lunes, 24 de septiembre de 2012

Lydia Cacho - Mexican@s en el exilio

Lydia Cacho
El dueño de un diario se compra una casa en Estados Unidos por temor a ser secuestrado en Nuevo León; esa misma semana la familia de una mujer asesinada en Chihuahua salió por amenazas de muerte; un grupo de 23 niños y niñas cruzaron el territorio nacional bajo intensos peligros para intentar cruzar la frontera hacia Estados Unidos, algunos buscaban a su madre o padre; otros, huérfanos y pobres, van tras una vida mejor. Hay quienes pueden emigrar para estar a salvo, hay quienes emigran para descubrir el mundo, sin apegos, y hay quienes son expulsados de la noche a la mañana y sin recursos materiales dejan casi todo por salvar la vida. 

La palabra “desplazados” no alcanza a definir el significado de la vivencia emocional, profesional, económica y síquica de lo que en realidad es una expulsión del territorio vital. Y no es suficiente porque detrás de cada maleta rellenada a toda prisa a la medianoche hay una vida entera; detrás de quien corre por la casa en la madrugada buscando su pasaporte, sin detenerse siquiera a pensar en la pavorosa huida, se queda una pareja que no puede abandonar el trabajo así nomás. O detrás del llanto de cada niña que debe elegir sólo un par de juguetes y no sabe cuál porque todos se los compró su abue que fue asesinada. Allí, en esos rostros y miradas, hay seres humanos que eligieron no ser parte de la violencia, pero la violencia de los otros irrumpió en sus vidas para trastocarlas y dejarlos en una vulnerabilidad que pocas personas logran comprender cabalmente. 




Ángela, Saúl, Cipriana, Juan, María Rosa, Roberto son parte de las miles de personas expulsadas por la violencia en México. Dejaron atrás todo para salvar la vida, incluso a sus muertas recién enterradas. Un grupo de 150 valientes están hoy en El Paso, Texas, y han creado un terruño imaginario denominado Mexicanos en el Exilio. Gracias al abogado Carlos Spector algunos han recibido formalmente el asilo político. 

Un millón 600 mil personas de diversas edades son consideradas desplazadas por la guerra contra las drogas en nuestro país, según datos de Fidel López García, académico del Instituto José María Luis Mora y consultor de las Naciones Unidas. Apenas 120 mil casos han sido plenamente documentados (es decir, ya tienen nombre y apellido, causas por las cuales salieron de su estado y lugar en donde se encuentran), el resto habrá de esperar su turno. Y no, no estamos hablando de las y los otros 390 mil connacionales que emigran cada año a Estados Unidos como “indocumentados laborales”. 

La guerra, las agresiones e invasiones de narcotraficantes en diversas ciudades y pueblos hacen mancuerna con un Estado debilitado y un sistema de justicia penal inoperante para proteger a la sociedad. 

Están también las y los periodistas y derechohumanistas que han tenido que buscar asilo en otras ciudades o países y las miles de mujeres que deben huir del país para salvar su vida por la violencia feminicida que ha incrementado notablemente en el país. Detrás de ellas corren por callejones y se esconden en trenes y camiones miles de niñas y niños que van con su orfandad a cuestas buscando un mundo que les reconozca su ciudadanía y les dé el cuidado y la seguridad vital que merecen. 

Si algo me queda claro es que hace falta una gran valentía para dejarlo todo, para atreverse a recomenzar, para alejarse de las amistades, de familiares, de la escuela, la casa, la cama propia, los bártulos de la cocina, el jardín cultivado con amor o simplemente las calles del barrio que reconocen nuestros pasos. 

La académica Leticia Calderón, el increíble equipo de terapeutas de ILEF, Spector y sus abogadas voluntarias que trabajan horas extras para demostrar que la expulsión por violencia que se vive en México es un asunto político, en el cual Washington debe asumir la responsabilidad que le corresponde, son todas y todos verdaderos pacifistas. Construyen la paz desde la prevención, reconocen a todos los actores implicados en la violencia expulsora, atienden el factor sicosocial, reconocen el estrés postraumático y lo abordan, trabajan desde sus espacios para transformar esos factores y, sobre todo, y ante todo, reconocen la humanidad de cada persona para reconstruir su vida, mantienen sus vínculos con México. Mexicanos en el Exilio (@mexenex) ha encontrado una red de solidaridad que les recuerda que su vida importa y que alguien del otro lado de ese exilio forzado pronuncia sus nombres, recuerda sus rostros y les espera en casa. Aunque la espera sea larga, sé que algún día volverán. 

Leído en: http://www.zocalo.com.mx/seccion/opinion-articulo/mexicans-en-el-exilio

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