domingo, 21 de octubre de 2012

Jorge Zepeda Patterson - La utilidad de la kriptonita

Superman tenía todos los atributos posibles, salvo por dos puntos vulnerables: una era Luisa Lane, la otra la kriptonita. El héroe era capaz de resistir el frio espacial o el fragor de un volcán, volar a la velocidad de la luz o desviar la trayectoria del planeta. Pero frente a la substancia verde o las pestañas de Luisa solía desvanecerse. 

Estos días he estado pensando en Súper Peña Nieto. Nunca se había visto tan poderoso como ahora que se pasea entre los reyes de España y los mandatarios de Alemania, Inglaterra y Francia. Nuestra tendencia a reverenciar al Tlatoani ha hecho el resto. En corrillos y charlas de sobremesa ya no se habla tanto del regreso del PRI, como se hacía durante la campaña electoral. Ahora se habla de Peña Nieto, de las reformas inminentes, de la posibilidad de crecer al 6%, de la capacidad de Videgaray su poderoso brazo derecho o, mejor dicho, su hemisferio izquierdo (la porción del cerebro que analiza, abstrae, cuenta, verbaliza, piensa en palabras y en números, y permite leer y escribir).




Vamos, ahora hasta Calderón parece feliz con el advenimiento de Peña Nieto y disputa con otros políticos la oportunidad de hacerle favores al presidente electo. Los gobernadores del PRD y del PAN buscan la fotografía, los grandes empresarios esperan el momento para ser recibidos a solas, a su paso las multitudes quieren tocarlo como si fuese, en efecto, el Luis Miguel de la política.

Y yo me pregunto, ¿Cuál será la kriptonita del nuevo superhéroe? Y no son ganas de aguar la fiesta, sino simplemente precaución. Es bien sabido que todo superhéroe necesita un antídoto o termina por convertirse en un peligro para la sociedad.

La kriptonita de los presidentes mexicanos ha cambiado con el tiempo. En otras épocas pudo haber sido Washington; hoy en día se llamaría “legitimidad”. En el pasado la clase política estaba contenida en sí misma; operaba con enormes márgenes de autonomía frente a los grupos de poder. Era una gerencia plegable a los intereses de los dueños del negocio (grandes capitales, intereses transnacionales), por supuesto, pero la conducción del día a día era atribución del administrador general, el presidente.

Ya no. La complejidad de la sociedad mexicana ha hecho vulnerable a los gerentes. 

El poder de los clientes, por así decirlo, es un factor que no puede ser desechado. La opinión pública es el nuevo factor de vulnerabilidad del mandatario, su muy particular kriptonita.

Curiosamente las propuestas más democráticas no las hizo Peña Nieto durante la campaña, sino inmediatamente después de ganar las elecciones: 1.- Crear una Comisión Nacional Anticorrupción; 2.- Ampliar facultades del IFAI para transparentar la información de estados y municipios; 3.- Crear una instancia ciudadana para supervisar contratación de publicidad oficial.

Tales propuestas no iban encaminadas a ganar votos, sino a obtener legitimidad frente al ruido que estaba provocando la campaña “#YoSoy132” que cuestionaba la legalidad de una presidencia ganada a billetazo y el riesgo del advenimiento del autoritarismo de antaño. Tales críticas constituyeron una kriptonita que debía ser neutralizada.

Tres meses más tarde, una vez debilitado el movimiento de repulsa, en medio de la espuma que generan sus viajes y el reacomodo de los poderes que buscan acercarse al presidente electo, la necesidad de legitimación se ha hecho menos evidente. El riesgo de la kriptonita se ha alejado.

No es casual que ahora comience a matizarse el alcance de tales propuestas democráticas. Ha trascendido que en el equipo de transición se estudia la posibilidad de que la cabeza del IFAI pueda ser designada desde la presidencia; en otras palabras, más autonomía formal, pero dependencia en la práctica.

En cuanto disminuye el riesgo de brotes de ilegitimidad, la agenda democrática de los gobernantes pasa a segundo plano e imponen la agenda de gobernabilidad. La necesidad de control gana a la de apertura. Invariablemente los mandatarios buscan mayor libertad para tomar decisiones sin “sufrir” la presión de la opinión pública. 

Sujetarse a mecanismos de rendición de cuentas o a espacios de intervención ciudadana va contra todos sus instintos. A menos, claro, que la kriptonita les obligue a ceder, a buscar legitimidad.

La crítica por parte de la opinión pública, la conversación en las redes, la presión ciudadana es la única manera en que podemos impedir que el gobierno se cierre y expropie el poder público. Sólo la kriptonita que representa la participación ciudadana puede impedir que el “superhéroe” se convierta en villano.

Por lo demás, Luisa Lane no será de mucha ayuda en este caso.

@jorgezepedap
www.jorgezepeda.net

Leído en: http://www.vanguardia.com.mx/lautilidaddelakriptonita-1399349-columna.html

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