresmanuel-1363153-columna.html
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