Aunque más vale tarde que nunca, llegar tarde tiene sus costos. México inició el camino de la apertura cuando ya los entonces llamados tigres asiáticos habían despegado y había nacido una nueva geografía comercial global. Hizo la tarea de ordenamiento macroeconómico cuando la estabilidad ya se había vuelto tan solo condición necesaria y lo relevante empezaban a ser otras cosas: productividad, innovación y competitividad.
Llegó a la democracia electoral cuando ya florecían las sociedades posdemocráticas donde lo relevante no son los votos sino los bienes y satisfactores. Y, finalmente, hizo la reforma laboral cuando tal vez la economía ha entrado a una fase de crecimiento sin empleos o, peor aún, del fin del trabajo. Veamos tres aspectos.
Entre enero de 2007 y diciembre de 2011 se crearon alrededor de 311 mil empleos anuales y en lo que va del año, según el IMSS, van en total 755 mil. En suma, en este sexenio, con suerte, se habrán generado unos 2.5 millones, o sea 416 mil cada año, un ritmo parecido al de los últimos 15 años, con una tasa de crecimiento de la economía de más o menos 2 por ciento anual.
Si la economía crece al 4 por ciento los próximos dos o tres años y la reforma laboral hace el milagro que algunos predicen (pero nadie ha logrado argumentar sólidamente) entonces debieran generarse al menos un millón de nuevos empleos anuales. Se ve muy difícil.
Pero supongamos que se crean. Entonces el segundo problema de las cuentas alegres es de qué tipo y es posible, a juzgar por la caída de los salarios observada en estos años, que buena parte de ese empleo sea de baja calidad o mal pagado, que sólo sirve para la autosubsistencia pero no representa una mejoría sostenible en el nivel de vida de las personas, no tiene un efecto multiplicador importante en la economía familiar, no impacta la productividad y, de hecho, profundiza la desigualdad en el ingreso porque la mayor parte del ingreso salarial se lo lleva el empleo calificado o altamente calificado. La reforma laboral aprobada tampoco resolverá este círculo vicioso porque eso depende de otras variables productivas y económicas.
Finalmente, si aquellos empleos que quisiéramos ver por cientos de miles son los de sectores modernos de la economía y de mayor valor agregado, porque son los productivos y bien remunerados, puede ser que nos topemos con una desilusión ya anticipada por Keynes en 1930: el “desempleo tecnológico”, es decir, el desempleo derivado de la incorporación de medios o instrumentos que reemplazan el uso de mano de obra tradicional y economizan costos de producción. Esto tampoco podrá evitarlo la reforma laboral.
En suma, es plausible que haya salido una reforma laboral pero habrá que ser muy moderados con sus expectativas. Dicen que así pasa: hay ocasiones en la vida en que cuando ya se tenían todas las respuestas, cambiaron las preguntas.
og1956@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor, sean civilizados.