domingo, 18 de noviembre de 2012

Carlos Ramírez - El PRI va sin contrapesos

A dos semanas de la toma de posesión del presidente Enrique Peña Nieto, el principal signo de la crisis política se localiza en la oposición y deja ver el problema de un PRI sin contrapesos reales de poder. El PAN quedó derrumbado luego de la derrota y el PRD se dividió por López Obrador y perdió su línea política.

El papel de oposición no es de oponerse a la primera mayoría, sino el de operar como un verdadero contrapeso político. Sin embargo el PAN extravió el rumbo político y el PRD ignora cuál es su discurso de ideas y se mueve entre la violencia en la protesta social y la carencia de propuestas 
alternativas.

La victoria presidencial del PRI orilló a los partidos políticos a una redefinición ideológica. En las elecciones presidenciales, los tres principales partidos se aglomeraron en el centro ideológico, pero más por no perder votos que por construir una propuesta reformadora progresista. Lo positivo de esos movimientos estratégicos fue la eliminación de los extremos de izquierda y de derecha, aunque sin definirse una ideología de centro.

La prueba de los partidos va a radicar en las reformas estructurales que inevitablemente tendrá que iniciar el gobierno de Peña Nieto. Si el PRD se ahoga en el viejo priísmo populista, el cardenismo autoderrotado en 1940, el neopopulismo del lumpenproletariado urbano, el fundamentalismo de los seguidores de López Obrador y el pragmatismo reaccionario de Los Chuchos, su escenario político será demasiado estrecho. Más que una refundación, el PRD necesita una reconfiguración como partido político, no confederación de tribus en pos de sus parcelas de poder y de presupuesto.




El PAN quedó agotado por dos sexenios de ejercicio del poder presidencial en los que prefirió con Fox pactar con el PRI y luego con Calderón centrarse en el tema de la lucha contra el crimen organizado. En el poder, el PAN se vació de ideas, de tradiciones, de ideología, de propuestas. Y por el poder padeció una fractura entre corrientes.

A favor de los espacios recuperables para el PAN y el PRD se va a dar un agotamiento conflictivo en el PRI, entre las viejas corrientes corporativas y las nuevas facciones pragmáticas en el gobierno. La reforma laboral provocó no un verdadero debate en el PRI, sino un pánico político por la ausencia de una iniciativa de reforma ideológica, luego de las fracasadas con Echeverría, López Portillo, Salinas, Zedillo y en la oposición.

Lo bueno para el PRI es que tendrá una oposición estridente, un PAN y un PRD que quieren --ahora sí-- la gran reforma del poder que no hicieron desde Los Pinos o desde el Palacio del Ayuntamiento. Doce años de gobierno presidencial panista y quince años de administración del gobierno capitalino no alcanzaron para que el PAN y el PRD pudieran hacer lo que hoy exigen a gritos y periodicazos. Pero aún ahora como oposición el PAN y el PRD han optado por una guerra de trincheras, por reformas parciales que pierden de vista la necesidad de un nuevo 
proyecto de nación.

La alianza PAN-PRD fue una tomadura mutua de pelo, careció de un proyecto de reforma integral del proyecto nacional y se agotó en la intención de hacer tropezar al PRI, no de reformular el modelo de relación laboral. Más que afectar al gobierno presidencial priísta, la oposición debería de pactar la gran reforma nacional integral del proyecto nacional priísta para consolidar la transición electoral con la instauración de una nueva democracia. Si no, el PRI se va a atrincherar y frenará hasta sus propias iniciativas de reforma.

