domingo, 2 de septiembre de 2012

Jaime Sánchez Susarrey - 15 lecciones

Jaime Sánchez Susarrey

Las prioridades de Estados Unidos no son las mismas que las de México. Para ellos, el problema está en el consumo. Para nosotros, en el peligro que representan los cárteles para la seguridad pública.
Seis años de guerra contra el narcotráfico y casi 60 mil muertos dejan una serie de lecciones que el próximo presidente de la República y el resto de las fuerzas políticas no pueden soslayar.

1. La guerra contra las drogas la declaró Richard Nixon en 1971. Dos años después creó la DEA. El objetivo era eliminar el comercio de drogas y reducir o abolir el consumo. Cuarenta y un años después el fracaso es total. No se abatió el consumo ni el tráfico de drogas. En otras palabras, es una guerra que no se puede ganar.

2. La DEA emplea a más de 8 mil personas y tiene un presupuesto anual de más de 2 mil de millones de dólares. El organismo tiene su propia agenda e intereses. Y no son siempre claros ni transparentes. Señalo el ejemplo más evidente: según su clasificación, la marihuana está en el nivel uno y es más peligrosa que la cocaína y la morfina. ¿Qué credibilidad puede tener una agencia que sostiene semejante "tesis"?





3. Las prioridades de Estados Unidos no son las mismas que las de México. Para ellos, el problema está en el consumo. Para nosotros, en el peligro que representan los cárteles para la seguridad pública y nacional.

4. El hecho de que los 60 mil muertos sean mexicanos es irrelevante del otro lado de la frontera. En la guerra de Vietnam murieron 56 mil estadounidenses militares, el país se dividió y Nixon se vio obligado a firmar la paz. Hoy el contexto es otro. El costo en vidas de este lado de la frontera no es relevante porque no tiene repercusiones sociales ni políticas en Estados Unidos. Así de simple.

5. No todos los cárteles son iguales. Para Estados Unidos una organización que trafica marihuana es una grave amenaza. De este lado de la frontera, el peligro mayor proviene de las organizaciones que se dedican al secuestro, la extorsión, el derecho de piso y el tráfico de migrantes.

6. No se puede luchar contra todos los cárteles indiscriminadamente. El Estado no tiene los recursos para imponerse en todas partes y al mismo tiempo. Las consecuencias de haberlo intentado están a la vista: la espiral de la violencia se disparó y la pérdida de control sobre territorios y carreteras es cada vez mayor.

7. No todos los cárteles son iguales. Hay unos que son mucho más peligrosos que otros. La fuerza del Estado debe concentrarse en los más violentos. Y de entre ellos, según la receta de Mark Kleiman, debe focalizarse en el más amenazante hasta lograr su aniquilamiento. El mensaje para el resto sería muy simple: si rebasas cierto nivel de violencia y delincuencia, correrás la misma suerte.

8. La coordinación y operación de las distintas unidades bajo un solo mando es indispensable. Hasta ahora lo que ha imperado es la dispersión y, algo peor, la rivalidad entre las distintas corporaciones. La Secretaría de Seguridad Pública no se entiende con el Ejército, y la Marina actúa por su cuenta. Dicho de otro modo, el presidente de la República debe asumir directamente la responsabilidad a través de un funcionario con autoridad real.

9. La unificación y profesionalización de las policías estatales es impostergable. Darle largas a este asunto equivale a dejar el país a la deriva y obliga a mantener indefinidamente a las Fuerzas Armadas en labores policiacas. De ahí la urgencia de fortalecer aún más la Policía Federal y contar con corporaciones efectivas en cada estado.

10. La detención de los grandes capos es una estrategia mediática muy aplaudida del otro lado de la frontera, en particular por la DEA. Pero no es una forma efectiva de enfrentar el problema. La consecuencia real es la proliferación de nuevos cárteles y el incremento de la violencia. Un ejemplo ilustrativo es el caso de Jalisco, que estaba en relativa paz.

11. Los objetivos fundamentales del nuevo gobierno deben ser tres: contener y hacer descender la ola de violencia, recuperar el control de las vías de comunicación -que incluyen varias de las principales supercarreteras- y focalizar la fuerza del Estado en los territorios y entidades que se han salido de control. Pero todo eso no se podrá lograr si antes no se identifica al cártel más peligroso y se le combate con toda la fuerza del Estado.

12. La legalización de la marihuana está en marcha en Estados Unidos. Por una parte, su uso con fines medicinales se extiende ya a 16 estados y en otros 12 está en estudio. Por la otra, la encuesta nacional Gallup 2011 muestra que la mitad de los estadounidenses está a favor de la legalización de la marihuana. Así que es cuestión de tiempo, y no de mucho, que algún estado -muy probablemente California- elimine la prohibición de consumirla con fines recreativos.

13. Las voces a favor de revisar la estrategia de la guerra contra las drogas se multiplican del otro lado de la frontera. Menciono tres personajes de primer nivel: George P. Shultz, ex secretario de Estado de EU; Paul Volcker, ex presidente de la Reserva Federal de EU; y John Whitehead, funcionario y banquero estadounidense, que integran la Global Commision on Drugs.

14. En América Latina las declaraciones de Otto Pérez Molina, presidente de Guatemala, a favor de la revisión de la estrategia y de la legalización de todas las drogas fueron contundentes. Pero la decisión más radical la tomaron el presidente José Mújica y el Congreso de Uruguay, que a finales de junio anunciaron la legalización de la marihuana para el próximo año.

15. El Estado mexicano, por razones evidentes, no debe permanecer al margen de ese debate, sino impulsarlo y participar en él. Poco importa que la iniciativa parta del gobierno federal, del Congreso o, incluso, de un gobierno estatal -como el de Graco Ramírez, en Morelos.

El futuro ya nos alcanzó.


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