Alonso Lujambio |
El jueves, se detuvo por momentos el Senado, cuando poco antes de la sesión de apertura del periodo de sesiones de la nueva legislatura, entró Alonso Lujambio en una silla de ruedas. Ocho meses después de salir, con pocas esperanzas de vida, rumbo a un hospital de especialidades en Arkansas, regresaba totalmente cambiado.
La figura alta y atlética de un hombre que hace un año no parecía estar cerca de los 50 años, era sólo un recuerdo nostálgico. Su cabello azabache siempre alineado, había desaparecido. Sus facciones griegas estaban desdibujadas. La secuela de una doble batalla por la vida, ante una insuficiencia renal y un cáncer, le impiden casi todo el movimiento. El hablar se ha vuelto lento y farragoso, y tiene un parche en el ojo derecho porque sólo puede ver doble.
“Es difícil derrotar el cáncer, pero estamos en ello”, explicó Lujambio, que enfrenta una enfermedad que a otras personas ha devorado en 90 días. “La parte que más me ha dolido de todo este proceso ha sido la invasión al sistema nervioso central porque ahí tiene efectos duraderos y para mí, devastadores”. Ver a Lujambio duele. Oír su determinación estimula. “Estoy contento porque estoy vivo”, admitió quien fue recibido con todo calor en una Cámara de Senadores donde, cuando no pudo levantarse de su silla para votar, estalló una ovación que estremeció a los presentes.
En la frialdad de las redes sociales y en el horizonte de la distancia, la reacción no fue cariñosa. Al contrario. La crítica mayor, legítima y cruel, le increpa el por qué con una enfermedad que evidentemente lo tiene en condición física mediocre para cumplir con un trabajo legislativo, insistió en tomar protesta como senador y cobrar un salario pagado por los contribuyentes. En el silogismo que plantean, Lujambio no tiene posibilidad de salir bien parado. Sobretodo, porque su función como representante popular –aunque haya llegado en uno de los tres escaños que entran en la lista del PAN por decisión ejecutiva-, no admite actos de piedad.
Pero el valor político de Lujambio no pasa por lo que se ve, sino por lo que sabe y lo que piensa. Quizás está físicamente muy impedido, pero mentalmente, lo demostró en sus primeros reencuentros con la opinión pública, sigue intacto.
Alonso Lujambio nació en 1962 en una familia panista de alcurnia, aunque él no militó formalmente en el PAN hasta 2009, cuando comenzó a acariciar la idea de ser candidato a la Presidencia. La buscó el año pasado, pero se quedó a la orilla del camino cuando el presidente Felipe Calderón permitió que sólo uno de los tres aspirantes a la nominación que estaban en su gabinete, luchara por ella. No está claro si para ese entonces Lujambio ya sabía que estaba mal de salud –sin conocer la gravedad de su enfermedad renal, lo primero que lo afectó-, pero pronto se dio cuenta de ello. Apenas comenzaba la carrera por la nominación, él caía en cama.
Meses antes Lujambio había sido designado secretario de Educación Pública, cuando Josefina Vázquez Mota se fue al Congreso en 2009. Amigo de juventud del presidente Felipe Calderón y de su esposa Margarita Zavala, Lujambio provenía del IFAI, y previamente había sido consejero electoral en el IFE que administró las elecciones de la victoria de Vicente Fox.
En sus primeros días de revisión en el Instituto Nacional de Nutrición, donde fue internado, Lujambio despachaba desde la cama, con el teléfono y la computadora a la mano. No lucía grave, pero la degradación de su estado de salud fue rápida. Hace ocho meses, uno después del diagnóstico que ya acumulaba el cáncer, salió de México en un avión de la flotilla presidencial con rumbo a un hospital de especialidades en Arkansas.
Ahí lo vieron sufrir y luchar varios de sus amigos. La señora Zavala fue una de sus visitantes. Lo veían que mejoraba, pero quienes lo visitaban, no se mostraban muy optimistas.
Sus viejos colegas del gabinete y muchos de sus amigos dentro y fuera de la administración pública colocaron su fotografía como avatar en las redes sociales, como un apoyo a su lucha. Después de todo, Lujambio había sido siempre un caballero y una persona seria, cuyo trato todos apreciaban.
Con fama de conciliador y buscador de unanimidades, Lujambio formó parte de una generación de politólogos y egresados del ITAM a la que incorporó el presidente Calderón en su gobierno, como Guillermo Valdés, ex director del Cisen, quien fue su compañero de generación, y Juan Molinar, ex director del IMSS y ex secretario de Comunicaciones, que fue su sinodal en el examen profesional, y con quien después compartió la experiencia del IFE.
Lujambio llegó al sector público como muchos otros en los dos gobiernos panistas: sin experiencia. Pero su palmarés académico era impresionante. Maestro en Ciencia Política por la Universidad de Yale, se graduó con una tesis sobre las élites políticas de México y los acuerdos institucionales en la transición democrática, asesorado por el gran teórico del autoritarismo y las transiciones democráticas, Juan Linz, quien lo tuvo como un pupilo muy apreciado.
En Yale también fue galardonado con el Premio Robert Dahl para el Estudio de la Democracia, en honor de ese politólogo que escribió un libro seminal, Poliarquía. En el ITAM dirigió la carrera de Ciencia Política, donde varios de los jóvenes de la nueva generación calderonista, tomaron clases con él.
Sin duda alguna, uno si no el más refinado politólogo en la última parte del gabinete de Calderón, Lujambio aprendió con la teoría y la práctica los recursos de la negociación y la construcción de acuerdos. Son los que necesitará el PAN ahora que será despojado del poder que ganó hace 12 años y necesita reconstruirse a partir del diálogo y la construcción democrática –de la que es experto-, y no de la confrontación.
En ese sentido, su llegada al Senado, en los términos de su aportación intelectual y política, es un enorme apoyo para el PAN y una gran tranquilidad para el electorado, que debe saber que en todo el tiempo que le quede de vida, Lujambio dará lo mejor de sí, que es lo que ha hecho consistentemente toda su vida.
@rivapa | raymundo.rivapalacio@24-horas.mx
Leído en: http://www.24-horas.mx/un-gran-luchador/
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