viernes, 16 de noviembre de 2012

Carmen Aristegui - Chiapas

Algo ha pasado en el sureste mexicano esta semana.

Como por arte de magia le fueron retirados todos y cada uno de los cargos judiciales que pesaban en contra de Pablo Salazar Mendiguchía, el ex gobernador de Chiapas, y por los cuales se le mantuvo en la cárcel durante más de 500 días. Fue detenido el 7 de junio de 2011, en Cancún, Quintana Roo, acusado de una serie de delitos que lo llevaron a la cárcel del Amate, en la entidad que gobernó.

Salazar y 50 de sus ex colaboradores sometidos a juicios similares recibieron la noticia de su liberación, a días de que concluya el gobierno de su sucesor, Juan Sabines, a quien acusó, desde el principio, de usar la justicia para perseguirlo políticamente.

Lo que ayer se informó luce como el intercambio entre las partes para cerrar el caso y no dejar rastro de lo sucedido. El ex gobernador anuncia su liberación, al tiempo dice que ha decidido desistir de las quejas presentadas ante la CNDH durante los 11 procesos judiciales en su contra.




En un lacónico texto, Salazar agradece a la CNDH su trabajo y a las personas que fueron solidarias con él durante el tiempo de su reclusión. Dice, sin más: “Con este comunicado, doy por concluida esta página en la vida de Chiapas”. Es evidente que para lograr su liberación y la de sus ex colaboradores no sería suficiente con desistirse ante la CNDH. Un acuerdo como al que parecen haber llegado las partes –desatando, desde el poder político, las ataduras que mantuvieron al ex gobernante en la cárcel– muy probablemente va a ir de la mano de un periodo de silencio del propio ex gobernador. Muy pronto lo sabremos.

Con el finiquito judicial y la cancelación de quejas en materia de derechos humanos se pretende dar por concluida una de las confrontaciones más graves y virulentas de los últimos tiempos entre un mandatario saliente y su sucesor.

Sabines hizo valer el control que sobre los órdenes de gobierno y factores de poder del estado tuvo durante su mandato para aniquilar a quien, probablemente, pretendió convertirse en contrapeso y adversario institucional desde un escaño en el Congreso. En las intenciones de Salazar de convertirse en senador de la República, sin la anuencia de Sabines, están –dicen los cercanos al ex gobernador– los motivos por los cuales se desató una jauría judicial.

Los juicios abiertos contra Salazar Mendiguchía y su equipo iban desde el presunto desvío de recursos para la adquisición de pólizas de seguros que los beneficiarían al terminar su gestión hasta temas de negligencia criminal en la trágica historia de la muerte de bebés que no recibieron atención médica en el Hospital de Comitán. Se le acusó también de desviar recursos para los damnificados del huracán Stan y de practicar abuso de autoridad en contra de Florencio Madariaga, que fue encarcelado en tiempos del gobierno de Salazar, y quien se desempeña hoy como el nuevo ombudsman de la entidad.

Las acusaciones públicas de Salazar contra Sabines pasaron de los señalamientos iniciales de persecución y crecieron, después, en acusaciones graves de manipulación judicial, espionaje, e imputaciones serias por presuntos hechos de corrupción asociados, entre otras cosas, a los escandalosos niveles de endeudamiento de la entidad. Las denuncias públicas quedaron hechas por el ex gobernador, pero no fueron nunca procesadas en el ámbito judicial.

Los hechos de los que el gobierno de Sabines acusó a Salazar han quedado sepultados dentro de un régimen de justicia, a todas luces, dominado por el poder político que puede hacer uso de él. El gobernador, a través de intermediarios, pudo fincar cargos, encarcelar al adversario y liberarlo después, en medio de lo que parece ser una negociación política al margen del sistema judicial. En el ajedrez habrá estado el joven gobernador que llega al gobierno de Chiapas. Aunque se ha declarado compadre, Sabines de Manuel Velasco, no parece haber ningún incentivo para el joven entrante en mantener a Salazar Mendiguchía entre los barrotes de una cárcel.

Hace unos días el gobernador saliente del estado de Chiapas se llevó, de la afición congregada en un estadio de futbol, la rechifla de su vida.

En el marco de un homenaje al futbolista Salvador Cabañas, a la hora de hacer uso del micrófono, y tratar de articular frases elogiosas para el futbolista, se desató la fuerte silbatina que daba cuenta del nivel de reprobación con el que termina su gobierno el mandatario. Capítulos polémicos acompañaron su gestión de seis años, el caso Salazar es uno de ellos.

Leído en http://www.zocalo.com.mx/seccion/opinion-articulo/chiapas

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