OBAMA Y LAS ILUSIONES PERDIDAS
Una última ayuda de memoria sobre el fracaso de Obama en su primer periodo. Lo publicó Indicador Político el domingo 14 de agosto de 2011:
Gobernantes y dirigentes políticos no tienen excusa. La crisis económica se veía venir por dos razones: las dificultades para reanimar la reactivación económica luego del colapso del 2008 y la previamente anunciada crisis de la deuda estadounidense. Ahora nadie debe sorprenderse. Ni siquiera debe quejarse el gobierno del presidente Barack Obama por la disminución en la calificación de su deuda por la calificadora Standard & Poor’s porque se veía venir, pero el habitante de la Casa Blanca le apostó al pánico para doblegar a los republicanos y aumentar el techo de la deuda antes del plazo fijado por los tiempos económicos.

Ahora Obama aparece con el rostro cansado, sorprendido por la baja en la calificación. Y no es para menos: los bonos estadounidenses son los que marcan los tiempos y valores del capitalismo y ahora pueden convertirse en papeles basura, como algún país quebrado del tercer mundo. Lo que queda no es tanto la certeza de un juego de fuerzas que perdió Washington, sino la falta de previsión estratégica del presidente de los Estados Unidos. En voz baja, en los pasillos del poder de Washington hablan de la impericia de Obama y de su paso fugaz por el Senado sin aprender los juegos de poder.

El problema de la deuda de los EU, que empujó al mundo a otro periodo recesivo, tuvo dos espacios políticos: la negociación de un aumento en el techo de la deuda y la recomposición de los republicanos por el fortalecimiento del grupo conservador Tea Party. Pero lo que los demócratas y seguidores en el mundo no quieren entender, es que la lucha de fuerzas de Obama con el congreso republicano es natural en tiempos políticos preelectorales. Obama quiere pasar hoy como la víctima de la politización de la deuda estadounidense, pero sin reconocer que un aumento a tiempo en el techo de la deuda hubiera sido una victoria política que le hubiera colocado casi en la reelección automática. En los Estados Unidos todo es política y todo es poder.

El fondo de la crisis en los Estados Unidos está relacionado con los problemas del colapso de 2008 heredado por George W. Bush, pero la aplicación por Obama de una estrategia --avalada paradójicamente por el Fondo Monetario Internacional, entonces dirigido por el socialista francés Dominique Strauss-- basada en la ampliación del gasto público y rebajas fiscales para reactivar la economía, pero sin atender el problema de los ingresos. Hoy el déficit de los EU llega a dos dígitos, la deuda anda en 14 billones de dólares, pero la economía creció a una tasa promedio de 2%, pero sin generar empleos. La falta de actividad económica no detonó la reactivación; hoy se ven en el horizonte un par de años de decrecimiento económico.

Obama cometió el error de tomar decisiones populistas sin racionalidad económica. Sin embargo el problema no fue en sí el populismo, sino la falta de efecto en la actividad económica. El presidente de los EU, por ejemplo, destinó miles de millones de dólares para salvar a la industria automotriz --subsidios a la empresa y subsidios a los compradores para cambiar su parque vehicular--, las empresas eludieron la quiebra y ya recuperaron sus tasas de utilidades, pero la economía en general sigue en la lona. Ello quiere decir que Obama salvó a las corporaciones y a sus accionistas --ya los ejecutivos volvieron a subirse los bonos de beneficio personal--, pero sin lograr un impacto en la economía.

A los Estados Unidos se le acabaron las recetas. Por ello el debate comienza a darse, como a finales de los sesenta, en torno a la crisis general del capitalismo luego de la terminación del patrón oro. Pero más que un colapso final, en realidad el mundo asiste a la terminación --por enésima vez-- del orden económico y financiero fundado sobre dos decisiones estratégicas: el Pacto de Bretton Woods y el Consenso de Washington. Es decir, el capitalismo y la globalización, el sistema financiero y el mecanismo de producción. El Grupo de los 20 países más ricos del mundo ordenó un mecanismo de supervisión de las corporaciones, pero los Estados Unidos se han opuesto a aplicarlo; hoy se pagan las consecuencias de la complicidad del poder financiero.

Leído en http://www.zocalo.com.mx/seccion/opinion-articulo/el-pri-va-sin-contrapesos

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