Sergio Sarmiento |
Por eso ha producido tanta atención un estudio divulgado el 19 de septiembre por Food and Chemical Toxicology, una revista científica seria, que afirma haber encontrado pruebas de “toxicidad de largo plazo en un herbicida Roundup y en un maíz genéticamente modificado tolerante al Roundup” (el Roundup y el maíz NK603 son productos de Monsanto).
Gilles-Eric Séralini de la Universidad de Caen y sus colaboradores hicieron un estudio de dos años con ratas a las que alimentaron con maíz NK603: “En las hembras, todos los grupos tratados murieron 2-3 veces más que en los controles… En los machos tratados, los congestionamientos y necrosis de riñón fueron 2.5-5-5 veces superiores”.
El anuncio fue inusual para un estudio técnico. Se impuso una cuarentena a los medios que impidió someter los resultados a otros científicos. La divulgación de fotografías de las ratas con tumores, que buscaba generar una reacción emocional, produjo más protestas de los grupos que se oponen a la experimentación con animales que de los que se dedican a luchar contra la biotecnología. No obstante, el impacto mediático fue enorme e instantáneo, en parte porque el embargo impidió que hubiera en un principio puntos de vista críticos e informados.
Éstos han empezado ya a surgir. Maurice Moloney, de Rothamsted Research, señala “que hay anomalías a todo lo largo del documento que deberían haber sido resueltas en el proceso de revisión por pares”. David Spiegelhalter, de la Universidad de Cambridge, apunta que “los métodos, las estadísticas y el reporte de los resultados están muy por debajo de lo que uno supondría de un estudio serio”. Wendy Harwood, del John Innes Centre, señala que “los datos completos no se han dado a conocer, pero los resultados no contradicen los hallazgos anteriores de que la modificación genética es una tecnología neutra” (sciencemediacentre.org).
El número de ratas es insuficiente para las conclusiones. La duración del experimento fue inusitadamente larga, especialmente porque se usaron ratas Sprague-Dawley que son particularmente proclives a tumores. El número de tumores de los grupos de control es también muy alto. No hay correlación entre las cantidades de maíz ingerido y las condiciones de salud de las ratas. El estudio no señala cuáles fueron los alimentos de los grupos de control.
Ni Séralini, quien por años se ha opuesto a los transgénicos, ni nadie ha podido sugerir cuál sería el mecanismo que produciría los tumores. “No puedo pensar en una razón biológica por la que el maíz genéticamente modificado pudiera hacer eso” dice Marion Nestle de la Universidad de Nueva York.
Si bien Séralini declaró no tener conflicto de interés, parte de su financiación provino de CRIIGEN, el Comité de Recherche et d’Information Independentes sur le Génie Génétique, un grupo de oposición a los transgénicos. Puede haber estudios buenos bajo cualquier patrocinio, pero quienes se oponen a los transgénicos se han negado siempre a que se tomen en cuenta los que patrocinan las empresas productoras.
Para mí el tema no es cuestión de dogma sino de ciencia. Si se consideran las graves faltas metodológicas del estudio, puede concluirse que hasta el momento sigue sin demostrarse que los transgénicos hagan daño a la salud.
PROTECCIONISMO
El primer ministro francés Jean-Marc Ayrault, cuyo gobierno ha sido uno de los principales opositores a los transgénicos, advirtió el 20 de septiembre que de comprobarse los resultados de Seralini pediría una prohibición en toda Europa de los productos de Monsanto. Quizá el propósito del estudio sea favorecer un proteccionismo comercial.
Twitter: @sergiosarmient4
Leído en: http://www.zocalo.com.mx/seccion/opinion-articulo/ratas-genicas
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