sábado, 24 de noviembre de 2012

Jaime Sánchez Susarrey - Mo-Re-Na

Era obvio. Había que ser muy ingenuo para tragarse el cuento del retiro definitivo. No, López Obrador jamás consideró, ni en sus peores momentos, al inicio de la campaña, irse a la finca ("la chingada"), que tiene en Chiapas. Quienes supusieron que eso era posible fue porque nunca entendieron al personaje. Un apóstol, como se autodefine, no abandona su misión sin traicionarse a sí mismo y a su causa. Por eso, ahora sí en un acto de congruencia, ha fundado su movimiento-partido y ajustará todas las cuentas pendientes que tiene con sus ex camaradas del PRD.

El Movimiento de Regeneración Nacional será una organización hecha a su medida. No habrá más que una sola línea y un pensamiento único, el de López Obrador. La elección de Martí Batres, como presidente nacional, fue en realidad una designación. Andrés Manuel lo quería como presidente y no lo impuso, obtuvo el consenso obediente de quienes también aspiraban a la dirección nacional y se retiraron de la contienda para dejarle el paso libre. En suma, un caudillo sin un partido vertical y disciplinado no es un verdadero caudillo.



Crónica de una ruptura anunciada. Así, y no de otro modo, puede definirse lo que ocurrió. AMLO no fue electo candidato del PRD a la Presidencia de la República, no en esta ocasión. Se impuso, una vez que doblegó a Marcelo Ebrard, sobre la corriente de Nueva Izquierda, "los chuchos", contra viento y marea. Porque Jesús Ortega, y sus afines, jamás ocultaron su simpatía por Ebrard ni modularon sus críticas al autoritarismo y mesianismo del "rayito de esperanza". De modo tal que el rompimiento estaba anunciado. Sólo era cuestión de tiempo. Más aún, cuando López Obrador resucitó de entre los muertos y obtuvo el 32 por ciento de la votación.

La fundación de Morena es una sentencia de muerte para Marcelo Ebrard. El ex Jefe de Gobierno de la ciudad de México se equivocó de cabo a rabo. Él fue el ingenuo mayor. No había cabida para ningún pacto. Jamás tuvo sentido el acuerdo hoy por ti mañana por mí. La equivocación fue mayúscula y empezó con el sometimiento de Ebrard a la línea de confrontación la noche del 2 de julio de 2006. Después no tuvo la fuerza ni el temple para deslindarse.

Por eso la historia estaba escrita desde ese momento. Y por eso, también, la historia que vendrá está escrita desde ahora. El año 2017 reditará lo ocurrido en 2011. Pero lo hará en una versión corregida y aumentada. AMLO se postulará, ya es, candidato a la Presidencia de la República. No habrá elección ni encuesta previa. El mensaje para Ebrard y el PRD será muy simple: yo iré en la boleta, si ustedes quieren apuntarse la izquierda irá dividida. Háganle como quieran.

Y le harán no como quieran, sino como puedan. Manuel Camacho, el álter ego de Ebrard, anunció la respuesta clara y concisamente: sería un desastre que la izquierda vaya dividida a la elección presidencial en 2018. El resto ya lo conocemos. Camacho, Ebrard y tantos otros no tendrán más que dos opciones: enfrentarse o doblegarse, y se volverán a doblegar. Podrán, sin embargo, acogerse a la gracia del caudillo y pedirle, suplicarle, que les dé cobijo en su movimiento.

Todas estas danzas serán precedidas por la elección intermedia en 2015. Y en ese futuro cercano las cosas tampoco pintan bien para el PRD ni para el propio Ebrard. Ambos se enfentarán, en caso de que Marcelo lograse alcanzar la presidencia de su partido, a Morena encabezada por López Obrador, que seguirá siendo el líder más popular y conocido de la izquierda. Si en esa elección el voto se divide entre el PRD y Morena, el "rayito de esperanza" habrá ganado la batalla. Pero si sólo se posiciona con un siete u ocho por ciento, también habrá ganado. Porque será evidente que la izquierda dividida estará condenada a la derrota. Y el ultimatúm será idéntico: van conmigo o van contra mí.

Para cerrar el círculo, en lo que se refiere al Partido del Trabajo y al Movimiento Ciudadano las cosas son también diáfanas. Si pierden su registro en la elección intermedia, los sobrevivientes serán rescatados por Morena, previo visto bueno del líder máximo. Pero si conservan su registro, no hay duda que gravitarán, como lo han venido haciendo, en torno al "rayito de esperanza" y se sumarán, con los ojos cerrados, a la coalición que postulará a López Obrador. De manera que aún antes de la primer escaramuza, la alianza Morena, PT y Movimiento Ciudadano será otro factor para hacer que Ebrard y los perredistas entren en razón.

Por lo demás, ya se sabe que el comportamiento de los consumidores y los actores políticos se rige no sólo por lo que existe, sino por las expectativas a futuro, esto es, los cuadros y los militantes perredistas están haciendo cálculos desde ahora. Todos saben de la fuerza del líder máximo. Todos tendrán temor de enfrentársele y quedar fuera de su reino. Todos entienden que la apuesta de Ebrard es peligrosa y absurda, porque al final doblará el espinazo.

Así que esos cálculos y expectativas derivarán en un comportamiento cauto y dócil frente a las directrices de López Obrador. Los timoratos, que serán la gran mayoría, no querrán correr riesgo alguno y tratarán de acomodarse lo mejor posible. Por eso es previsible que la toma de posesión de Peña Nieto estará enmarcada por gritos y protestas. Por eso todos, incluidas las corrientes moderadas de los perredistas, se alinearán tras el lider máximo para defender a Pemex, que la mafia en el poder querrá liquidar. Nadie se atreverá a discrepar, so pena de ser señalado como traidor o esquirol.

Esta es la hora de san Andrés, hágase su voluntad sobre Morena, el PRD y el resto de la "izquierda". Amén.

Leído en http://www.noroeste.com.mx/opinion.php?id_seccion=104

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